Capítulo 35

 

 

 

―Perdón, Sofí, ahora que tenemos más tiempo, te voy a enseñar alemán ―dice, yo me rio. Si supieran que ya sé...

―No hay problema, después me enseñas. ―Davy queda helado con mi respuesta, pues siempre me enojaba cuando hablaban en ese idioma.

―Ven acá ―dice él mientras me hace seña, mostrándome el taburete de la cocina a su lado.

Él toma café y nosotras con Marisa tomamos mate. Hablamos de la casa y me cuentan que hoy llega Ana, que trae a Mia. Marisa está muy contenta.

Después de una hora, Marisa se va a bañar. Davy me mira y me para poniéndome entre sus piernas.

―No sabes lo contento que estoy de tenerte de nuevo acá ―dice mientras mete su cara en mi cuello, se queda abrazado a mí sin decir nada.

―Davy, ¿qué te pasa? ―le pregunto levantándole la cara de mi cuello. Lo miro y sus ojos tienen lágrimas―. ¿Qué pasa? ―le pregunto acariciándolo, tengo miedo de lo que va a decir.

―Creía que me moría de amor, no me hablabas, no te veía. ¿Sabes lo que sufrí sin verte, ni ver a mi hijo? ―dice abrazándome―. Jamás va a pasar lo mismo, no me dejes, nena, nunca más.

―Tenía que hacerte reaccionar, no podías seguir lastimándome ―le digo pegada a su cuerpo.

―Tienes toda la razón, aprendí la lección, jamás me voy a separar de ninguno de los dos.

Lo corro de mi cuerpo y le acarició esa barba incipiente.

―Me gusta tu barba ―le digo. Me acerca a su cara y me pregunta.

―¿No me la afeito?

―No, me gusta así ―digo mordiéndole el labio―. Solo para mí, ¿no?

―Siempre para ti, hasta que me muera ―afirma, haciéndome cosquillas con ella―. Me dijo Falcao que quería hacer un asado. Van a venir mis primos con las novias y nosotros, si tú quieres, si no lo hacemos otro día, como quieras ―me dice.

―Estoy cansada, amor. ―Aunque recuerdo lo que luchó mi suegro para que volviera, sería injusto decirle que no.

―Le digo que no, no hay problema ―murmura, corriéndome el pelo de la cara.

Me acurruco en su pecho.

―¿Sabes?, tu padre me llamó varias veces para que te perdonara, no puedo decirle que no. ―Me mira―. Dame el teléfono que lo llamo yo ―le digo.

―Hijo, ¿qué pasó? ―dice una voz ronca del otro lado de la línea.

―¿Cómo está mi suegro? ―digo sonriendo. Davy me abraza y me besa la cabeza.

―Sofí, nena, qué alegría, ¿dónde estás? ―pregunta.

―Al lado de tu hijo. ¿Y me vas hacer el asado? ―Sonrío―. Estamos en mi casa.

―Me alegra mucho, Sofí, que se hayan arreglado. ¿Falcao chico qué hace? ―pregunta.

―Está durmiendo, cansado del viaje.

―En una hora estoy ahí y llevo todo. Tengo que pasar a buscar el asador ―susurra.

―Bueno, nos vemos ―contesto, sonriendo.

―¿Haciendo migas con el suegro? ―me dice riendo Davy.

―Me voy a bañar y quiero dormir un ratito.

Se levanta y vamos al dormitorio. Cuando entramos me doy cuenta de que hay dos guitarras en el sillón, aparte de la que traje yo.

―Davy, están buenísimas ―digo abriendo la funda y tocando un poquito.

―Para ti. Todo lo que voy hacer de ahora en más, es mimarte y amarte. ―Me besa la nariz.

Después de darnos un baño calentito y hacer el amor una vez más, yo me voy a dormir unas horas y Davy se cambia y espera al padre.

―Duerme dos horas, después te llamo. Yo cuido a mi bebé ―dice él, lo beso y me acuesto, desnuda en mi cama. Davy se agacha y me acaricia.

―Me voy, sino no vas a dormir ―dice con esa cara de pícaro que me lo como.

Me duermo tres horas.

―Dale, nena, levántate, que ya están llegando ―dice mi chico suavemente.

Me siento en la cama, él se sienta a mi lado y me besa la mano. Lo miro y está con una remera azul y un vaquero gris y zapatillas. No se ha afeitado, sus ojos buscan los míos, me acerco y le como la boca.

―Te necesito ahora ―digo tirando de él, metiendo mis dedos en su pelo y acercándolo a mi cuerpo.

Se tira encima mío, me besa la boca y lame mis pechos.

―¿Cuánto me necesitas? ―Su voz se vuelve ronca, sexi.

―Mucho, mucho ―digo mordiéndole el labio.

―No aguanto más, amor, verte desnuda me vuelve loco. Te voy a coger ya ―dice mientras se para, bajando el cierre de su pantalón. Yo lo miro y se me hace agua la boca.

―¡Vamos, vengan a comer una picada! ―grita mi suegro riendo en la puerta de la habitación.

―Me cago en Falcao ―dice Davy enojado, subiéndose el cierre. Yo me tapo la cabeza con la almohada, matándome de risa.

Davy va al baño y se moja la cara. Me levanto, y me pongo un vestido negro hasta la rodilla, bien apretado y unos zapatos de medio taco. Me cepillo el pelo ante la mirada atenta de mi chico.

―¿Qué pasa? ―pregunto, mirándolo.

―Nada, mi mujer es hermosa ―afirma―. Déjate el pelo suelto.

Y me hace pucheros. Le hago caso, me pinto apenas un poco. No me gusta mucha pintura y sé que a él tampoco.

―¿Dónde está tu anillo? ―pregunta.

Levanto el dedo y se lo muestro y él me muestra el suyo, me levanta en el aire y me da ese beso que me gusta, posesivo, salvaje, caliente.

―Vamos ―dice tomando mi mano.

Cuando salimos lo encontramos a mi suegro en la cocina, me abraza y me besa.

―Mi nuera es lo más lindo que vi ―dice despacio―. Que no me escuche Marisa, que esa loca me mata.

Nos reímos y vamos al jardín de invierno, ahí me presentan a tres primos de Davy con las novias. Está el que me cuidaba en Argentina, pero no me gusta cómo me mira y la novia también me cae mal. Frank me llama y me sienta a su lado junto a Davy. Los hombres hablan de negocios, algunos hablan de política.

―Voy con Marisa a la cocina para ayudar ―le digo a Davy besándolo en la cabeza.

Pido permiso y salgo del jardín de invierno, y al pasar escucho que uno de los primos le dice:

―Davy, tu mejor elección ―señalándome―, es muy bella ―dice despacio.

El arrogante de mi chico me mira el culo y dice:

―Es mi mujer, solo mía. ―Y mi suegro se mata de risa.

Ayudo a Marisa sirviendo las ensaladas y noto la mirada del primo de ellos encima de mí, trato de no pasar por ahí. Le cuento a ella y empieza a mirarlo, él ya está medio en pedo.

De pronto escuchamos una voz.

―Miren quien vino ―dice, y es Ana con Mia.

Marisa y Frank salen corriendo. Ana me abraza y me besa.

―Qué suerte, minina, que estás acá. ―Ella no deja de hablarme.

―Yo también me alegro ―le afirmo, besándola.

Alzo a Mia y me la como a besos, pero ella cuando lo ve a Davy se desespera tirándole los brazos, la levanta y ella lo abraza, todos se quedan mudos.

―Ella sabe que el tío la ama, ¿no, nena? Tú me amas ―le pregunta en alemán. Ella dice sí con la cabeza y mi chico muere de amor.

―Todas mueren de amor por ti ―dice el primo que ya está en pedo.

Davy lo mira mal, pero el padre le hace seña que se calle, después me mira a mí. Yo me voy a la cocina a buscar más ensaladas.

Él entra en la cocina y le da la nena a Ana y se acerca a mí. Sabe que el comentario del primo no me gusto.

―Sofí, está en pedo no le hagas caso ―dice.

―Me voy a sentar ―digo con cara de culo. Agarro a mi hijo.

Davy se acerca a mí y me besa la cabeza.

―Nena ―me mira―, no te enojes, te amo.

―Ya está, ya pasó ―digo. Y en realidad no quiero enojarme por ese imbécil, que encima no deja de mirarme.

Cenamos tranquilos y hablo mucho con Ana, siempre me hace reír. Frank pone música y todos se ponen a bailar. Falcao saca a bailar a Ana y bailan una salsa magníficamente bien, después salimos todos a bailar. Son las dos de la mañana y todavía siguen bailando. Davy saca a bailar a su madre y todos aplauden, los dos bailan de maravilla.

Yo voy a buscar más café a la cocina, cuando estoy por salir, el primo de Davy está parado en la puerta y no me deja pasar.

―¿Te podes correr? ―le exijo, mirando hacia otro lado.

―Si bailas conmigo ―dice el cretino―. Después de lo que te hizo llorar, ¿volviste con él? ―pregunta―. ¿Qué tiene que las enamora a todas? ―Sigue diciendo, sin dejar de desvestirme con los ojos.

―¿Por qué no te vas a la mierda?, ¡a vos qué te importa! ―le grito. Y veo que un brazo enorme lo pone contra la pared.

―Me parece que mi hermano no te enseñó lo que son los códigos, ¿no? ―pregunta mi suegro, tomándolo del cuello y estrujándolo otra vez contra la pared.

―Papá, para, ¿qué pasa? ―dice Frank, metiéndose en el medio al escuchar los gritos.

―Este hijo de puta se le está tirando a Sofí… ―pero no termina de decir eso que entra mi chico como un huracán y le da una piña que le rompe la nariz. Lo tira al suelo, y yo le grito.

―Basta, Davy, basta.

Pero él no se detiene, mi suegro y Frank esperan que le de unas cuantas piñas, solo después lo separan. Frank lo agarra del cuello y lo saca afuera.

Mi suegro me mira y dice:

―Llévalo al baño a que se lave. ―Haciéndome seña por Davy.

Yo estoy nerviosa, lo agarro de la mano y lo meto en el dormitorio. Lo llevo al baño y lo mojo un poco, él tiembla de lo furioso que está.

―¿Por qué no me llamaste? Lo voy a matar. ―Está apoyado con sus manos sobre el lavado, puteando.

―Ya pasó, Davy, cálmate. Mírame, por favor.

Él levanta su mirada y me abraza y me besa la cabeza.

―¿Te tocó? ―pregunta, temblando.

―No, no pasó nada. Me miraba y después no me dejaba pasar.

―¿Y qué te dijo? ―pregunta, mirándome.

―Nada, ya pasó, vamos afuera ―le suplico, agarrándole la mano.

―Primero decime qué CARAJO, te dijo. Hablaaaaaaaa ―grita, enojado.

―Por qué volví con vos si me hiciste llorar tanto. Ya pasó, vamos afuera ―le digo mientras le acaricio la cara.

―IMBESILLLLLLLLLLLLL ―grita, agarrándose la cabeza.

Después de calmarlo, abrazarlo y decirle mil veces que lo amo, se tranquiliza. Soy consciente que yo también me pregunto por qué lo perdoné.

Salimos afuera con los otros, Falcao habla con Davy y se calma. Mi suegro se levanta, me agarra de la mano y me lleva a bailar salsa, lo hacemos muy bien mientras todos gritan, ríen y se levantan a bailar. Davy me mira, serio, toma al bebé y se va a la cocina.

Mi suegro me dice al oído:

―Anda con él, que se calme. Yo voy a buscar a mi nieto.

Llegamos a la cocina, lo toma al bebé en brazos y se va al jardín de invierno bailando con él.

Davy está preparando más café, yo lo abrazo de atrás, le meto mis manos por dentro de su remera y voy recorriendo su cuerpo, palmo a palmo. Muy suavemente mis dedos lo van acariciando, se va estremeciendo, sé que le encanta. Después, con la palma de una de mis manos le acaricio la entrepierna, observando que su glande va despertando muy despacio, hasta que lucha por salir. Se da vuelta y su mirada gris me encandila y me pierdo en ella como siempre.

―Te necesito tanto, perdóname por lo que lloraste ―dice abrazándome. Sé que se siente culpable.

Lo miro, me pongo en punta de pie y le como la boca. Me besa y su lengua saluda a la mía, enredándose en este juego que nos atrapa y calienta al unísono. Ya sus manos recorren mi cuerpo y yo me entrego a todos sus deseos.

―Vamos a bailar ―digo en su oído, él se acomoda el bulto.

―Ahora ―dice mientras lame el lóbulo de mi oreja―. Vamos a la cama, nena ―dice ya ronco.

Agarrando su mano, tiro de él hacia afuera. Él me sigue poniendo los ojos en blanco, arreglándose el bulto y yo me muero de risa. Cuando nos ve mi suegro, se pone contento.

Bailamos hasta cansarnos, me besa, me abraza y somos felices, como hacía rato no lo éramos.

Ponen bachata y él se sienta.

―Daleeeeeeeeee ―le pido―, bailemosss.

―No doy más, ¿me quieres matar? ―dice sentándome en su falda.

Frank se levanta y toma mi mano, sacándome a bailar.

―Vamos, nena, baila con tu cuñado, que el viejito está cansado ―dice riendo.

Y yo bailo con él. Davy le hace seña al hermano que le va a cortar el cuello.

Son las tres de la mañana y ya estoy muerta, los hombres tomaron mucho, Marisa se levanta y empieza a acomodar todo. Las mujeres la ayudamos y cuando terminamos lo tomo a mi chico del brazo y le saco la copa de vino de la mano.

―Vamos, se terminó la joda ―digo.

―¡Eh! ¿Qué pasa? ―dice mirándome mal.

―Yo me voy, ¿vos te quedas? ―contesto, abriendo mis ojos.

Mientras me sigue, Falcao se ríe, pero Ana le saca el vino y le dice:

―A DORMIRRRRRRRRRRR, FALCAOOOOOO.

Y todos se matan de risa.

 

―Sofiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. ―Me llama.

Yo me estoy duchando.

―Sofiiiiiiiiiiiiiiiiii ―grita.

Salgo y mientras me seco, entro en la habitación. Lo miro y está agarrándose la cabeza, me mira.

―Se me parte la cabeza, tráeme algo ―dice.

―¿Quieres un poco de vino? ―le digo.

―No seas yegua, anda a pedirle algo a Marisa ―dice tomándose la cabeza con ambas manos.

Me cambio y voy a la cocina, saludo a todos y le cuento a Marisa, quien se ríe.

―Toma, dale esta pastilla ―dice, y lo miro a Falcao, está fresco como una lechuga.

Después de tomar la pastilla, Davy se tapa la cara con la almohada.

―¿Te duele mucho? ―digo haciendo puchero, me mira.

―Te estas riendo ―dice.

Está desnudo, un metro noventa todo para mí. Lo miro con lujuria, él no me saca ojo de encima, cuando me voy a sacar el vestido, se tapa la cara.

―No, pequeña, ahora no puedo ―dice.

―¿Me estás rechazando? ―pregunto, haciendo un mohín.

―Por favor, mañana ―dice dándose vuelta, tapándose la cara con las manos. Me agacho, le doy un beso en la cabeza y me acurruco a su lado

 

Después de despertarnos, besarnos hasta cansarnos y hacer el amor como los locos que somos, me levanto dejándolo para que descanse un rato más.

Charlamos de muchas cosas y reímos de las caras que Falcao les hace a los chicos para que se rían. Es lindo verlo con los nietos, nadie diría que ese hombre de casi dos metros, atractivo, mayor, arrogante, despiadado para los negocios, es un abuelo dulce y cariñoso.

Después de dos horas aparece Davy en la cocina, aún con dolor de cabeza. Tiene puesto un piyama azul y como siempre descalzo. Apoyo mis brazos sobre la mesa y lo miro embobada, se sienta a mi lado, le pongo una mano en su pierna, él me mira y me da un piquito.

―Tenemos un problema ―le dice mi suegro a Davy y Frank, que están tomando café.

―¿Qué? ―pregunta mi chico, mirándolo.

―Faltó la modelo y hoy sí o sí tengo que grabar el comercial ―dice.

―Llamemos a otra ―dice Frank sin hacerse problema.

―Ya llamé a todas las nuestras y, o no están, o están ocupadas.

―¿Y ahora? ―dice Davy-, ¿qué hacemos?

―¿Comercial de qué es? ―pregunto yo.

―Del banco más importante que hay en Madrid y el otro es de lencería fina.

―Falcao se mira con Frank y los dos miran a Davy y mí.

―Ni lo sueñen, ella no va a hacer ningún comercial. Me niegooo, nooo ―dice―. Encima justo tiene que ser del banco.

―Dale, Davy, esta vez nada más, daleeeeeeee. ―Lo beso en la cara.

―NOOOOOOOO, SOFIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII, vos no tienes por qué trabajar. ―Ya se enojó.

―Esta vez nada mássssssss, daleeeeeeee. Por favorrrrrr, solo una vez ―le ruego.

Él piensa, piensa, me mira.

―Solo esta vez nada más, ¿escuchaste? Nunca más, ¿sí? ―dice besándome.

―Bueno, vamos a preparar todo ―dice Falcao parándose con Frank―. Después los llamo y llevas a Sofí ―dice mirando a Davy.

 

Cuando estamos llegando a la empresa de publicidad de los Falcao, le pregunto a Davy:

―¿Pero no la iban a vender?

―Mi padre dijo que no quiere, que se la puso a nombre de los nietos. La maneja Frank, yo no quiero venir más, pero igualmente mi parte me la depositan todos los meses.

―¿Por qué dijiste “justo el banco”? ―pregunto, mirándolo. Me mira.

―Porque estoy peleado con el dueño y no quiero hablar más ―dice.

―¿Por qué no quieres venir más? ―pregunto, mirándolo.

―Porque no. Con la financiera, acciones y algo más, me sobra. Quiero pasar más tiempo con mi mujer ―suspira y me acomoda el pelo―. ¿Estás segura que quieres hacer esto? ―dice.

―Sí, solo una vez ―afirmo.

―Bueno, vamos.

Me toma de la cintura y entramos. Los Falcao y los camarógrafos, iluminadores, maquilladores y no sé cuántos más están esperando.

El lugar es bellísimo, pero me da un poco de vergüenza. Hay mucha gente. Davy me lleva hasta una habitación, y me muestra lo que tengo que ponerme.

―Si no estás segura nos vamos a casa ―dice besándome.

Recorro el lugar con la vista, hay una cama, un baño, y mucha ropa en cajas. Lo miro a él.

―¿Vos venías acá con las modelos? ―pregunto y ya mi sangre empieza a levantar presión, es por eso que no quiere venir para no tentarse.

―NOOOOOO, Sofí, yo no tengo nada que ver. ―Pero lo conozco, esconde sus ojos. Mierda, con las que se habrá acostado acá.

―Bueno, decime qué me pongo y qué hago ―le digo, mirándolo mal.

Me explica todo y se va. Sabe lo que pienso.

Cuando salgo, Frank se acerca.

―Estás más bella que cualquier modelo, cuñada. Todo va a salir bien, solo sé natural, nada más ―dice y se aleja.

Sé que Davy está mirándome, parado con las manos en los bolsillos, y sabe que me enojé al ver el cuarto. Lo veo mordiéndose el labio, sé que está nervioso.

Las luces me enceguecen, Frank me mira levantando un dedo, y empiezan a filmar. Me cambio varias veces la lencería fina.

En un momento de descanso se me acerca un hombre mayor, dueño de la marca de ropa. Vino a ver a la modelo nueva, se acerca a mí y me dice:

―Bella, de ahora en más solo tú harás mis publicidades.

Davy se apresura y se acerca a mi lado, mirándolo. Me abraza, me tapa con su campera, me besa en la boca y me aprieta contra su cuerpo.

―¿Pasa algo? ―le dice al hombre que se queda helado.

―Perdón, no sabía que era su novia. ¡Siempre con un buen paladar los Falcao! ―le dice a mi chico que se vuelve loco.

―No seas imbécil, es mi mujer ―dice con ganas de matarlo―. Haga el favor de retirarse ―le pide Davy, con su mejor cara de culo.

Cuando él se retira, me mira.

―No tendría que haberte permitido que hagas esto, todos te están comiendo con los ojos ―dice puteando por lo bajo.

Después hago la publicidad del banco, todos quedan conformes y Falcao aplaude.

―Hermosa, mejor que una modelo ―dice sonriendo.

Estamos cuatro horas grabando, término muerta. Me cambio y cuando nos estamos yendo con Davy a nuestra casa, un hombre se para enfrente nuestro. Se miran muy mal con mi brasilero.

―Falcao ―saluda él con un movimiento de cabeza, Davy solo lo mira―. Vine a ver a mi modelo. Encantado, soy Manuel Ocampo. ―Estira la mano, para saludarme.

Sus ojos negros me fulminan, es increíblemente guapo, alto y muy elegante.

―Soy el dueño del banco ―confirma, sonriendo. Davy se queda helado, me aprieta más a su cuerpo.

―¿Cómo te va?, encantada ―contesto, dándole la mano―. Espero que haya sido de tu agrado el comercial ―contesto, mi chico no deja de mirarlo.

―Por supuesto, estuviste genial, espero que sigamos haciendo negocios ―susurra mientras no separa sus ojos de los míos, sin importarle la presencia de mi chico.

Me sorprende su atrevimiento, su sonrisa deja ver otra intención. Sus palabras suenan muy dulces, me resulta increíble que Davy no abrió su boca, solo observo.

―No va a tener suerte, esta es la primera y última vez que mi mujer ―y pronuncia, “mi mujer” de forma silábica―, hace un comercial ―responde Davy con ironía. Y ellos se miran desafiándose. En ese preciso momento entra Falcao, mira hacia todos lados, nos ve y se acerca.

―Manu, ¡qué alegría verte! ¿Todo bien? ―pregunta, mirándolos a los dos.

―¿Cómo estás? Ya me iba, vine a ver a la modelo ―confirma sin dejar de mirarme―. Que tengan lindo día.

Me da la mano a mí y a mi suegro, a Davy ni lo mira y con su elegancia se retira.

Algunas mujeres que están en el lugar se dan vuelta para mirarlo. Es muy lindo, me encanta su acento.

―¿Satisfecha? ―dice Davy acariciándome la cara―, pero olvídate. Nunca mássssssss.

Yo me rio, y me inclino sobre él, besándole la oreja.

―Te amoooooooooo.

―Yo más, pequeña. No quiero exponerte ante nadie. Cuando salgan las fotos me voy a querer matar ―confiesa.

 

Después de tener una noche llena de amor y sexo lujurioso, nos dormimos, como siempre su cuerpo entrelazado con el mío.

Me voy despertando poco a poco, me estiro y siento en mi trasero algo duro que se mueve, sé que es mi brasilero.

―Davy ―digo con voz adormilada.

―Sí, nena. Buenos días, amor. No hay mejor manera que empezar el día con un buen polvo ―dice el muy cabrón, empezándose a frotar contra mi cuerpo, el que ante su contacto se despierta, de la mejor manera. FELIZ.

―¿Puedo marcarte? ―pregunta.

―Noooooooooo ―contesto, sonriendo.

Me gira la cabeza, me mira.

―Nunca me digas que no ―dice metiendo su lengua hasta el fondo de mi garganta.

―Márcame más abajo ―digo. El muy desgraciado se piensa que soy un animal. A veces quisiera matarlo.

Mi cuerpo va despertando ante sus caricias y el calor de su cuerpo. DIOSSSSSSS, me va a matar. Es único, su manera de moverse me calienta como nadie.

Me da vuelta quedando de cara abajo, me sujeto a las sábanas mientras él sale y entra en mí como un enajenado. Me encanta, me sube al cielo y me baja al infierno, todo en un segundo. Su voz ronca y sus sucias palabras hacen que tiemble de pasión. Grito su nombre como siempre, mientras él gruñe ante el presente orgasmo.

―TE AMOOOOOOO tanto, amor ―dice, entrando en mí.

Su pene entra en mi vagina, lo succiona esperando que libere hasta la última gota de su semen.

―Ahora, nena ―dice gruñendo con una última embestida, que me hace ver las estrellas y todas sus constelaciones.

―TE AMOOOOOOOOO ―le grito, estirado el brazo y acariciando su fuerte trasero después de vaciarse en mí.

Me da vuelta y quedo sobe su pecho, nos abrazamos y besamos. Nuestras respiraciones se tranquilizan y nos vamos durmiendo, él con su cara en mi pelo y la mía en su cuello embriagada de su perfume y aroma de este cuerpo que me hace el amor, como nadie lo hizo y jamás nadie lo hará.

Cuando nos levantamos, nos duchamos y vamos a desayunar.

Marisa está con Frank mirando unos diarios, mi chico sirve dos tazas de café y me da una, sentándose a mi lado.

―¿Qué miran? ―pregunta él, observando el diario.

Frank le muestra.

―No sabía que teníamos a la mejor modelo ―dice sonriendo, mirándome.

Davy toma el diario y su cara se transforma.

―Nunca más ―dice mirándome, aunque sé que contiene una sonrisa.

Yo miro las fotos y me sonrió.

―Muy buenas, si nos quedamos sin dinero me podría dedicar a esto ―digo, mostrándoselas otra vez a él.

―Eso no va a pasar, ni lo sueñes ―dice, besándome la frente, y los otros ríen―. Déjame ver una cosa ―dice él.

Agarra el diario y lee:

―”Esta bella mujer, y muy joven por cierto, es la novia del publicista soltero y más codiciado por las mujeres en Barcelona. Su novia de veintidós años es argentina, y ya varias marcas famosas requieren que sea el rostro de las mismas.” ―Davy me mira sin poder creer lo que lee, lo mira a Frank.

―Pero están locos, qué les pasa ―dice muy enojado―. No soy el novio, soy el MARIDOOOOO ―grita, golpeando la mesa.

―Bueno, hermano, no están casados ―dice el muy cabrón y yo le hago seña enojada para que se calle.

―Eso me recuerda que prometiste que te ibas a casar, ¿o no? ―me pregunta.

Yo no sé qué contestar y sé que la pelea esta servida. Marisa con Frank se levantan y se van al jardín de invierno con los chicos.

―No quiero pelear, por eso no te voy a contestar ―murmuro, acariciando ese rostro que está totalmente tenso.

―Contéstame, ¿no dijiste eso o mentiste? ―me mira, corriéndome el pelo de la cara.

―Davy, amor, yo te amoooooo ―le digo. Ya me paré y estoy entre sus piernas, besándolo en los labios, mientras mis manos acarician toda su espalda, calentándolo. Lo miro y sus ojos se oscurecen.

―Cásate conmigo ―dice mientras me muerde el cuello―, quiero que seas mi mujer, con papeles. Dime que sí, por favor ―dice mirándome a los ojos.

―Hacemos un trueque ―digo, mientras la palma de mi mano acaricia su entrepierna. Él cierra los ojos y sus manos se meten debajo de mi remera, acariciando mis pechos.

―¿Qué me vas a pedir? ―dice ya ardiendo.

―Me contrataron para hacer un desfile muy importante ―digo, con miedo a su reacción. Se lo tenía que decir, y se lo digo sin anestesia, rápido. Lo miro y él abre los ojos y me mira.

En ese momento entra Falcao.

―Buenas, ¿cómo andan? ¡Qué buenas fotos! ―dice mirándome, sin querer meter el dedo en la llaga, pero cuando lo mira a Davy, calla y no sabe qué decir.

―Tú tienes la culpa de todo esto ―dice, tirándole el diario arriba de la mesa.

Falcao lo lee.

―Pero ponte contento, tu mujer es muy bella ―dice, sonriendo, poniendo la cabeza de costado.

―Sí, pero háblame del desfile, porque supongo que lo sabes, ¿no? ―pregunta, irónicamente.

―Bueno, es un mes, nada más ―dice mi suegro, mirando hacia otro lado.

―Pero ustedes me quieren volver loco ―dice mirándonos―. No quiero que haga nada, quiero que se quede acá conmigo y con su hijo.