Extraña parábola de los vigías 

 

Cuenta la leyenda que existían en la antigüedad dos pueblos vecinos separados uno de otro por una pequeña colina rocosa.. En uno de ellos habitaban solamente personas capaces, capaces de todo menos de capacitar al vecino. En el otro, los incapaces, también de todo.

El de los capaces era un pueblo pequeño cuyos progresos se notaban día a día. Sus construcciones iban tomando altura y la organización social y militar que habían desarrollado estaba en vías de alcanzar la perfección.

Todo lo contrario era el otro pueblo. No conocían el significado de la palabra progreso. Lo único que crecía era su población pero no hacían más que aumentar el número de incapaces porque de una pareja de incapaces solo podía surgir otro incapaz.

En la colina limítrofe, escondido entre las piedras, permanecía siempre apostado un vigía capaz.

Un día los incapaces fueron capaces de algo. Sintieron envidia por el vecino. Y los atacaron.

Al advertir la invasión, el vigía envió una señal de alerta y los incapaces fueron repelidos inmediatamente, no sin antes sufrir varias bajas entre sus guerreros.

Los posteriores y continuos ataques tampoco tuvieron resultado satisfactorio para ellos, lo que motivó que los jefes de la comunidad invasora se reunieran y analizaran la situación en pos de una solución favorable. Luego de varios días, alguien tuvo una idea brillante. Al caer la noche, matarían al vigía y lo reemplazarían por uno de ellos para que en la próxima incursión sobre tierras vecinas nadie pudiese alertar a los capaces.

El vigía capaz fue asesinado y en su lugar quedó un vigía incapaz.

Al amanecer cargaron con todas sus fuerzas sobre sus rivales y el vigía haciendo gala de su incapacidad, al observar la invasión, alertó a los capaces y nuevamente el agresor fue repelido. El vigía incapaz, una vez descubierto, también fue asesinado, pero esta vez por los capaces. En su reemplazo fue designado otro vigía capaz. Ya no hubo soluciones para los atacantes, solo les restaba continuar con su vieja metodología de ataques esporádicos y esperar una utópica victoria.

El nuevo vigía, temeroso de que lo asesinasen como al primero, ideó una estrategia para aplicar en la próxima invasión. Esta no tardó en llegar y los capaces, al no ser alertados por su vigía, fueron tomados por sorpresa. Sin embargo derrotaron nuevamente a los incapaces.

El vigía cobarde y traidor, de inmediato fue llevado a la plaza mayor para su ejecución pero hubo alguien que se interpuso y una fina voz se dejó oír entre gritos e insultos.» ¡El vigía no es peor que nosotros! « Decenas de rostros asombrados giraron hacia él.» ¡El tuvo una actitud cobarde al dejar pasar a los incapaces, pero nosotros también lo hemos sido al renunciar a ser útiles! «.

Desde ese día, un pueblo comenzó a crecer y el otro, continuó creciendo.

 

                           

 

Al finalizar la lectura, solo Susana se animó a deslizar una apreciación.

-Es una historia muy bonita.

-Muy aleccionadora –corrigió Morena.

Ese personaje siniestro de la noche, más que protegernos quiso que creciéramos, y esa conclusión repentina que tuve hizo que el sentimiento de gratitud hacia él se fundiera con el de admiración.

-Bueno –concluyó Adela-, creo que con el correr de los días vamos a ir asimilando el mensaje de esta historia.

-¿Y nosotros quiénes seríamos, los incapaces? –preguntó Alba.

-Creo que ambos... todavía –le respondí.

-Bueno... ¿qué les parece si leemos la que me recomendó el profe? –intervino Carla.

-Está bien –dijo Morena acudiendo nuevamente al índice de páginas-. ¿Cómo era que se llamaba?

-Parábola de la debilidad que fortalece –recordó David.

-Aquí está. Pero me parece que debiera leerla ella sola –dudó Morena.

Me apuré en señalar que la parábola recién leída estaba destinada para solo tres de nosotros pero había sido útil para todos.

-Léela Morena –dijo Carla-, léela para todos.  

 

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