VISIÓN DEL PASADO

Hagamos lo que hagamos, no podemos ver las cosas tal como son ahora. La luz necesita tiempo para viajar desde un objeto hasta nuestros ojos, de manera que siempre vemos las cosas como eran en el pasado, nunca como son en la actualidad.

En condiciones ordinarias, esto tiene poca importancia. Si vemos a un amigo al otro lado de la calle, lo vemos como era hace una cienmillonésima de segundo, que es lo mismo que decir ahora. Pero, en cuanto nos alejamos de la Tierra y empezamos a mirar los cuerpos celestes, la situación cambia.

La luz tarda un segundo y cuarto en llegar hasta nosotros desde la Luna; de manera que mientras permanezcamos en la Tierra, siempre veremos la Luna cómo era hace un segundo y cuarto.

La luz tarda ocho minutos en llegar hasta nosotros desde el Sol, de modo que siempre vemos el Sol tal como era hace ocho minutos. Si por arte de magia el Sol fuese destruido de repente, seguiríamos tan contentos durante un rato, bañándonos en su luz y contemplándolo, como si no hubiese sucedido nada.

Pasarían ocho minutos antes de que nos alcanzasen los últimos rayos de luz, y sólo entonces nos veríamos sumidos en la oscuridad y sabríamos que el Sol había desaparecido.

Las condiciones son mucho más extremas cuando se trata de las estrellas. La distancia que recorre la luz en un año (9,4 billones de kilómetros) es un «año luz», y la estrella más próxima, Alfa Centauri, está a 4,3 años luz de nosotros. Esto significa que la luz tarda 4,3 años en viajar desde Alfa Centauri hasta nuestros ojos, y que siempre vemos aquella estrella tal como era hace 4,3 años.

Podríamos pensar que esto importa poco, porque Alfa Centauri era, hace 4,3 años, exactamente igual a como es ahora. Esto es verdad, porque las estrellas cambian muy despacio. Otros objetos celestes están mucho más lejos. Vemos la estrella Sirio tal como era hace 8,8 años, y la estrella Arturo tal como era hace 40.

De hecho, recibimos señales de radio del centro mismo de nuestra galaxia (el enorme conglomerado de 200 000 millones de estrellas dentro del cual está la Tierra y nuestro Sol).

Nuestra galaxia es tan enorme que aquellas señales de radio tardan 30 000 años en llegar hasta nosotros. Entonces, sólo podemos observar el centro de nuestra galaxia tal como era hace 30 000 años.

Y desde luego hay muchas galaxias que están muy lejos de la nuestra. La más próxima es Andrómeda (el objeto más lejano que podemos ver a simple vista). Está a 2,3 millones de años luz. Esto significa que cuando estudiamos el débil resplandor que alcanzamos a ver cuando observamos la galaxia de Andrómeda, la estamos viendo tal como era hace 2,3 millones de años. Nada podrá hacer que la veamos en tiempos más recientes.

Pero podemos observar galaxias que están mucho más lejos que Andrómeda: a decenas de millones, e incluso a miles de millones de años luz. Cuando llegamos a tales distancias, estamos mirando tan lejos en el pasado que realmente ha habido tiempo para que se produjesen enormes cambios, incluso en objetos de tan larga vida como las estrellas y las galaxias. Conseguimos verlas tal como eran en su juventud.

Desgraciadamente, cuanto más lejos está el objeto y más lejano es el pasado que tratamos de sondear, más pálido es y menos detalles podemos ver. (¡No se puede ganar siempre!)

Los científicos calculan que el universo tuvo su origen hace unos 15 000 millones de años, y los miles de millones de galaxias que ahora existen debieron de empezar a formarse en los primeros miles de millones de años después de aquel comienzo. Entonces, si queremos ver las cosas tal como eran al principio, debemos observar objetos que están a distancias de miles de millones de años luz. Y a estas distancias, incluso la galaxia más grande se nos presenta sólo como una ínfima radiación.

A principios de enero de 1987, Hyron Spinrad, astrónomo de la Universidad de California, en Berkeley, anunció que se había observado precisamente uno de estos objetos. Era una galaxia llamada 3C 326.1, que estaba nada menos que a una distancia de 12 000 millones de años luz. Esto quiere decir que puede verse tal como era hace 12 000 millones de años, cuando era joven, y posiblemente se estaba formando. Es la primera vez que los astrónomos han observado una gran galaxia en el proceso de su nacimiento.

Desde luego lo único que reciben es la fracción más minúscula de radiación en los más avanzados telescopios ópticos y radio que existen. Sin embargo, analizando cuidadosamente la radiación que obtienen, pueden decir que la joven galaxia consiste en una enorme y caliente nube de gas unas tres veces más grande que nuestra propia galaxia. También parece que al menos 1000 millones de estrellas se han formado ya dentro de ella. Es de suponer que se formarán otros cientos de miles de millones (o mejor dicho, se han formado hace miles de millones de años, aunque su luz no ha llegado aún hasta nosotros).

También hay ondas de radio que llegan hasta nosotros desde esta joven galaxia y que deben de ser emitidas por un agujero negro situado en el centro de la misma. Los astrónomos suponen que muchos agujeros negros se formaron en el mismo origen del universo, cuando se produjo el big bang, y sirven de núcleos alrededor de los cuales se forman las galaxias. Esta joven galaxia y otros «bebés galácticos» que podamos observar en el futuro pueden ayudarnos a consolidar aquellas teorías.

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