UN POCO MÁS BRILLANTE

Hay algo más allá de Saturno que ha intrigado a los astrónomos desde hace una docena de años. Es una especie de cuerpo celeste, pero no se sabía exactamente de qué clase.

Ahora puede manifestarse al fin su verdadera identidad.

La historia empezó el 1 de noviembre de 1977, cuando el astrónomo americano Charles Kowal descubrió lo que parecía ser un asteroide que se movía despacio, muy despacio. Cuanto más lentamente se mueve un asteroide, más lejos está del Sol, y éste lo estaba más que cualquier otro de los que se habían observado jamás, pues giraba alrededor del Sol más allá de la órbita de Saturno.

Los únicos cuerpos pequeños que se habían visto a la altura de Saturno o más allá eran los satélites que giraban alrededor de los planetas lejanos: Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. Lo que había descubierto Kowal era un pequeño objeto que se movía a lo largo de una órbita independiente alrededor del Sol, a veces aproximadamente a la distancia de la órbita de Saturno, y alejándose después hasta la distancia de la órbita de Urano. Pero su propia órbita está inclinada de manera que el objeto se halla mucho más allá o por encima de estos dos planetas al seguir aquélla. No hay por tanto peligro de colisión.

Kowal lo buscó en viejas fotografías de las regiones adecuadas del cielo y determinó su órbita. Giraba alrededor del Sol en un tiempo de cincuenta y un años. Su órbita lo llevaba a 1260 millones de kilómetros del Sol, en un extremo, y hasta 2780 millones de kilómetros en el otro. Como parece galopar interminablemente más cerca y más lejos de la órbita de Saturno a la de Urano, Kowal le llamó Quirón, el nombre del centauro (medio hombre, medio caballo) más famoso de la mitología griega.

Y surgió la cuestión de lo que debía ser. Podía ser un asteroide. Es bastante grande pues tiene 180 kilómetros de diámetro, pero se conocen asteroides de estas dimensiones. Lo único que se opone a esto es su distancia del Sol. Todos los asteroides que conocemos tienen toda o parte de sus órbitas en el espacio entre Júpiter y Marte (el «cinturón de asteroides»).

Se conocen unos cuantos pequeños asteroides con órbitas dentro de la de Marte, pero Quirón sería el único conocido con una órbita enteramente más allá de la de Júpiter.

Cuanto más lejos está un asteroide, más difícil resulta de ver, desde luego. Tal vez el sistema solar exterior, más allá de Júpiter, está lleno de asteroides, a tal distancia que no podemos verlos desde la Tierra. Tal vez podemos ver a Quirón, aunque a duras penas, porque es desacostumbradamente grande para un asteroide. Tal vez el día que tengamos telescopios en órbita en el espacio exterior descubriremos muchos más cuerpos parecidos a Quirón.

Por otra parte Quirón puede ser un cometa. Se sabe que existen cometas en la región externa del sistema solar. Desde luego Quirón es muy grande para ser un cometa; unas dos mil veces más pesado que el Halley, aunque tal vez algunos cometas tienen este tamaño.

Pero Quirón no daba señales de ser un cometa. Hay una diferencia entre un asteroide y un cometa. El asteroide está compuesto totalmente o en su mayor parte por materiales rocosos o metálicos que no se evaporan ni siquiera al rojo. En cambio el cometa está formado principalmente por materiales congelados que se evaporan cuando se calientan, formando una nube de polvo a su alrededor. Por esto los cometas, cuando están cerca del Sol, se vuelven borrosos y presentan una larga cola.

Quirón no daba estas señales, pero esto se podía deber a que está tan lejos del Sol que recibe calor insuficiente para que su hielo se evapore. Pero Quirón estaba cerca de su máxima distancia del Sol cuando fue descubierto en 1977, y se ha ido acercando desde aquel entonces. Alcanzará su mínima distancia en 1996.

Esto significa que desde que fue descubierto se ha ido acercando cada vez más al Sol, y también calentándose cada vez más.

Naturalmente, al acercarse más al Sol recibe y refleja más luz, y por esto se hace más brillante. Los astrónomos tienen una buena idea de cómo debe brillar un asteroide al acercarse al Sol, y ya en noviembre de 1987 pareció que Quirón era un poco más brillante de lo que hubiese debido ser.

Ahora, Karen J. Meeche, de la Universidad de Hawai, y Michael J. S. Belton, del Observatorio de Kitt Peak, de Tucson, informan que aquel mayor brillo sólo puede ser el resultado de la luz del Sol reflejada de una atmósfera de vapores que se forma alrededor de Quirón. Y esto parece querer decir que a fin de cuentas Quirón no es un asteroide sino un cometa gigante.

Tal vez no es extraordinariamente grande para ser un cometa. Tal vez muchos de los cometas que se cree que existen más allá de la órbita de Plutón son igual de grandes. Después de todo, los que vemos de cerca son los que entran en nuestra vecindad, muy cerca del Sol, una y otra vez. Siempre que se acercan al Sol se evapora una buena parte de su sustancia, de manera que después son mucho más pequeños de lo que eran.

Si un cuerpo tan grande como Quirón viese su órbita alterada por la atracción planetaria y tuviese que caer en nuestra sección del sistema solar, perdería tanto vapor que se formaría a su alrededor una nube gigantesca más grande que el Sol, y una cola que tendría cientos de millones de kilómetros y que se extendería sobre la mitad del cielo. Algunos de estos cometas gigantes se observaron en el siglo pasado, pero en el nuestro, por desgracia, únicamente hemos visto unos ejemplares insignificantes. Sólo podemos fijarnos en Quirón y pensar en las vistas que nos estamos perdiendo.

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