LA ISLA PERDIDA
A veces se pierden lugares muy famosos y hay que buscarlos con mucho cuidado. A veces se encuentran, y a veces no.
Hay una isla, sumamente importante para la historia de América, que se ha perdido y todavía la están buscando.
Parece imposible que se pierda un lugar, pero muchas veces ocurre. Por ejemplo, la Biblia dice que el Arca de Noé varó por fin «sobre las montañas de Ararat». Ararat es un antiguo reino al que los asirlos llamaron Urartu, y sabemos dónde estaba y dónde están aún sus montañas. Lo que no sabemos es a qué montaña en concreto pudo referirse la Biblia.
Hay una a la que llamamos Monte Ararat, pero esto no es más que una presunción, aunque a veces hay quienes van allí en busca del Arca.
También tenemos el caso de la ciudad de Troya, destruida por los griegos después de un famoso sitio de diez años.
Estaba en alguna parte del extremo nordeste de Asia Menor, pero durante muchos siglos la gente se preguntó dónde se hallaba exactamente e incluso si había existido. Por fin creyó haberla encontrado un arqueólogo alemán, Henrich Schliemann, y generalmente se acepta que fue así aunque no podemos tener la absoluta seguridad.
Una de las batallas más importantes que registra la Historia de Roma fue la de Zama, 202 a. de C., en la que el romano Escipión derrotó por fin al cartaginés Aníbal. Fue el final victorioso de una guerra que los romanos habían estado a punto de perder, por lo que hubiese sido lógico que se fijaran en Zama y que levantasen monumentos allí. Pero no lo hicieron, y aunque hoy sabemos cuándo se libró la batalla y qué ocurrió en ella, ignoramos dónde está exactamente Zama.
Pero ¿qué decir de aquella isla tan importante en la historia de América? Bueno, el 3 de agosto de 1492 Cristóbal Colón zarpó de España con tres carabelas para emprender el viaje más famoso de la Historia. Navegó con rumbo oeste durante siete semanas, y el 12 de octubre de 1492 avistó tierra en alguna parte entre las islas Bahamas.
La isla a la que arribó estaba habitada por gente a la que llamó «indios» (porque creía haber llegado a «las Indias», es decir, a Asia oriental). Los indios llamaban «Guanahaní» a la isla, o al menos así sonó el nombre a los oídos de los españoles; pero Colón no prestó atención a esto. Lo cierto es que ni entonces ni durante mucho tiempo importaron gran cosa los indígenas ni cómo llamaban a los sitios donde vivían. Colón puso a la isla el nombre de San Salvador, tomó posesión de ella en nombre de España, y después descubrió otras islas e hizo otros viajes.
En definitiva, Colón se convirtió en un gran héroe americano, y nosotros celebramos el Día de Colón cada 12 de octubre (o el lunes siguiente, si cae en domingo, para hacer un fin de semana de tres días). El 12 de octubre de 1992, celebraremos el quinto centenario de su desembarco en Guanahaní, y deberíamos hacer que la fiesta fuese sonada; pero lo curioso es que no sabemos exactamente en qué isla desembarcó Colón.
En realidad, durante mucho tiempo, no hubo en las Bahamas ninguna isla que llevase el nombre de Guanahaní o de San Salvador. En cambio hubo una isla llamada Watling’s Island, por el nombre del pirata inglés John Watling. Tiene una extensión de unos ciento cincuenta kilómetros cuadrados (casi tres veces mayor que Manhattan). Como está muy al este del archipiélago, se consideró posible que Colón hubiese hecho en ella su primera arribada. Por consiguiente se cambió su nombre por el de San Salvador, y ahora es considerada oficialmente como la primera isla donde desembarcó Colón.
Pero ¿lo es en realidad? Bueno, podríamos tratar de seguir la estela de Colón. Éste llevó un meticuloso cuaderno de bitácora de su viaje, anotando vientos, corrientes, singladuras, etcétera. Desgraciadamente, este cuaderno se ha perdido, pero se conserva todavía parte de una copia.
Dos oceanógrafos de Woods Hole en Massachusetts, Philip Richardson y Roger Goldsmith, han tratado de reconstruir el viaje empleando lo que queda del cuaderno y también el mejor conocimiento que tenemos de los vientos y las corrientes. Conociendo la velocidad de las carabelas y el rumbo que tomaron al zarpar de las islas Canarias, se podía calcular dónde hubiese debido estar el barco a primeras horas de la mañana del 12 de octubre.
Antes se habían realizado otros intentos en los que se habían hecho algunos arreglos para que el viaje terminase en San Salvador. Un intento realizado en 1986, sin arreglos, terminó a cuatrocientos ochenta kilómetros al oeste porque los cálculos de las velocidades y las corrientes y los vientos estaban equivocados. La brújula empleada por Colón es una de las cosas de las que Richardson y Goldsmith no estaban seguros. Colón anotó sus datos, pero la dirección en la que apunta la aguja de la brújula, desde un punto concreto de la superficie de la Tierra, varía de año en año, y no sabemos exactamente cuál debía ser aquella dirección en 1492, desde los diferentes lugares por los que pasó Colón.
Aun así, el cálculo lleva a un punto situado a unos siete kilómetros al sur de San Salvador. Esto hace que las probabilidades se inclinen a favor de esta isla. Sin embargo hay otra muy pequeña llamada Samana Cay a unos dieciocho kilómetros al sudeste del punto al que se supone que arribó. Es posible que fuese esta isla la primera a la que llegó Colón.
Pero lo más probable es que nunca lo sepamos con certeza, a menos que se invente una máquina del tiempo.