LA PRENSA Y LA CUESTIÓN RELIGIOSA A PARTIR DE MAYO DE 1937
La situación política, después de los acontecimientos de mayo de 1937, había facilitado que la vida en la retaguardia se rigiera paulatinamente por unas normas y procedimientos homologables con un Estado de derecho. Esta situación también quedó reflejada en los medios de comunicación. Al hablar, por ejemplo, de la cuestión religiosa, a pesar de mantenerse vigentes muchas inercias y actitudes anticlericales y antirreligiosas, también empiezan a aparecer escritos que, siendo avalados por partidos del Frente Popular, bonifican la moderación.
Unos cuantos ejemplos servirán para ilustrar estas diferentes actitudes.
En primer lugar, un artículo de Margarita Nelken, aparecido el 4 de mayo de 1937, en plena ofensiva contra el dominio anarquista, en Mundo Obrero, órgano del Partido Comunista de España. Bajo el título «Por qué tenemos un mismo enemigo…», la periodista se muestra a favor de la convergencia estratégica de todos los no facciosos:
¿Que los católicos no pueden tener la misma ideología que aquellos que han hecho suyo el axioma de que la religión es el opio del pueblo? Nadie lo ha puesto en duda. Pero tampoco, nosotros, los comunistas, tenemos la misma ideología que los defensores de la propiedad privada y, sin embargo, a todos […] les parece natural ir de la mano de los republicanos burgueses para aplastar el fascismo.
Por el contrario, a las tres semanas el anarquista vasco Ezequiel Endériz arremetía con cierta insolencia y actitud amenazante a las incipientes demostraciones de tolerancia religiosa desde las páginas de Solidaridad Obrera:
Nos ha sorprendido, y es natural que nos sorprenda, un proyecto tan chusco como el que ha anunciado el ministro de Justicia, señor Irujo, pretendiendo restablecer la libertad de cultos […]. ¿Qué quiere decir restablecer la libertad de cultos? ¿Que se puede volver a decir misa? Por lo que respecta a Barcelona y Madrid no sabemos dónde se podría hacer esa clase de pantomimas. No hay un templo en pie ni un altar donde colocar un cáliz. […] ¿O será esa libertad, acaso, el que puedan salir procesiones por las calles? Si es así, no les arrendamos la ganancia, y el invitarles a ello, señor Irujo, no es quererles bien.
En los círculos republicanos vinculados al Frente Popular, el anticlericalismo aún ofrecía muestras de vitalidad, aunque se expresara con circunloquios y maneras barrocas. Un editorial del 14 de agosto de 1938 de
El Día Gráfico de Barcelona, portavoz de los radicales, argumentaba, haciéndose eco de las campañas favorables a la República del sacerdote irlandés Michael O'Flanagan:
El dogma católico, a medida que pasa el tiempo, por acentuarse en el Vaticano el predominio italiano, tendrá más enemigos y la autoridad del Papa irá sufriendo menguas hijas del patriotismo porque no es de creer que en estos momentos sientan los católicos por el jefe de la Iglesia católica la misma obediencia que antes de ser fusilados docenas de sacerdotes en Vasconia […]. El papa, como ha dicho en Nueva York el padre O'Flanagan, olvida que en materia política no es infalible y que cuando se inclina a un bando nada le puede guiar más que su inteligencia natural y los consejos que reciba de sus cardenales y hay cardenales «que seguramente obrarán bajo la influencia de Mussolini».
Los católicos españoles que forman un «Ejército Nacional» con los moros y los alemanes protestantes […] esgrimen como argumento contra la República española que Rusia está a su lado. El católico irlandés, padre O'Flanagan, en su conferencia de Nueva York ha replicado: «Hoy Rusia está haciendo el trabajo de Dios en China y en España y creo que el verdadero Dios que rige el Universo sonrió al ver que las gentes de Rusia saben cumplir con el mandamiento de Dios.
No habla por boca del padre O'Flanagan el rencor. Se trata de un sacerdote al servicio de la Iglesia católica, aunque en desacuerdo algunas veces con el Papa cuando éste, como ahora, deja de ser jefe de una Iglesia universal y se limita a serlo de la italiana, romana, enemiga de España.
Los anarquistas mantenían alta la bandera contra la Iglesia. El 27 de agosto de 1937, en una nota de redacción tan lacónica como agresiva, Solidaridad Obrera sentenciaba: «Las derechas españolas son incompatibles con toda forma de legalidad democrática y con toda convivencia humana, porque son católicas».
El movimiento libertario mantuvo enarbolada la bandera anticlerical y antirreligiosa más agresiva durante toda la contienda, sin un ápice de autocrítica. Así se expresaban en verano de 1938, a través de un editorial de Solidaridad Obrera, publicado en la significativa fecha del 19 de julio:
La Iglesia persiste en su camino, es nuestro gran enemigo de siempre. Por sus obras la conocemos. Por su conducta tendrá en el corazón de todos los españoles dignos el odio que merece. Nada de seguir criando cuervos. El pueblo no debe olvidar. No debe perdonar lo que no tiene perdón ni lo tendrá nunca, nunca, nunca.
Nosotros combatimos la profesión clerical por inútil y perjudicial como tantas profesiones del sistema capitalista. Y entendemos que por necesidades de guerra, hoy debemos combatirla más, porque hay que aumentar la producción, suprimir las industrias superfluas y terminar por las ocupaciones improductivas.
Somos tan ateos como ayer, cuando iluminábamos el cielo con fogatas inmensas de viejos templos del oscurantismo. El único lugar donde no estorba Dios es el cielo; si alguien tratara de volverlo aquí, nos rebelaríamos contra él y procuraríamos invadir de nuevo sus dominios. Y ejecutarle […].