El 15 de febrero de 2008 llegó a mi página web un correo electrónico que me impresionó. Procedía de Argentina. Lo firmaba Irma G. Dahbar. Hice las oportunas averiguaciones y comprobé que el hecho era auténtico.
En esencia, la comunicación decía así:
… Mi marido lee y relee todos sus libros y yo los conozco a través de lo que él me va contando…
Son muy interesantes, pero quiero contarle algo extraño que sucedió en nuestra casa mientras nos hallábamos ausentes…
Resulta que nos fuimos de vacaciones y al cuidado de la casa quedó la señora que nos ayuda habitualmente con las tareas del hogar…
Trajo a sus hijitas para que le hicieran compañía durante nuestra ausencia…
Pues bien, al regresar, Eli, la mayor de las niñas, de nueve años, me contó lo siguiente: Serían las diez de la mañana… Estaba en la cocina, preparándose una taza de té cuando, de repente, vio a una mujer mayor, de cabellos blancos, que manipulaba el televisor…
La niña sintió miedo y bajó la cabeza…
Pero volvió a mirar…
La señora, a la que no conocía de nada, continuaba atareada con el televisor…
El aparato estaba apagado…
La niña permaneció quieta, sin moverse…
Quiso llamar a su madre, pero no se atrevió…
Y, súbitamente, el televisor se encendió…
La señora de los cabellos blancos —dice la niña— se asustó mucho y terminó marchando. Desapareció…
Entonces le mostré una fotografía. En ella aparecen mi madre y mi suegra, ambas con el pelo blanco…
Y solicité que me dijera si las conocía…
Eli no dudó…
Y señaló a mi suegra…
Era la persona que había visto junto al aparato de televisión…
¿Cómo era posible? Mi suegra falleció mucho antes, el 29 de abril de 2003…
Si esto es así —y la niña no miente—, ¿cree usted que podré ponerme en contacto con ella?…
Más aún: ¿por qué mi suegra se manifestó delante de una niña a la que no conocía?…
¿Por qué se asustó tanto al conseguir que el aparato de televisión echara a andar?…
Por supuesto, no tengo las respuestas, y así se lo hice ver.
La investigación sigue abierta.