El suceso que me dispongo a narrar tuvo lugar en Miami. Corría el año 1980.

Protagonistas: Gloria Carballo (fallecida), la señorita Quesada y, por supuesto, Ñica Roque.

En mayo de 1980, la señorita Quesada llegó a Miami…

—Venía huyendo del régimen castrista… Mi tía Gloria me acogió en su casa… Era en la calle 111 con la 52… Fue allí donde se recibió la increíble llamada telefónica…

Le rogué que procediera con orden.

—Esos días —prosiguió— me hallaba ocupada en los trámites burocráticos para conseguir la residencia en USA…

Hizo otra pausa y aclaró:

—Mi tía Gloria era una mujer fuera de serie, con una memoria prodigiosa. Recordaba nombres y fechas del siglo anterior. Murió con noventa y dos años…

Quesada simplificó:

—No tenía cabeza: tenía un vídeo…

Y continuó, a su aire:

—No sé si fue ese mismo mes de mayo (1980) cuando, al regresar a la casa, mi tía me dijo:

»—Ha llamado una tal Ñica Roque… Ha preguntado por ti… Debajo del teléfono está la dirección y su número… Llámala.

»—¿Ñica Roque? No sé quién es.

»—Eso ha dicho… Ñica Roque. Está grabado.

Entonces pensé en Antonia Rodríguez, una compañera de lucha en Cuba.

—¿Y qué tiene que ver Antonia Rodríguez con Ñica Roque?

Quesada me miró con espanto. Y bramó:

—En mi tierra, a las Antonias se les llama Ñica…

Comprendí.

—Me fui para el teléfono y leí lo escrito por mi tía:

»“Ñica Roque. 3024 S. W. 8 Street. A-142 Mobil Home. Teléfono: 643-2966”.

»—¿No será que te equivocaste y ha llamado Ñica Rodríguez?

»—No —contestó mi tía con santísima paciencia—. Fue Ñica Roque.

»—No conozco a ninguna Ñica Roque.

»—Pues llámala, carajo…

»Llamé en ese momento, pero no respondió nadie. Y lo dejé.

Me atreví a interrumpirla:

—¿Ñica dejó un mensaje grabado?

—En efecto.

Y la señorita continuó:

—Así pasó un mes. El papelico en el que mi tía escribió los datos de Ñica Roque se extravió.

—¿Qué sucedió?

—Se lo llevó el viento, supongo… Y al mes, poco más o menos, cuando pasaba la aspiradora, encontré el dichoso papelico. Entonces se lo comenté a Gloria:

»—He encontrado el teléfono y la dirección de Ñica Rodríguez.

»Ella reaccionó y clamó:

»—Nica Rodríguez no… Ñica Roque.

»Llamé de nuevo. Esta vez se puso un señor. Parecía mayor.

»Le expliqué que estaba buscando a Antonia Rodríguez…

»—¡Ñica Roque! —susurraba mi tía por detrás.

»—No, ella no vive aquí —respondió el señor.

»—Es que llamó a mi tía y dejó su nombre y la dirección.

»Y le di los datos…

»—Sí, efectivamente —comentó—, yo vivo en una casa móvil.

»Me adelanté y le dije:

»—No se trata de una broma, señor…

»—Lo sé —replicó—, lo sé…

»—Le voy a ser sincera —añadí—. Ella fue una presa política, como yo. Por eso tengo interés en localizarla. Si ella ha llamado es porque está en Miami…

»—Yo vivo solo… Y desde hace tiempo.

»—Bueno, señor, ¿cómo hago para localizar a Ñica?

»Fíjate: fue la primera vez que yo mencionaba la palabra “Ñica” en la conversación. Y el hombre preguntó, alarmado:

»—¿Usted dijo Ñica?

»—Sí —contesté—, usted sabe que a las Antoñicas les llaman Ñica…

»—Un momento… Mi esposa se llamaba Ñica.

»—Pero no es la Ñica que busco —respondí—. Yo quiero ubicar a Ñica Rodríguez.

»—Tiene razón. Mi esposa se llamaba Ñica Roque, pero murió hace dos años…

»Quedé paralizada.

»Llamé a mi tía:

»—¡Gloria, este señor es el viudo de Ñica Roque! ¿Cómo es que tú dices que hablaste con la esposa? ¡Está muerta!

»—Sí —replicó la tía—, fue Ñica Roque la que llamó. Ahí está la grabación…

»Gloria habló con el viudo y explicó lo sucedido.

—Veamos si lo he entendido —interrumpí—. Ñica Roque había muerto en 1978…

—Ñica Roque llevaba dos años enterrada.

»Y volví a hablar con el viudo…

»—¡Qué raro es todo esto! —comentó.

»—Ya lo creo —le dije. Y pregunté—: ¿Usted cree en el más allá?

»—No señora… Yo soy testigo de Jehová.

Algún tiempo después, la señorita Quesada visitó el lugar desde el que había llamado Ñica Roque. Todo había sido demolido.

—No pude localizar al viudo, pero grabé en un vídeo a mi tía, narrando lo ocurrido.

—¿Qué edad podía tener el señor?

—Alrededor de setenta años.

En 2012, Nelly González y Virgilio Sánchez-Ocejo llevaron a cabo algunas investigaciones y confirmaron lo expuesto por Gloria Carballo y por la señorita Quesada. Y encontraron, incluso, el nombre y el teléfono del viudo: José Roque.

Lamentablemente, dicho teléfono aparece desconectado. Eso puede significar que José Roque haya fallecido, y no hace mucho. Ello explicaría que el número telefónico no haya sido adjudicado a otro usuario. También puede ocurrir que viva en otro lugar. Según los cálculos de la señorita Quesada, José Roque podría tener hoy alrededor de cien años…

Y me hago algunas preguntas:

¿Por qué Ñica Roque utilizó el apellido de su marido?

La respuesta es obvia. Si hubiera usado el suyo, Nelly y Virgilio no habrían tenido éxito en sus pesquisas. Sencillamente, no habría constado en los directorios.

¿Por qué la difunta Ñica llamó a una desconocida y le proporcionó su dirección y teléfono?

Sólo se me ocurre algo, aparentemente absurdo: «Alguien» está por encima del tiempo y del espacio. «Alguien» sabía que, treinta y dos años más tarde, un investigador se reuniría con la señorita Quesada. «Alguien» sabe que este libro está ahora en sus manos…

Lo dicho: todo medido.

Estoy bien
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