Capítulo 21
LA ducha dio paso al minucioso proceso de arreglarse para la noche. Zack tardó apenas cinco minutos. Con unos pantalones de cuero estrechos; una camiseta negra de cuello en uve que mostraba parcialmente la musculatura de su increíble torso enmarcándolo con su estrechez y unas botas militares negras con el añadido de su chupa de cuero llena de parches de grupos de Heavy Metal, estaba de lo más sexy. Su larga cabellera morena la recogió en una coleta baja mientras esperaba a que se secara. Lory, en cambio, se había atrincherado en el baño y estaba seguro que con lo coqueta que era, menos de media hora no tardaría.
Se habían entretenido mucho prodigándose mimos, eran las once y media de la noche y justo a esa hora habían quedado para cenar.
Fueron demasiado puntuales...
—¡Ya estamos aquí! —canturreó su hermana vestida para la ocasión con un vestido negro largo de fiesta con incrustaciones brillantes.
Nadia iba vestida con un disfraz de Cenicienta. Hasta que no convenció a su padre para que se lo comprara en el parque su sobrina no calló, y al parecer, no había quién se lo quitara.
—¡Vaya, menudo banquete! —exclamó Jason sorprendido ante la enorme mesa llena de platos cubiertos para que no se enfriaran—. ¿Y Lory?
—¡Estoy arreglándome, ya salgo! —gritó desde el baño.
El “ya salgo” de Lory debía traducirse como “estoy todavía en bolas y solo me ha dado tiempo a secarme el pelo”. Maggie y Ethan llegaron un cuarto de hora después, porque al igual que Lory, Maggie era una tardona y aun así la otra seguía sin dar señales de vida.
—Florecilla, ¿estás bien? Tenemos hambre —murmuró Maggie al otro lado de la puerta. Un sonido de plástico chocando unos contra otros y una cremallera cerrándose, le hizo saber por pura intuición femenina que acababa de cerrar el neceser de los maquillajes.
—¡Ya voy! —respondió de forma cansina. ¡Qué poca paciencia!
Cinco minutos después salió. Zack boqueó como un pez, a punto de babear al verla. Llevaba un corto vestido negro de polipiel estrecho que se ceñía a las curvas de su cuerpo de forma sensual y hacía que sus pechos quedaran muy juntos con ese exuberante canalillo que se moría por lamer. Llevaba una cazadora negra abierta de la misma tela que el vestido y su atuendo finalizaba en unos zapatos Laboutin de tacón de aguja con pinchos dorados en el talón. El color rojo de sus labios y el ahumado grisáceo de sus ojos, la hacían tentadora, peligrosa.
—¡Menudo estilazo! —aplaudió Maggie—. ¡Me encanta tu look rockero! —Lory sonrió al observar a Zack.
Ella normalmente no utilizaba ropa tan atrevida y el negro hacía tiempo que había dejado de ser un color primordial en su armario, pero conocía la forma de vestir de Zack y quería ir conjuntada con él, además de impresionarlo.
Después de la larga hora en el baño dudando con qué hacerse el resultado no podía ser mejor. Al principio tuvo sus reparos al mirarse en el espejo, creía que iba demasiado provocativa y que haría el ridículo por atreverse con un atuendo tan descarado. Dejar a Zack boquiabierto le producía un subidón que incluso le quitaba por unos segundos los complejos. Su mirada llena de deseo indicaba que estaba a punto de quitarle la ropa en ese instante y comprendió que era una idiota por pensar que no le quedaría bien.
—Tita Lory, tas pesiosa —la felicitó Nadia.
Lory la cogió en brazos besando su frente y dijo:
—Tú también, pequeña Cenicienta.
Se sentó en la mesa justo al lado de Zack y este la besó con ardor ante la mirada de todos los presentes.
—Estás increíble. En cuanto acabe la cena te quito ese vestido con los dientes si hace falta —susurró en su oído haciéndola reír.
Cenaron entre risas. Lory puso algo de música conectando su Iphone a un altavoz portátil que siempre llevaba cuando salía de viaje y Zack se sorprendió cuando la preciosa balada del grupo Saratoga llamada, “Si amaneciera”, sonó.
Lory lo miró sonriendo.
Era su canción. No podía creer que Lory aun la recordara. Un día a la salida del instituto, el grupo con el que ambos iban propusieron ir a un bar de la ciudad a jugar unos futbolines y a Zack ya hacía días que le rondaba por la cabeza pedirle de salir a Lorraine.
Su amistad iba viento en popa y le habían llegado rumores de que ella se moría por él. Días antes él estaba saliendo con una chica del instituto, pero en esa época, las chicas le llovían y salía con unas y otras, disfrutando a tope de su adolescencia. Era consciente que su chulería y su forma de ser, gamberra y desafiante, atraía al sexo opuesto haciéndolas caer en sus redes con solo chasquear los dedos, pero con Lory tenía una relación diferente. Era una gran amiga y cada vez le gustaba más lo que veía en ella. A pesar de no tener el cuerpo delgado que todas las chicas con las que salía tenían, la quería a su lado y sabía que aquello daría pie a habladurías entre sus colegas. Sin embargo, no le importaba. Él hacía con su vida lo que le daba la real gana y aun era muy joven, si cometía un error, podría decir que al menos lo había intentado.
Lory le gustaba de verdad.
Ese día se acercó a ella después de ganar una partida al futbolín y se sentó a su lado en las escaleras que había frente a la sala donde todas las chicas se apelotonaban para mirarlos mientras cuchicheaban.
—¿Te lo estás pasando bien? —le preguntó sonriente. Lory sonrió con dulzura y asintió.
Sus mejillas enrojecían cada vez que hablaba con él. Era del todo adorable.
Lo siguiente que hizo, y sin previo aviso, fue darle un beso en la mejilla que la sorprendió y con la canción de Saratoga sonando a todo volumen en el Bar, le pidió de salir sin darle tiempo a pensar su respuesta. Dándole el primer beso con lengua de su vida para dejar a todos sus amigos sorprendidos por la declaración.
Volvió al presente con una sonrisa en su rostro y antes de que Lory se sentara de nuevo en la mesa, se levantó y la besó mientras Saratoga cantaba:
Si amaneciera sin ti
Yo no sé lo que sería de mí
Hoy la muerte me ha mostrado ya sus cartas
Y no encuentro la esperanza
Trato de salir, no quiero admitir
Mi soledad
—Me sorprende que aun te acuerdes —murmuró con emoción.
—Hace poco que he vuelto ha escucharla. Desde que te encontré de nuevo. ¿Cómo iba a olvidarlo? —le respondió enrojeciendo como la niña de antaño.
La noche se alargó hasta las tres de la madrugada. Nadia hacía dos horas que se había quedado dormida en un sillón y Tatiana y Jason se la llevaron media hora después también cansados por el largo día. Aun tenían que preparar los regalos que papá Noel le llevaría y adornar su habitación para hacerle algo bonito.
Ethan estaba tirado en el suelo, jugando con una medio borracha Maggie que parecía tener energía para mantenerse toda la noche despierta.
Lory abrazaba a Zack, mientras este luchaba contra la pesadez de sus ojos.
—¿Quieres tu regalo? —preguntó Lory para que le prestara atención.
Llevaba días intentándole sonsacar lo qué era, pero no consiguió ni una sola pista. Su insistencia le hacía parecerse a su sobrina y Lory entendía de quién venía parte del carácter de la pequeña.
Se levantó de su sitio y sacó de la maleta una enorme caja que hacía días que llevaba viendo por su casa. Lory le dijo que era el regalo de Maggie, pero mintió. Lo abrió con la ilusión grabada en sus ojos y después de quitar el papel y abrir la caja, la forma de una guitarra apareció ante él.
Abrió la funda de piel sintiendo la sonriente mirada de Lory puesta en él y por poco no grita cuando vio lo que se hallaba en su interior.
—¡Madre del amor hermoso! —exclamó a voz de grito despertando a Ethan de su duermevela sobre el suelo—. ¿Es la guitarra de Jimi Hendrix? —Lory asintió. La cara de Zack no tenía precio. Sus ojos brillaban maravillados, sorprendido por completo con su regalo—. ¡No me lo puedo creer!
—Pues créetelo, es toda para ti.
Se puso en pie dejando la guitarra en la mesa con suavidad y cogió a Lorraine en brazos para plantarle tal beso, que la dejó sin aliento.
—Te quiero —murmuró contra sus labios—. ¿Cómo demonios la has conseguido? —preguntó con curiosidad. Él era fanático de todo lo relacionado con la historia del rock and roll y Jimi Hendrix era uno de sus ídolos. Tener en sus manos una reliquia como esa guitarra era un placer del que no se creía merecedor. Había muy pocas y la mayoría estaban expuestas en museos. Recordaba haber visto esa en el Hard Rock de Londres, pero era de las pocas que no estaban a la venta.
—La cogí en mi viaje a Londres. Me costó convencer al del museo —rió recordando la estúpida mirada del dueño del local.
—Eres increíble, cariño. Pero debe haberte costado una pasta —dijo todavía alucinado sin quitar la vista de la guitarra. Parecía un niño pequeño al que le acabaran de dar su caramelo favorito después de meses sin poder comer chucherías.
—No pienses en eso, es para ti y con eso me basta.
Sabía que a Zack no le parecería bien que se hubiera dejado tanto dinero en ese regalo. Era algo que él, con su sueldo de camarero en la Ovella Negra, no se podría permitir ni en diez años, aunque para Lory el dinero no importaba. Tenía mucho más de lo nunca pudo imaginar y cuando entró en el Hard Rock y la vio, supo que sería para él, costara lo que costase.
Acababan de volver a entablar amistad y ni siquiera sabía cómo iría la cosa entre ellos, pero un pálpito en su corazón fue quien la llevó a coger ese regalo y había acertado de lleno, pese a que su ego masculino seguía creyendo que era demasiado. Él no podía permitirse un regalo tan caro y después de recibir la guitarra del mismísimo Jimi Hendrix, se sentía ridículamente nervioso al darle el suyo. No le llegaba ni a la suela de los zapatos.
—No tiene ni punto de comparación con el tuyo, pero espero que te guste.
Lory puso su mejor sonrisa y con la ilusión grabada en su rostro cogió entre sus manos el paquete de Zack, abriéndolo con cuidado.
A simple vista tenía la forma de un libro, pero las solapas acolchadas contenían una fotografía de ellos besándose con tan solo quince años.
Lo abrió con lentitud y en su interior había muchas más de él y ella. Retratos de los dos juntos durante su adolescencia con preciosos textos de la letra de “Si amaneciera”, su canción. Ahora entendía su sorpresa cuando la puso durante la cena. Él también la recordaba.
—Es lo más bonito que me han regalado nunca —susurró con las lágrimas al borde de sus ojos sorprendida porque Zack hubiera guardado todas esas fotos que ella misma destruyó cuando él desapareció. Al volverlas a ver, se acordó los viejos tiempos, aquellos tan felices, cuando tan solo era una niña enamorada del chico malo del instituto.
Se miraba y apenas se reconocía. En todas las fotos salía sonriendo, con un brillo en sus ojos especial que aun no había logrado recuperar del todo. Estaba en ello. Esa Lory algún día volvería.
Acarició las páginas con dulzura, pasándolas despacio y grabando en su retina cada imagen mientras revivía en su mente cada momento en el que se hicieron. En la última página eran ellos dos hacía una par de semanas, en el cumpleaños de Nadia y debajo ponía:
“Para mi chica Perfectamente Imperfecta: Las imperfecciones nos hacen ser reales y verdaderos. La perfección tan solo es el efímero sueño que el ser humano cree poder alcanzar.
Madurar es darte cuenta que el amor de tu vida no es una princesa ni un príncipe de cuento, sino una persona Perfectamente Imperfecta”.
—¿Te gusta? —preguntó con nerviosismo al ver que no hablaba. Llevaba varios minutos absorbida por las imágenes sin apenas pestañear. Durante días preparó la sorpresa y había quedado muy orgulloso del resultado.
Cuando lo comenzó su relación aun era de amistad y con él pretendía conquistarla de nuevo.
No había hecho falta. Estaban juntos.
—¡Me encanta! —dijo efusiva, y al igual que hizo él minutos antes, lo besó con pasión, demostrándole con ese beso cuanto le había gustado.
La nochebuena había llegado a su fin. Eran las cinco de la mañana cuando Maggie y Ethan se marcharon a su suite a dormir la mona. Pronto amanecería y aun les quedaba un día entero para aprovecharlo en el parque, viendo espectáculos y repitiendo una y otra vez en las atracciones, así que debían descansar para amanecer con energía.
—Me miras como si fueras a comerme —rió Lory al ser consciente de la mirada que Zack le echaba desde la entrada de la habitación.
Durante toda la noche la había mirado con lujuria intentando resistirse a lanzarse a sus brazos para arrancarle el vestido con los dientes si tenía oportunidad. Jamás la había visto con ese estilo de ropa, ella siempre era elegante y recatada. En esos momentos parecía toda una femme fatale.
—En realidad es exactamente lo que estaba pensando...
Su voz sonó grave, como una caricia por todo su cuerpo. Lory estaba de pie a los pies de la cama, observando la lasciva mirada de Zack que aun estaba en la puerta, en una postura amenazadoramente sexy. Parecía un león a punto de saltar a su presa.
Se acercó a ella con lentitud y sonrió ladino parando la vista en su vestimenta provocativa. Le hacía un cuerpo espectacular, enmarcaba cada recoveco y resaltaba sus cuervas de infarto, haciéndole desear enredar sus manos en ellas y acariciar su suave piel.
Lo de la ducha tan solo había sido el aperitivo de lo que le esperaba esa noche. Lory tragó saliva al presenciar su mirada, imaginando en su mente los acontecimientos que estaban por llegar.
Sí, al día siguiente estaría agotada de tanto ajetreo, sin embargo, le daba igual.