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El estadio estaba a las afueras, camino de la ciudad de Gyeongsan. Por la ventanilla del autobús, observaba los letreros, que parecían jeroglíficos, y a los transeúntes; a sus ojos eran todos iguales. Desde que emprendió el viaje, no lo había abandonado una sonrisa interior. Ahora pertenecía al club de los elegidos. Había pasado noches despierto imaginándose ese momento y ahora que había llegado, lo embargaba una paz interior difícil de explicar.

El autobús, escoltado por dos motos de la Policía, paró en la zona de seguridad. A través del cristal, Janik vio a cientos de atletas esperando en uno de los laterales del estadio. Bajaron del autobús y un voluntario los condujo hacia la zona donde se encontraba una chica con la bandera de Suiza. Esperaron unos minutos hasta que la gran columna empezó a moverse.

—Mira el del gorro azul, es Tyson Gay. Y allí delante, allí, con el equipo de Jamaica, está Usain Bolt —dijo Peter.

La fila se movió hasta que llegaron al arco que daba paso al estadio. En las gradas, la gente aplaudía. El calor y la alegría de decenas de miles de personas se transmitían por todos los rincones. En las dos grandes pantallas situadas a los lados del estadio se podía seguir la masa multicolor de deportistas andando sobre la pista de atletismo. Las cámaras de fotos de los atletas, que acababan de desfilar, no paraban de emitir destellos de luz. Los hombres y mujeres más veloces, más resistentes y más fuertes del planeta se concentraban en diez mil metros cuadrados. Solo 1.945 atletas de 202 naciones habían superado las exigencias mínimas para participar. Y Janik estaba entre ellos. Había cumplido uno de sus sueños. Han merecido la pena todos estos años de esfuerzo y sacrificio, pensó. Miró hacia las gradas. Se imaginó que su padre lo seguía desde algún rincón. Unos metros más adelante vio a los representantes de Rusia, Irina no estaba con ellos.

La ventana estaba semiabierta y la habitación en penumbra. Podía oír el zumbido de un mosquito desde la cama. Esperó a que se posase sobre la piel, pero hacía un buen rato que pasaba de largo, quizá intuyendo algo. Decidió incorporarse para ver si lo cazaba al vuelo. Cuando oyó su zumbido cerca, cerró las manos. Pudo sentir que el aire que había movido alrededor de sus manos había empujado al mosquito fuera de su alcance. Se levantó y siguió su rastro a duras penas, hasta que se posó en el cristal de la ventana. Se acercó despacio, tan cerca como pudo. Alzó la mano y, cuando iba a aplastarlo, vio que algo se movía fuera, en el cristal. El mosquito desapareció de su vista. Abrió la ventana. Había algo debajo, oculto entre unas macetas grandes. Un bulto cubierto por una manta. Se vistió deprisa, dejó la habitación y bajó los pisos que lo separaban de la terraza.

Oía ladridos de perros que venían desde alguna parte cercana. Giró el pomo de la puerta y salió al exterior. Miró hacia las dos macetas y allí estaba el bulto. Se había movido ligeramente a un lado. Por un hueco de la manta, sobresalía una melena rubia. Se aproximó y, de repente, apareció el rostro de una chica. Era Irina. Miró a Janik, con aquella mirada que ponía cuando él hablaba y ella lo escuchaba. Se levantó. La manta cayó al suelo. Estaba desnuda. Los ladridos de los perros se oían cada vez más cerca. La cara de Irina se iluminó con una sonrisa. Escuchó los gruñidos que provenían de la entrada y se volvió. Un hombre sujetaba con cada mano las correas de dos mastines. No pudo ver su cara, pero sus ropas y su manera de moverse le eran familiares. Los perros se levantaban nerviosos sobre las dos patas traseras esperando que su amo diese una orden. Irina corrió a su encuentro. Los perros no le prestaron atención, la conocían. Irina besó al hombre con pasión, mientras él posaba sus manos en las caderas desnudas de ella. Los dos mastines, libres de sus ataduras, corrieron en busca de su presa.

Janik se levantó sobresaltado. Pasó unos segundos sin saber dónde se encontraba y con el susto metido dentro. En la cama de al lado, Viktor, un prometedor atleta de 800 metros, dormía plácidamente. Miró el móvil, eran las seis de la mañana. En unas horas, tenía la eliminatoria del 1.500.