CAPÍTULO 2
Mystery y Herbal se sentaron en la tarima de la cama de Papa. Les habíamos hecho venir para comunicarles nuestra decisión. Yo me sentía orgulloso de mí mismo —aunque estaba equivocado, como descubriría luego—, pues, desde mi nueva posición de líder de la mansión, había encontrado la única solución posible a aquel complejo asunto.
—Herbal —empecé diciendo—, Katya no podrá venir a Proyecto Hollywood en dos meses. Si pasado ese tiempo sigues con ella, podrás traerla de nuevo a la mansión.
Herbal asintió.
—Mystery, tú tienes dos meses para olvidar a Katya. También queremos que sepas que, a partir de ahora, en la mansión habrá tolerancia cero. Si amenazas o atacas a alguien, o si dañas la propiedad privada de alguien, serás expulsado de Proyecto Hollywood.
Mystery no asintió.
—Básicamente, lo que me estás diciendo es que me vaya de la mansión y que, en cuanto me vaya, esa zorra me sustituirá —exclamó.
—Siempre es posible que Herbal y Katya rompan durante ese tiempo —intervino Playboy.
—No creo que eso vaya a pasar —repuso Herbal.
Mystery levantó los brazos.
—O sea, que me estáis echando.
—No —le dije yo—. Te estamos dando dos meses para que comprendas tus emociones y aprendas a aceptarlas.
Estaba intentando ayudarlo, pero él no estaba dispuesto a colaborar.
—Si decides irte, necesito que me avises con dos semanas de antelación —dijo Papa—. Te devolveré la señal completa y buscaré a alguien que quiera ocupar tu habitación.
Papa estaba contento. Todo estaba saliendo como quería.
Mystery frunció el entrecejo y movió la cabeza nerviosamente hacia un lado.
—¿Es que no os dais cuenta de que lo que quiere Papa es echarme de la mansión para que no le haga la competencia? —exclamó—. Esto no tiene nada que ver con lo que ha pasado entre Herbal y yo. Es la Verdadera Dinámica Social intentando acabar con el Método de Mystery. Papa me copió el modelo de negocio. Fui yo quien le aconsejó que aprovechara su sexualidad reprimida para ganar dinero. Si hasta cobra ciento cincuenta dólares por cursillos de iniciación en los que enseña mis técnicas. —Miró a Papa con odio. Papa lo miró sin ningún sentimiento—. Y ahora que ya no me necesita, quiere que me vaya. Así podrá meter a diez personas más en la mansión.
En ese momento pensé que Mystery seguía intentando eludir su responsabilidad.
—Esto no tenía por qué acabar así —le dije—. Has tomado las decisiones equivocadas y ahora tendrás que vivir con ellas, pero no digas que te estamos echando. Eres tú quien está hablando de irse.
Mystery se cruzó de brazos y nos miró con desprecio.
—¿Es que no te das cuenta de que comportándote como un macho alfa no vas a resolver nada? —continué—. De hecho, comportándote así nunca conseguirás lo que quieres.
—Comportándome así he conseguido que Katya se fuera de la mansión —repuso Mystery.
Yo no pude resistirme por más tiempo. Ya era hora de que Mystery despertase y viera lo que estaba haciendo con su vida.
—Necesitas que te digan un par de cosas —le dije levantando la voz por primera vez en la reunión—. Eres el mejor ilusionista que he visto nunca, pero, desde que te conozco, no has hecho nada por convertir tu espectáculo de noventa minutos en realidad. Te gastas todo el dinero que ganas con los talleres y tus antiguos alumnos se están forrando con tus ideas. Y en cuanto a tu vida amorosa, desde lo de Katya, has hecho huir de tu lado a cada chica con la que te has acostado. Si una chica me lo preguntara, le diría que no saliera contigo. Tu vida es un caos, Mystery, financiera, mental y emocionalmente. —Con cada frase que pronunciaba, me sentía como si me estuviera quitando un gran peso de encima—. No tienes nada; ni salud, ni riqueza, ni amor. Y tú eres el único culpable de estar así.
Mystery apoyó la cabeza entre las manos y se inclinó hacia adelante. Sus hombros empezaron a temblar y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Soy un hombre roto —dijo entre lágrimas—. Estoy roto.
El muro de sofisticación y autoengaño tras el que se protegía acababa de derrumbarse.
—¿Qué puedo hacer? —dijo al tiempo que levantaba la cabeza y me miraba—. Dime qué puedo hacer.
Noté cómo mis ojos se llenaban también de lágrimas. Incapaz de contenerlas, me volví hacia la pared para que Herbal y Papa no me vieran. Las lágrimas cada vez fluían más rápido. A pesar de todos sus defectos, Mystery me importaba. Después de dos años en la Comunidad, puede que yo todavía no tuviera novia, pero sí tenía la amistad que me unía a ese gran genio llorón. Después de todo, puede que sean las emociones sinceras y las experiencias compartidas las que forjan una relación; no siete horas de técnicas de sargeo seguidas de dos horas de sexo.
—Necesitas hacer terapia —le dije—. Necesitas ayuda. No puedes seguir haciéndote esto a ti mismo.
—Tienes razón —asintió. Las lágrimas volvieron a llenar sus ojos, espesas como el mercurio. Mystery cerró la mano en un puño y se dio un golpe en la cabeza—. Tienes razón —repitió—. La he cagado.