Epígrafe
En suma, puedo decir ser tal arte [de la imprenta] no solo ingeniosísima y noble, sino del provecho público y particular que se sabe, y así digna de toda honra y estimación. La fatiga de todos sus oficiales es increíble, y no menor la de los autores mientras duran las impresiones de sus libros. Entre unos y otros suele haber no pocas diferencias y voces, nacidas así de las prolijidades de los primeros, como de las remisiones de los últimos; si bien en parte están disculpados por ser precioso en ellos cualquier instante de tiempo para la puntualidad de sus tareas, que suelen ser grandes.
CRISTÓBAL SUÁREZ DE FIGUEROA,
Plaza universal de todas las ciencias y artes (1615)
Sucedió, pues, que yendo por una calle alzó los ojos don Quijote y vio escrito sobre una puerta, con letras muy grandes: «Aquí se imprimen libros», de lo que se contentó mucho, porque hasta entonces no había visto emprenta alguna y deseaba saber cómo fuese. Entró dentro, con todo su acompañamiento, y vio tirar en una parte, corregir en otra, componer en esta, enmendar en aquella, y, finalmente, toda aquella máquina que en las emprentas grandes se muestra. Llegábase don Quijote a un cajón y preguntaba qué era aquello que allí se hacía; dábanle cuenta los oficiales; admirábase y pasaba adelante.
MIGUEL DE CERVANTES,
Segunda parte del ingenioso hidalgo
don Quijote de la Mancha (1615)
La invención de la imprenta es el mayor acontecimiento de la historia. Es la revolución madre. Es el modo de expresión de la humanidad renovándose continuamente, es el pensamiento humano despojándose de una forma y revistiendo otra, es el cambio completo y definitivo de la piel de esa serpiente simbólica que, desde Adán, representa la inteligencia.
Bajo la forma de imprenta el pensamiento es más imperecedero que nunca: es volátil, inasible, indestructible. Se mezcla con el aire. […] Se convierte en bandada de pájaros, se esparce a los cuatro vientos y ocupa al mismo tiempo todos los lugares del espacio y del aire.
VICTOR HUGO,
Nuestra Señora de París (1831)