CÓMO LLEGAR A PRIMERA Y NO MORIR EN EL INTENTO

Noble, pero lento. Técnico, pero duro. De buen cabezazo, pero con un temperamento que en algunas ocasiones le jugaba en contra. A la hora de analizar al Bielsa jugador, siempre surge algún pero

Intelectualmente ya se veía a un tipo diferente y honesto. También quedaba clara desde temprano una obsesión por las tácticas, a punto tal que una vez terminado de duchar luego de los partidos de Reserva, cruzaba al vestuario de enfrente para arrancar el papel de la formación del equipo rival. ¿El motivo? Familiarizarse con los nombres de los jugadores que acababa de enfrentar y poder analizar sus características. Así las cosas, conocía datos acerca de una cantidad infrecuente de jugadores, ignotos para la mayoría de sus compañeros. Pero no para él.

Una vez recibido de perito mercantil y para cumplir con el deseo familiar, se anotó para dar el examen de ingreso para la carrera de Agronomía. Se sacó un diez en matemática, pero como sólo obtuvo un tres en castellano, el promedio lo dejó afuera de los aprobados. En ese momento, el planteo de sus padres fue el estudio o el trabajo, pero él sólo pensaba en el fútbol, aunque eso implicara irse de casa.

«González, lo vengo a ver para que me dé una mano. Necesito que me consiga un lugar en la pensión del club.»

Norberto Oscar González era el secretario técnico de Newell’s en esos primeros años de la década del setenta. El dirigente le explicó lo difícil que le resultaría justificar la presencia en la pensión de un jugador que vivía en Rosario y que, encima, pertenecía a una familia acomodada. El alojamiento estaba reservado para los chacareros que llegaban desde pequeños pueblos del interior de la provincia, sin casa donde parar. Sin embargo, la gestión llegó a buen puerto y el Gallego Martínez, encargado del lugar, le hizo un hueco. El tema pasaba a ser comunicarlo en su casa. Con su bolso ya armado, avisó de la «buena nueva».

—¿Por qué te vas? —le preguntó sorprendida su madre.

—Porque tengo cosas que hacer —fue la respuesta lacónica del joven.

La decisión de Marcelo ya marcaba una gran personalidad y un amor por su vocación a prueba de todo. Sin embargo, la estancia en el pensionado de Mendoza y Moreno no duró demasiado. Bielsa tenía una moto que era su debilidad, y no tuvo mejor idea que meterla adentro del cuarto para que nadie pudiera tocarla. Al poco tiempo, el olor a nafta dentro de la habitación resultaba insoportable. La moto dormía a su lado, pero no podía seguir allí.

Luego de probar la experiencia y de mostrarles a sus padres hasta dónde estaba dispuesto a llegar para ser futbolista profesional, un día decidió volver.

—Hola hijo, ¿por qué volvés? —le preguntó sorprendida su madre.

—Porque ya hice todo lo que tenía que hacer.

La respuesta fue corta y contundente. No había más para agregar.

Jugó en todas las categorías de las inferiores y en algunas, como en la Reserva, se consagró campeón. No era un jugador brillante, pero se hacía sentir. Cada pelota la disputaba al límite.

Frente a la exigencia era implacable y ya de joven la derrota lo golpeaba fuerte. En una oportunidad, jugando en Tercera ante Argentinos Juniors, su equipo perdió el invicto y Bielsa fue expulsado. La idea prepartido era quedarse en Buenos Aires con su amigo el Gordo José Falabella, que lo había ido a ver con la intención de pasar el fin de semana paseando por la Capital. Pero fue tal la frustración por el traspié, que Marcelo quiso volverse apenas terminado el partido. Después de muchas negociaciones Falabella logró convencerlo para que se quedara esa noche. A la mañana siguiente y en soledad, porque su amigo estaba con su novia, encaró el retorno a Rosario.

Marcelo era feliz jugando en el cuadro del que era hincha, pero alguna vez intentó probar suerte en Buenos Aires. Junto con el Petiso Oscar Escalona, mediocampista de gran habilidad, pasó por una prueba en Boca. Fueron Ernesto Grillo y Nano Gandulla los que observaron sus condiciones. Bielsa quedó muy contento con su desempeño, pero la respuesta fue que los llamarían cuando tuvieran novedades con el libro de pases.

Sus compañeros lo respetaban porque dejaba todo en la cancha. Estudioso y exigente, sin apuros pero sin descanso, fue atravesando todas las categorías. El sueño de debutar en Primera estaba cerca.