EL LARGO CAMINO A JAPÓN

Tras la Copa América, el año transcurrió con competencias variadas. Como era del gusto de Bielsa, la Selección jugó varios amistosos de intensa exigencia. Los partidos trajeron suerte dispar en los resultados, aunque la búsqueda estaba apuntada especialmente a poder encontrar de forma paulatina el funcionamiento ideal.

Dos amistosos ante Brasil marcaron caras diferentes del equipo. En Buenos Aires, en el estadio Monumental, el conjunto nacional entregó una gran producción y obtuvo la victoria dos a cero. Tres días más tarde en el Beira-Río de Porto Alegre, llegó la revancha en el resultado y fue derrota por cuatro a dos. Así como en casa la superioridad había sido manifiesta y el entrenador ponderó el rendimiento, en el retorno la caída fue incuestionable. Nelson Vivas la tuvo siempre presente por un hecho vivido con el técnico: «Recuerdo que me dijo que era uno de los responsables de la derrota, pero me lo expresó de manera individual para no exponerme ante el grupo. Me marcó algunas cosas específicas del partido en las que tenía razón. Cuando vos conocés a personas que son así de frontales y nobles, no buscás una segunda lectura. El tipo te dice algo que tiene razón y apunta a seguir construyendo un funcionamiento. Te lo dice y tenés que asimilarlo, por más duro que sea, porque es bueno para el jugador. Aceptábamos su capacidad de trabajo, pero también su nobleza. Al futbolista no le gusta que lo engañen».

Una victoria ante Colombia, en la provincia de Córdoba, marcó la última presentación en suelo argentino. Para el final del año quedó una serie de dos partidos en España y la irregularidad volvió a hacerse presente.

El primer compromiso fue para cumplir con el Espanyol de Barcelona en el centenario de su fundación. Lo que ocurrió en el campo fue para olvidar con rapidez, pero un detalle quedó grabado a fuego. A causa de los festejos se produjo un hecho pintoresco e inédito. El entrenador nacional, por primera y única vez, vistió un traje con corbata y zapatos al tono. El equipo jugó mal y cayó por dos a cero ante un equipo de suplentes que lo superó claramente. Bielsa aceptó que tal vez se trataba del rendimiento más bajo del ciclo, aunque la recuperación podía darse setenta y dos horas más tarde en el duelo con la Selección española. Además, agregó que no podía darse el lujo de perder dos partidos seguidos, por lo que ubicó en un lugar trascendente el choque con España.

Con algún cambio de nombres y diferente actitud, el invicto de doce partidos que ostentaba la escuadra de José Antonio Camacho se hizo añicos. La victoria argentina por dos a cero tuvo pasajes de buen juego, pero, sobre todo, gran intensidad para la presión y generosidad en el despliegue. Algunos nombres como Cristian González, autor del primer gol, tuvieron su revancha, y su actuación fue valorada por el técnico: «Contra el Espanyol había jugado en la línea de los tres del medio por la izquierda. Fui un desastre y pensé que no jugaba más. Fue un papelón para mí y así lo asumí. ¿Qué hizo el tipo? ¡Me puso de doble cinco contra España, mano a mano con Guardiola! Me dijo que con mi cambio de ritmo lo podía superar. Ganamos dos a cero e hice un gol de rebote, por ir con todo a pelear una pelota bien arriba. Fue como lo había dicho».

El gran objetivo era la clasificación para la Copa del Mundo y, tras un encuentro con Inglaterra en Wembley que finalizó sin goles al inicio del año 2000, el comienzo de las eliminatorias era una realidad.

Previo al debut con Chile, el entrenador recibió una noticia que no le resultó agradable: la FIFA, en su afán de quedar bien posicionada tanto con los clubes como con las asociaciones, redujo el tiempo de cesión de los jugadores de cinco a cuatro días. El entrenador no lo utilizó como excusa, pero se encargó de explicar la imposibilidad de realizar entrenamientos y ensamblar el equipo. Fue allí en donde tomó gran valor cada uno de los ensayos en Europa, en los que se trabajó con rigor y profesionalismo. Casi como en una declaración de principios, Bielsa afirmó que «desde que asumí en la Selección crecí en tolerancia, porque la intolerancia es incompatible con la función del entrenador». Explicaba que el camino por las eliminatorias no resultaría un pasaje cómodo y que la supuesta superioridad de Argentina y Brasil debía ser validada en la realidad: «Es verdad que existe una presunción de leve superioridad de Brasil y de la Argentina, pero el fútbol está cubierto tanto de confirmaciones como de sorpresas, así que no habrá que apoyarse en ese análisis. Tengo miedo que se instale una sensación del gane natural. Entonces cualquier traspié generaría decepción en vez de rebeldía; una presunción de superioridad que no ayudaría para nada».

El miércoles 29 de marzo, con Bielsa dirigiendo el primer partido para llegar al Mundial, sus jugadores asimilaron esas palabras y aplastaron a Chile con una lección de juego, dinámica y contundencia. El equipo fue agresivo y práctico para ganar por cuatro a uno, generando una gran cantidad de situaciones de gol, con Verón como gran figura, bien acompañado por Zanetti, Ortega y el resto.

«Recuerdo la charla de Marcelo en Ezeiza antes de ir al Monumental, diciéndonos que pensáramos en la gente que se levanta a las cuatro de la mañana para ir a trabajar y paga la entrada para ir a ver a la Selección. Ésa fue una gran motivación para salir con una energía tremenda», repasa Zanetti.

Bonano, Ayala, Pochettino, Samuel; Zanetti, Simeone, Cristian González, Verón, Ortega, Batistuta y Claudio López jugaron un notable partido para desatar la euforia de la gente, que los despidió con una ovación. Dos tantos de Verón, uno de penal para terminar con la mala racha desde los doce pasos, un soberbio tiro libre de Batistuta y un remate corto del «Piojo» en el cierre del juego completaron una noche mágica.

El técnico, fiel a su costumbre, vivió el encuentro desde una silla de plástico, fuera del banco de suplentes. En el lado opuesto del campo, su colaborador Javier Torrente recibía indicaciones vía handy, para reproducírselas a los jugadores. Ningún detalle quedaba librado al azar. Luego del match recibió un llamado de felicitación de Diego Maradona que lo enorgulleció y en el contacto con la prensa ponderó la gran actuación de los jugadores.

Lo que siguió en los meses posteriores fue igual de productivo, aun sin ser tan destacable en el aspecto del juego. Las victorias sobre Venezuela por cuatro a cero en Maracaibo, luchando contra el viento y el pésimo estado del campo, y ante Bolivia por la mínima diferencia con un gol, a pocos minutos del epílogo de Gustavo López, sostuvieron la eficacia al ciento por ciento.

Bielsa mantuvo su cautela al entender que no se había jugado aún frente a los rivales más encumbrados del continente y que el camino recorrido todavía era breve. Sin embargo, estaba feliz por la respuesta del equipo. Para él, la mentalidad del jugador argentino lo lleva a estar alerta cuando enfrenta a rivales tradicionales y a relajarse contra oponentes más débiles.

El triunfo ante los bolivianos presentó algunas dificultades que sirvieron como caso testigo. El conjunto argentino fabricó una decena de situaciones de gol, pero necesitó demasiados minutos para vulnerar el arco del altiplano. No apareció la jugada mágica capaz de abrir el partido ante la cerrazón del rival. Todos rescataron el valor del triunfo frente a las circunstancias complejas del partido, y la explicación del técnico resumió la idea general: «Al triunfo le faltó brillo y le sobró justicia».

Puntaje perfecto con nueve unidades, un promedio de tres goles por partido y muchas más cosas en el haber de las que podían ponerse en el debe, daban un balance superavitario en el inicio del viaje para llegar a Japón. La falta de tiempo para trabajar se suplía con la convocatoria de los mismos nombres para cada encuentro, lo que arrojaba un conocimiento de la idea a desarrollar.

El comienzo había sido prometedor, pero se acercaban tramos de turbulencias que invitaban a observar la reacción del grupo. Llegaba el tiempo de probar que había buenos pilotos para escapar de las zonas de tormenta.