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Tuve noticias de la existencia del orangután de Borneo en el número de octubre de 1975 de la revista National Geographic. Guardé el ejemplar con el nebuloso propósito de, algún día, escribir «algo» de lo cual solo tenía el título: El mono de Borneo. Pero nunca lo escribí. Hoy, diecisiete años después, me encuentro en una pensión de Berlín, compartiendo la habitación con un orangután de dos años al cual no he querido ponerle nombre para no encariñarme.