NOTA HISTÓRICA

EL PROCESO DE UNA NOVELA

Sería posible decir que el chino como tal no es un lenguaje, que lo que pensamos como el lenguaje hablado en China es de hecho un complejo tejido de más de quinientos dialectos, siendo el mandarín el más conocido y el más comúnmente hablado. Posiblemente el menos conocido es un lenguaje secreto escrito que pasó de madres a hijas durante más de quinientos años, un lenguaje llamado nushu. La última mujer que lo aprendió en las rodillas de su madre tiene ahora noventa años y se está muriendo. Cuando se haya ido, el lenguaje pasará a la historia y al laboratorio.

Pero mientras vivía en los corazones y las mentes de las mujeres de China, nushu era algo extraordinario. Posibilitó que éstas, que aparte de él tenían poca o ninguna educación, pudieran ser alfabetizadas y dejaran constancia de acontecimientos y emociones que los ojos de ningún hombre podrían nunca profanar.

El lenguaje secreto del jin-shei empezó con diez personajes en busca de argumento. Las primeras ideas de la novela no consistían más que en descripciones de los personajes de diez niñas pequeñas, situadas en un contexto oriental a grandes rasgos, y específicamente chino. Pero no tenía una idea real de la historia que uniría a esos personajes hasta que me enteré del nushu y de lo que significaba para aquellas a quienes perteneció. Un estudio del lenguaje nushu hablaba de sus orígenes en una región de China bendecida con suelos fértiles y cosechas abundantes. La agricultura era el territorio de los hombres, que dejaban a las mujeres de la zona libres para concentrarse en artes más delicadas: hilado, tejido, bordado y poesía. Las mujeres podían reunirse en las casas de las demás y trabajar juntas en estas tareas. A través del vínculo que compartían del lenguaje secreto, era una costumbre popular entre las jóvenes observar algo que llamaban Jiebai Zhimei, una hermandad bajo juramento, un compromiso de corazón y espíritu entre mujeres que no eran de la misma sangre. Las hermanas Jiebai Zhimei se escribían las unas a las otras contándose sus alegrías y sus penas cuando el matrimonio las separaba. Mis propios personajes ganaron una identidad, un lenguaje, una hermandad que yo reinventé y bauticé como «jin-shei» en una mítica tierra —no exactamente China— que llamé Syai.

Me lancé a investigar sobre China. Encontré un manual de siglos de antigüedad sobre la buena educación de las jóvenes distinguidas y rápidamente hice que mis personajes rompieran las normas. Devoré libros como Court Life in China, de Isaac Taylor Headland, que me ofreció detalles de la vida cotidiana de las mujeres de la aristocracia, con descripciones del período Pekín y sus calles y bazares, con las costumbres de los nacimientos, funerales y matrimonios.

Mientras investigaba en mi historia y mi mundo más y más profundamente, un punto clave del plan resultó ser la búsqueda de la inmortalidad, y encontré abundante información sobre ello en los preceptos de la alquimia china, que estaban bastante ligados a los del Tao. Así que investigué el Tao y construí un mundo con ciencia y religión fuertemente arraigados en esa filosofía.

En algún lugar del proceso adquirí un libro llamado Chinese Civilization: A Sourcebook, editado por Patricia Buckley Ebrey. Fue un tesoro de ideas: los preceptos de Confucio, cómo una concubina era comprada, tratada y cómo entraban sus hijos en las jerarquías, la estructura de la vida en la ciudad e, incluso, el gremio de los mendigos, que al parecer era una entidad real. Tomé el concepto y me puse en marcha, transformándolo en algo bastante diferente en el proceso, pero que estaba ahí, esperándome.

La antigua China es un suntuoso tapiz, ornamentado como sólo lo oriental puede serlo. He usado muchos de sus ricos hilos para tejer la historia de El lenguaje secreto del jin-shei.

ALMA ALEXANDE.

Marzo de 200.