CAPÍTULO 34

Tessa

Abro la boca y Hardin no desaprovecha la oportunidad de meterme la lengua. El metal del piercing de su labio inferior está frío, y paso la lengua por la suave superficie. Es un sabor que me resulta familiar y me pone a cien, como siempre. Por mucho que me resista, lo necesito. Necesito tenerlo cerca, necesito que me consuele, que me rete, que me haga enfadar, que me bese y que me quiera. Enrosco los dedos en su pelo y tiro de los suaves mechones cuando me estrecha entre sus brazos con más fuerza. Ha dicho todo cuanto necesitaba oír, y me siento mejor con mi insensata decisión de permitirle que vuelva a mi vida…, aunque la verdad es que nunca ha dejado de formar parte de ella. Sé que debería haber aguantado más, que debería haberlo torturado y haberlo hecho esperar igual que él me torturó con sus mentiras. Pero no puedo. No es como en las películas. Es la vida real, mi vida, y a mi vida le falta algo sin él. Mi vida es insoportable sin él. Este chico tatuado, maleducado y enfadado con el mundo se me ha metido en la piel, en el corazón, y sé que, por mucho que lo intente, no conseguiré librarme de él.

Su lengua me acaricia el labio inferior y me muero de la vergüenza cuando se me escapa un gemido gutural. Me aparto. Estamos sin aliento, me arde la piel y él tiene las mejillas encendidas.

—Gracias por darme otra oportunidad —jadea estrechándome contra su pecho.

—Lo dices como si hubiera tenido elección —replico.

—La tienes —dice frunciendo el ceño.

—Lo sé —miento.

Lo cierto es que no he tenido elección desde que lo conocí. Estoy loca por él desde la primera vez que nos besamos.

—¿Y ahora qué? —pregunto.

—Lo que tú decidas. Yo sé lo que quiero.

—Quiero que volvamos a estar como antes de… como antes de todo lo que pasó.

Hardin asiente.

—Eso quiero yo también, nena. Te lo compensaré, te lo prometo.

Cada vez que Hardin me llama «nena» siento mariposas en el estómago. Su voz ronca, el acento británico y la delicadeza que hay detrás de su tono son una combinación irresistible.

—Por favor, no hagas que me arrepienta —le suplico, y me coge la cara entre las manos de nuevo.

—No lo haré. Ya lo verás —me promete y me besa otra vez.

Sé que tenemos muchas cosas que solucionar, pero estoy tranquila, decidida y segura de haber hecho lo correcto. Me preocupa la reacción de todo el mundo, sobre todo la de mi madre, aunque ya me ocuparé de eso llegado el momento. El hecho de que no vaya a pasar la Navidad con ella por primera vez en dieciocho años para poder estar con Hardin y que hayamos decidido volver a estar juntos no hará más que empeorar las cosas con ella, pero la verdad es que me da igual. Bueno, me importa, pero no puedo seguir bregando con cada decisión que tomo y es imposible tenerla contenta, así que he dejado de intentarlo.

Apoyo la cabeza en el pecho de Hardin y él me coge la coleta y la retuerce entre los dedos. Me alegro de haber terminado de envolver los regalos. Ya ha sido bastante estresante tener que comprarlos a última hora.

«Mierda. No le he comprado nada a Hardin.» ¿Me habrá comprado él algún regalo? No creo, pero ahora que volvemos a estar juntos… O que estamos juntos por primera vez… Me preocupa que me haya comprado algo y que se sienta mal cuando vea que yo no tengo regalo para él. ¿Qué podría regalarle?

—¿Qué te pasa? —pregunta levantándome la barbilla.

—Nada…

—No habrás… —empieza a decir, despacio y dubitativo—. No habrás… cambiado de opinión.

—No…, no. Sólo es que… no te he comprado ningún regalo —confieso.

Sonríe y me mira.

—¿Estás preocupada porque no me has comprado nada? —Se echa a reír—. Tessa, de verdad, me lo has dado todo. Es absurdo que te preocupes por un simple regalo de Navidad.

Aun así, me siento culpable, aunque me encanta la convicción con la que lo dice.

—¿Estás seguro? —pregunto.

—Del todo. —Vuelve a reírse.

—Te compraré un superregalo de cumpleaños —digo, y vuelve a acariciarme el labio inferior con el dedo.

Entreabro la boca y espero a que me bese de nuevo, pero sus labios se posan en mi nariz y luego en mi frente. Es un gesto sorprendentemente dulce.

—No celebro mi cumpleaños —explica.

—Lo sé…, yo tampoco celebro el mío. —Es de lo poco que tenemos en común.

—¿Hardin? —Se oye la voz de Trish mientras llama con cuidado a la puerta.

Él gruñe y pone los ojos en blanco y yo me bajo de su regazo.

Lo miro algo ofendida.

—No te vas a morir por tratarla un poco mejor… Lleva mucho tiempo sin verte.

—No la trato mal —dice. Y sé que de verdad lo cree.

—Intenta ser un poco más amable con ella, hazlo por mí. —Parpadeo como una vampiresa y él menea la cabeza.

—Eres un demonio —me espeta.

Su madre vuelve a llamar.

—¿Hardin?

—¡Voy! —dice, y se baja de la cama de un salto.

Cuando abre la puerta, veo que su madre parece terriblemente aburrida.

—¿Os apetece ver una película? —pregunta.

Hardin se vuelve hacia mí y enarca una ceja cuando digo:

—Sí —y me levanto de la cama.

—¡Fantástico! —sonríe ella y despeina a su hijo.

—Voy a cambiarme —dice Hardin echándonos del cuarto con un gesto de la mano.

Trish me tiende la mano.

—Ven, Tessa. Vamos a preparar algo para picar.

Sigo a su madre a la cocina. Será mejor que no vea a Hardin cambiándose de ropa. Quiero ir poco a poco. Despacio. No sé si eso es posible con él. Me pregunto si debería decirle a Trish que he decidido perdonar a su hijo, o al menos intentarlo.

—¿Galletas? —sugiere.

Asiento y abro los armarios de la cocina.

—¿De mantequilla de cacahuete? —le pregunto cogiendo la harina.

Trish enarca las cejas impresionada.

—¿Sabes hacerlas? Yo suelo comprar la masa lista para hornear, pero mucho mejor si sabes hacerlas caseras.

—No soy una gran cocinera, pero Karen me ha enseñado a preparar una receta fácil de galletas de mantequilla de cacahuete.

—¿Karen? —pregunta, y se me cae el alma a los pies.

No quería mencionar a Karen. Lo último que pretendo es incomodar a Trish. Me vuelvo para encender el horno y esconder mi vergüenza.

—¿La conoces? —dice.

No sé interpretar su tono de voz, así que me ando con pies de plomo.

—Sí… Su hijo, Landon, es mi amigo…, mi mejor amigo.

Trish me pasa unos cuencos y una cuchara y pregunta intentando parecer neutral:

—Ah… Y ¿cómo es?

Enraso la harina en la cuchara de medir y la echo en un cuenco grande tratando que nuestras miradas no se encuentren. No quiero contestar. No me apetece mentir, pero no sé cómo se siente con respecto a Ken y a su nueva esposa.

—Puedes contármelo —insiste.

—Es encantadora —confieso.

Asiente.

—Me lo imaginaba.

—No ha sido mi intención mencionarla. Se me ha escapado —me disculpo.

Me pasa la mantequilla.

—No te preocupes, cielo. No le deseo nada malo a esa mujer, nada en absoluto, aunque por supuesto me encantaría oír que es más fea que un trol. —Se echa a reír y me siento muy aliviada—. Pero me alegro de que el padre de Hardin sea feliz. Sólo querría que mi hijo olvidara todo el rencor que siente hacia él.

—Lo ha… —empiezo a decir, pero cierro el pico en cuanto Hardin entra en la cocina.

—¿Qué decías? —me pregunta Trish.

Miro a uno y a otra. No me corresponde a mí decírselo si Hardin no lo ha hecho.

—¿De qué estáis hablando, pareja? —pregunta Hardin.

—De tu padre —responde Trish, y él palidece. Por su expresión, sé que no tenía intención de contarle la relación incipiente con su padre.

—No sabía que… —intento explicarle, pero levanta la mano para que me calle.

Odio lo mucho que le gusta guardar su intimidad. Imagino que tendré que vivir con ello.

—Tranquila, Tess. He estado… pasando algo de tiempo con él —dice Hardin rojo como un tomate.

Sin pensar, me pongo a su lado. Esperaba que se enfadara conmigo y que le mintiera a su madre, pero me alegro de haberme equivocado.

—¿En serio? —pregunta ella muy sorprendida.

—Sí… Perdona, mamá. Ni me acerqué a él hasta hace un par de meses. Me emborraché y le destrocé el salón…, pero luego pasé un par de noches en su casa y fuimos a su boda.

—¿Has vuelto a beber? —inquiere Trish, y los ojos empiezan a llenársele de lágrimas—. Hardin, por favor, dime que no has vuelto a beber.

—No, mamá. Sólo fue en un par de ocasiones. Nada que ver con lo de antes —le promete.

¿«Lo de antes»? Sé que solía beber demasiado pero, por la reacción de su madre, es mucho peor de lo que me había dado a entender.

—¿Estás enfadada conmigo por haber ido a verlo? —pregunta Hardin, y le pongo la mano en la cintura para reconfortarlo.

—Ay, hijo. Nunca me enfadaría contigo por relacionarte con tu padre. Estoy sorprendida, eso es todo. Podrías habérmelo dicho. —Parpadea un par de veces para contener las lágrimas—. Llevo mucho tiempo deseando que olvides el resentimiento que le tienes. Fue una época horrible de nuestras vidas, pero sobrevivimos y la dejamos atrás. Tu padre no es el hombre que era y yo tampoco soy la misma mujer.

—Eso no cambia nada —dice él en voz baja.

—No, no cambia nada, pero a veces uno tiene que elegir olvidar, seguir adelante. Me hace muy muy feliz que hayas estado viéndolo. Te hará bien. La razón por la que te envié aquí…, bueno, una de las razones, fue para que lo perdonaras.

—No lo he perdonado.

—Pues deberías —dice ella con sinceridad—. Yo lo he hecho.

Hardin se apoya sobre los codos en la encimera y deja caer la cabeza mientras le acaricio la espalda con la mano. Al notar el gesto, Trish me sonríe como diciéndome que lo ha pillado. La admiro más que nunca. Es tan fuerte y cariñosa pese a lo poco afectuoso que es su hijo… Ojalá tuviera a alguien en su vida, igual que Ken tiene a Karen.

Hardin debe de estar pensando exactamente lo mismo porque deja caer la cabeza y dice:

—Pero él vive en una mansión y conduce coches caros. Tiene una nueva esposa… y tú estás sola.

—Me dan igual su casa y su dinero —le asegura ella. Luego sonríe—. Y ¿qué te hace pensar que estoy sola?

—¿Qué? —Levanta la cabeza sorprendido.

—¡No te asombres tanto! Soy un buen partido, hijo.

—¿Estás saliendo con alguien? ¿Con quién?

—Con Mike. —Se ruboriza, y me encanta.

La mandíbula de Hardin llega al suelo.

—¿Con Mike? ¿El vecino?

—Sí, con el vecino. Es un hombre muy bueno, Hardin. —Se echa a reír y me mira con complicidad—. Y me resulta muy cómodo tenerlo justo al lado.

Hardin hace oídos sordos a eso último.

—¿Desde cuándo? ¿Por qué no me lo habías dicho?

—Desde hace un par de meses. No es nada serio…, por ahora. Además, no creo que seas quién para darme consejos amorosos —se burla ella.

—Pero ¿Mike? Es un poco…

—No hables mal de él. Todavía estás en edad de recibir una azotaina —lo regaña Trish con una sonrisa juguetona.

Hardin levanta los brazos en señal de derrota.

—Vale, vale…

Está mucho más relajado que esta mañana. La tensión entre nosotros casi ha desaparecido y me hace muy feliz verlo bromear con su madre.

A continuación, Trish anuncia muy contenta:

—¡Perfecto! Voy a escoger la película. No vengáis sin las galletas.

Sonríe y nos deja solos en la cocina.

Me acerco al cuenco de los ingredientes y termino de mezclar la masa. Me chupo el dedo y Hardin, siempre de gran ayuda, apunta:

—No creo que eso sea muy higiénico.

Meto el dedo en el cuenco, rebaño la masa pegajosa y me acerco a él.

—Prueba.

Intento transferir la masa a su mano pero se lleva mi dedo a la boca y lo chupa. Ahogo un gemido y trato de convencerme de que sólo es su forma de limpiarme la masa de galleta… a pesar de cómo me está mirando…, a pesar de cómo me pasa la lengua por el dedo. A pesar de que la temperatura en la cocina haya subido trescientos grados y a pesar de que el corazón me lata tan fuerte que se me va a salir del pecho.

—Ya basta —digo sacando el dedo de su boca.

Me lanza una sonrisa maliciosa.

—Tendrá que esperar.

El plato de galletas desaparece durante los primeros diez minutos de película. He de confesar que me siento orgullosa de haber aprendido a hacer galletas. Trish me alaba mucho, y Hardin se come la mitad, cosa que me sirve como cumplido.

—¿Es malo que estas galletas sean lo que más me ha gustado de Estados Unidos hasta la fecha? —dice llevándose la última a la boca.

—Sí, una pena —se burla Hardin, y yo me río por lo bajo.

—Vas a tener que hacerlas todos los días hasta que me vaya, Tessa.

—Por mí, perfecto. —Sonrío y me acurruco contra Hardin. Me rodea la cintura con el brazo y doblo las piernas para poder estar más cerca de él.

Trish se queda dormida casi al final de la película, pero Hardin baja el volumen del televisor para que podamos terminar de verla sin despertarla. Para entonces estoy llorando a moco tendido. Es una de las películas más tristes que he visto. No sé cómo Trish ha podido quedarse dormida.

—Ha sido espantoso. Muy bonita pero muy triste —sollozo.

—Es culpa de mi madre. Yo quería ver una comedia y no sé cómo hemos acabado viendo La milla verde. Ya te lo advertí.

Sube la mano de mi cintura a mis hombros, me estrecha contra su pecho y me da un beso en la frente.

—Podemos poner «Friends» cuando estemos en el dormitorio para que te olvides de que al final se mue…

—¡Hardin, no me lo recuerdes! —protesto.

No obstante, se echa a reír antes de levantarse del sofá y tirar de mi brazo para que yo haga lo mismo. Una vez en la habitación, Hardin enciende la lámpara de la mesilla de noche y el televisor.

Cierra la puerta y vuelve junto a mí con esos ojos verdes brillantes y esos hoyuelos malévolos y me estremezco.

En mil pedazos
Cubierta.xhtml
Sinopsis.xhtml
Titulo.xhtml
info.xhtml
NotaEditor.xhtml
dedicatoria.xhtml
Prologo.xhtml
Cap001.xhtml
Cap002.xhtml
Cap003.xhtml
Cap004.xhtml
Cap005.xhtml
Cap006.xhtml
Cap007.xhtml
Cap008.xhtml
Cap009.xhtml
Cap010.xhtml
Cap011.xhtml
Cap012.xhtml
Cap013.xhtml
Cap014.xhtml
Cap015.xhtml
Cap016.xhtml
Cap017.xhtml
Cap018.xhtml
Cap019.xhtml
Cap020.xhtml
Cap021.xhtml
Cap022.xhtml
Cap023.xhtml
Cap024.xhtml
Cap025.xhtml
Cap026.xhtml
Cap027.xhtml
Cap028.xhtml
Cap029.xhtml
Cap030.xhtml
Cap031.xhtml
Cap032.xhtml
Cap033.xhtml
Cap034.xhtml
Cap035.xhtml
Cap036.xhtml
Cap037.xhtml
Cap038.xhtml
Cap039.xhtml
Cap040.xhtml
Cap041.xhtml
Cap042.xhtml
Cap043.xhtml
Cap044.xhtml
Cap045.xhtml
Cap046.xhtml
Cap047.xhtml
Cap048.xhtml
Cap049.xhtml
Cap050.xhtml
Cap051.xhtml
Cap052.xhtml
Cap053.xhtml
Cap054.xhtml
Cap055.xhtml
Cap056.xhtml
Cap057.xhtml
Cap058.xhtml
Cap059.xhtml
Cap060.xhtml
Cap061.xhtml
Cap062.xhtml
Cap063.xhtml
Cap064.xhtml
Cap065.xhtml
Cap066.xhtml
Cap067.xhtml
Cap068.xhtml
Cap069.xhtml
Cap070.xhtml
Cap071.xhtml
Cap072.xhtml
Cap073.xhtml
Cap074.xhtml
Cap075.xhtml
Cap076.xhtml
Cap077.xhtml
Cap078.xhtml
Cap079.xhtml
Cap080.xhtml
Cap081.xhtml
Cap082.xhtml
Cap083.xhtml
Cap084.xhtml
Cap085.xhtml
Cap086.xhtml
Cap087.xhtml
Cap088.xhtml
Cap089.xhtml
Cap090.xhtml
Cap091.xhtml
Cap092.xhtml
Cap093.xhtml
Cap094.xhtml
Cap095.xhtml
Cap096.xhtml
Cap097.xhtml
Cap098.xhtml
Cap099.xhtml
Cap100.xhtml
Cap101.xhtml
Cap102.xhtml
Cap103.xhtml
Cap104.xhtml
Cap105.xhtml
Cap106.xhtml
Cap107.xhtml
Cap108.xhtml
Cap109.xhtml
Cap110.xhtml
Cap111.xhtml
Cap112.xhtml
Cap113.xhtml
Cap114.xhtml
Cap115.xhtml
Cap116.xhtml
Cap117.xhtml
Cap118.xhtml
Cap119.xhtml
Cap120.xhtml
Cap121.xhtml
Cap122.xhtml
Cap123.xhtml
Agradecimientos.xhtml