Agradecimientos

Son muchas las instituciones y las personas que me han ayudado con este libro. Primero quisiera agradecer al American Museum of Natural History su colaboración, tanto con este libro como con la exposición sobre esta aventura. En la exposición, El Endurance: La legendaria expedición de Shackleton, figurarán casi todas las fotografías hechas por Frank Hurley que sobrevivieron a la expedición, así como todos los objetos que se sepa que han sobrevivido, incluyendo, gracias a Dulwich College, el James Caird. La exposición es posible gracias una importante donación del señor Joseph F. Cullman III y su esposa. Por esto y por su entusiasmo e interés, me siento más agradecida de lo que puedo expresar.

También debo agradecimiento a Ellen V. Futter, presidenta del museo, y a Anne Sidaman-Eristoff, presidenta de su Consejo de Administración, por el apoyo que han otorgado a la exposición. Quisiera expresar mi agradecimiento especial por su arduo trabajo y su entusiamo al doctor Craig Morris, decano de Ciencias, y a Maron L. Waxman, director adjunto de Publicaciones Especiales, así como a mis colegas David Harvey, director de Exposiciones, Joel Swemler, coordinador de Exposiciones, Ross MacPhee, conservador de Mamiferología, y Cynthia Woodward. Mi buena amiga Jenny Lawrence, directora de Natural History, actuó como consejera durante las primeras etapas, tanto de la redacción del presente libro como de la exposición. Rose Wadsworth también me guió en estas primeras etapas. Quiero dar las gracias también a Maria Yakimov, secretaria general, a Pat Dandonoli, director ejecutivo de Planificación institucional y Producción de Publicaciones e Información, y a Paul De Pass, que colaboró con el Departamento de Exposiciones.

La mayoría de las fotografías se han revelado por cortesía de la Real Sociedad Geográfica, de Londres, a partir de los negativos y los clichés de Frank Hurley. Desde su fundación en 1830, la Real Sociedad Geográfica ha organizado y financiado numerosas expediciones de descubrimiento, y financió parcialmente la expedición de 1914-1916 de Shackleton en el Endurance. El fondo fotográfico de la Sociedad posee un valor incalculable y legendario. Sin embargo, la Colección Hurley ocupa en él un lugar de honor. Debo mi gratitud a la doctora Rita Gardner, presidenta de la Sociedad, así como a Nigel de N. Winser, director adjunto de la Sociedad, quien se mostró receptivo y alentador cuando la exposición era tan sólo una idea en mi mente. Gracias especiales a Joanna Scadden, gerente de la biblioteca de fotografías, por supervisar el revelado de las fotos. El doctor A. F. Tathan, archivero de la Sociedad, me proporcionó documentos y varios objetos, ¡incluyendo la Biblia que Shackleton creyó haber dejado atrás en el hielo!

El Instituto Scott de Investigaciones Polares, de la Universidad de Cambridge, me proporcionó la segunda parte de la Colección Hurley y permitió que reprodujera algunas de las magníficas y menos conocidas fotografías publicadas por el Instituto en un álbum. Gracias, por lo tanto, al servicial personal del Instituto, sobre todo al doctor Robert Headland, archivero y conservador de la asombrosa colección de documentos, fotografías y manuscritos que posee el Instituto. En el curso de mis visitas al mismo, el doctor Headland me guió a través de los numerosos diarios y documentos y en todo momento me brindó generosamente sus consejos y comentarios. También agradezco especialmente a Philippa Hogg, encargada de la biblioteca de fotos, por ayudarme, con entusiasmo y eficacia, a obtener fotografías y detalles para mi investigación.

En el Instituto Scott de Investigaciones Polares leí los diarios de Sir Ernest Shackleton, Reginald James, Lionel Greenstreet (en microfilm), Thomas Orde-Lees y Frank Worsley, así como la correspondencia de muchos de estos hombres, los papeles de los biógrafos de Shackleton, Margery y James Fisher, y las memorias inéditas de Lees, Atrapados por icebergs y témpanos. También allí leí el manuscrito mecanografiado de las memorias de Worsley acerca de las dos travesías en barco y el recorrido de la isla de San Pedro. Todas las citas de estas obras aparecen con la amable autorización del Instituto.

Barbara y Michael Gray, del museo Fox Talbot, reprodujeron todas las fotografías que figuran en el presente libro y en la exposición. Les estoy profundamente agradecida por su soberbio trabajo y por la información que me proporcionaron sobre los métodos fotográficos de Hurley.

La biblioteca Mitchell, de la biblioteca del Estado de Nueva Gales del Sur, en Sydney, Australia, me proporcionó microfilms del diario de Frank Hurley y de las memorias de Frank Wild, cuyos originales forman parte de su colección. También de su colección se ha reproducido la fotografía que hizo Frank Hurley de John Vincent (el original, en color Paget). Estoy asimismo sumamente agradecida a Tim Lovell Smith, de la biblioteca Alexander Turnbull de Wellington, Nueva Zelanda, por el préstamo de la copia en microfilm de los diarios de Frank Worsley (por cortesía del Instituto Scott de Investigaciones Polares), Henry McNish y Thomas Ordes-Lees, cuyos originales se encuentran en la colección de dicha biblioteca. Las citas de estos diarios se reproducen con la amable autorización de estas instituciones.

Por encima de todo, mi agradecimiento va a las familias de los miembros de la expedición y a varios estudiosos independientes. Ningún proyecto en el que yo haya trabajado ha suscitado tan generosos e incondicionales ofrecimientos de ayuda. Pusieron a mi disposición, sin condiciones, diarios y documentos que habían permanecido guardados celosamente durante muchos años. Otros compartieron conmigo el fruto de muchos años de trabajo privado o el contenido de obras que estaban redactando y todavía inéditas; ninguna de estas personas pidió siquiera figurar en los créditos del presente libro. Sin la información y el material que estas familias y estudiosos me proporcionaron me habría resultado imposible escribirlo.

Alexandra Shackleton, nieta del gran explorador, se mostró muy generosa con su tiempo y con las posesiones de su familia; además, resultó una persona muy interesante.

Peter Wordie y la señora Alison Stancer me proporcionaron una copia, que hasta entonces nadie más había leído, del diario de su padre, un documento fascinante y muy preciso en el cual me apoyé mucho. También fueron muy generosos con otros documentos y fotografías.

La familia Blackborow al completo —el hijo, el nieto y la biznieta, así como, increíblemente, la hermana y el hermano del polizón de Shackleton— me brindaron una calurosa bienvenida y mucha información acerca de Perce Blackborow.

Thomas McNish no sólo me proporcionó información y registros de su abuelo, sino que, con su esposa Jessie, fue un hospitalario anfitrión cuando visité su hogar. Isabel y Donald Laws, así como Iris Johnstone, de otras ramas de la familia de McNish, se convirtieron en infatigables investigadores del tan interesante como misterioso Chippy McNish.

El doctor Richard Hudson me recibió amablemente en su hogar, donde me permitió ver el sextante que su padre prestó a Worsley para que pilotara el Caird, además de dejarme hojear los numerosos papeles que su padre dejó.

La familia Macklin me ofreció generosamente usar el diario de su padre, así como su voluminosa correspondencia y otros papeles. Tuve también la suerte de hablar de ciertos miembros de la tripulación con la difunta Jean Macklin, esposa del doctor Alexander Macklin.

La señora Doris Warren me envió amablemente copias de los papeles y las fotografías de su padre, Walter How.

La señora Toni Mooy se mostró generosa con los vívidos recuerdos que guardaba de su padre, Frank Hurley, y me permitió citar los diarios de éste.

Julian Ayer me permitió con gran amabilidad el acceso a los negativos fotográficos de su abuelo Thomas Orde-Lees poniéndome al corriente de aspectos de su vida.

Estoy profundamente agradecida al padre Gerard O’Brien, nieto de Tom Crean, así como al ahijado de Crean, John Knight, por la información que me dieron acerca del gran explorador. El Ayuntamiento del condado de Kerry me proporcionó amablemente copias de documentos de Crean.

Richard Greenstreet me dio material biográfico sobre su tío y las citas de la correspondencia de Lionel Greenstreet se reproducen con su amable autorización.

Roy Cockram me proporcionó un maravilloso material biográfico y anecdótico acerca de Charles Green, su tío.

Agradezco a Roland Huntford tanto la información y los consejos que me dio en las primerísimas etapas de mi «descubrimiento» de Shackleton, como sus obras magistrales acerca de Scott, Amundsen y Shackleton. Otras dos distinguidas historiadoras del Antártico, Ann Shirly y Margaret Slythe, me ayudaron mucho al ponerme en contacto con personas y fuentes.

Estoy más agradecida de lo que pudiera expresar a Margot Morrell por haberme obsequiado generosamente sus transcripciones de los diarios de Hurley y Orde-Lees. Shane Murphy compartió conmigo los frutos de sus muchos años de estudio de la Colección Hurley de la expedición del Endurance, estudio que se publicará con el título de According to Hoyle.

Maureen Mahood compartió conmigo su meticulosa obra sobre los hombres que se quedaron atrás en la isla Elefante, la cual se publicará en un libro titulado Counting the Days. Los documentos, las fotografías y las numerosas referencias que me mandó tan generosamente han resultado muy valiosas.

Leif Mills me proporcionó mucho material biográfico sobre Frank Wild, que se publicará dentro de poco con el título de Wild. John Bell Thomson, autor de Shackleton’s Captain: A Biography of Frank Worsley (Gazard Press, 1998), me ofreció abundante material acerca de Worsley; su libro, recién publicado, constituye el único estudio completo del legendario navegante.

Agradezco a Geoffrey Selley y a Ralph Gullett la información sobre Léonard Hussey y los versos del poema humorístico de Hussey.

Mary DeLashmit, de la biblioteca de Holderness, me proporcionó incontables libros y microfilms a través del Servicio de Préstamos Interbibliotecarios; no sé cómo me las habría arreglado sin su eficiente ayuda.

Harding Dunnett, presidente de la Sociedad James Caird, en Dulwich, Inglaterra, fue mi ángel de la guarda. Su memoria enciclopédica y precisa me ahorró semanas de trabajo en numerosas ocasiones. Le estoy muy agradecida por enseñarme el Caird, expuesto en el Dulwich College, una experiencia profundamente conmovedora.

De Robert Burton, encargado del museo ballenero de la isla de San Pedro, recibí documentos, fotografías e información; ha sido un aliado muy útil. James Meiklejohn, secretario del club de ex balleneros de Salvesen, en Noruega, me proporcionó material fascinante acerca de los balleneros noruegos en la isla de San Pedro. Thomas Binnie Jr. también me facilitó material de San Pedro. Dan Weinstein fue una especie de gurú para mí cuando empecé con este tema y me guió hacia numerosas fuentes.

Agradezco a Badén Norris del museo de Canterbury, en Christchurch, la información acerca de los últimos años de «Chippy» McNish. Dos artículos me fueron de gran ayuda: «Thomas Crean», Polar Record 22, núm. 140 (1985): 665-678, de Judith Lee Hallock, y «George Marston», Polar Record 33, núm. 184 (1997): 65-70, de Stephen Locke.

También quisiera darles las gracias a Laura Bemis Rollison, George Butler, Isobel Crombie, Philip Cronenwett, Richard Kossaw, Ivo Meisher, Gael Newton, Jeff Rubin, Sarah Scully, Peter Speak y Robert Stephenson.

Van mis gracias también a George Andreou, mi editor, y a Peter Andersen y Andy Hughes, el tan sufrido diseñador y el director de producción de este libro, respectivamente, de la editorial Knopf.

* * *

Varios libros publicados ofrecen la oportunidad de explorar más a fondo la historia de esta expedición. Shackleton, de Roland Huntford (nueva edición de Atheneum, 1998), constituye la biografía más completa de Shackleton y fue mi principal fuente en lo referente a los años transcurridos entre las expediciones del Endurance y del Quest. El libro anterior de Huntford, Scott and Amundsen (edición revisada, Atheneum, 1983), que proporciona unos vividos antecedentes de la empresa de Shackleton, constituye un hito en el tema; no guarda ninguna moderación en cuanto a Scott, razón por la cual se le ha alabado tanto como criticado, según de qué lado se sitúa el lector frente a la rivalidad entre Scott y Shackleton, ¡pues los sentimientos acerca de ambos hombres son todavía muy profundos! Como tiendo a apoyar su punto de vista, el libro me resultó fascinante y valioso. Shackleton, de Margery y James Fisher (James Barrie Books, 1957), se escribió cuando muchos de los miembros de la expedición aún vivían y podían ser entrevistados.

El relato del propio Shackleton sobre sus aventuras, South (Heinemann, 1919), es sin ninguna duda un clásico. Tampoco deben pasarse por alto los dos libros de Frank Worsley, Endurance (Philip Allen, 1931) y Shackleton’s Boat Journey (recién reeditado por W. W. Norton). Menos conocidos son los dos libros de Frank Hurley, Argonauts of the South (G. P. Putnam’s Sons, 1925) y Shackleton’s Argonauts (Angus and Robertson, 1948). South With Shackleton (Sampson Low, 1949) de Leonard Hussey también resulta interesante. Shackleton’s Last Voyage: The Story of the Quest (Cassell and Company, 1923), de Frank Wild, es la historia del último viaje.

Endurance: Shackleton’s Incredible Voyage (Carroll y Graf, 1986. Versión castellana de Elena de Grau, La prisión blanca, Mondadori, Barcelona, 1999), de Alfred Lansing, constituye una narración muy viva del épico viaje del Endurance. Shackleton’s Boat: The Story of the James Caird (Neville y Harding, 1996), de Harding Dunnett, narra de principio a fin la fascinante historia de la legendaria embarcación. Dos valiosos libros hablan de la trágica y heroica historia de la mitad menos conocida de la expedición: The Ross Sea Shore Party, 1914-1917, de R. W. Richards (Scott Polar Research Institute, 1962) y Shackleton’s Forgotten Argonauts, de Lennard Bickel (Macmillan, 1982).

En Australia se han publicado un buen número de libros acerca de Frank Hurley y su obra: In Search of Frank Hurley, de Leonnard Bickel (Macmillan, 1980), y Once More on My Adventure, de Frank Legg y Toni Hurley (Ure Smith, 1966). Hurley at War: The Photography and Diaries of Frank Hurley in Two World Wars (Fairfax Library en asociación con Daniel O’Keefe, 1986), incluye ejemplos de valiosas imágenes en color de la primera guerra mundial. Frank Hurley in Papua: Photographs of the 1920-1923 Expeditions, de Jim Specht y John Fields (Robert Brown and Associates, 1984), presenta las que probablemente sean las mejores obras de Hurley, aparte de las fotografías de la expedición del Endurance.

Atrapados en el hielo
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