GALA PLACIDIA
LA REINA DE DOS MUNDOS
En el año 410 el Imperio romano de Occidente parecía un castillo de naipes al que el aliento de los pueblos bárbaros se empeñaba en derribar. Decenas de hordas habían provocado otras tantas incursiones por buena parte de la geografía dominada hasta entonces por Roma. Para más confusión, la capital era tomada y saqueada por los visigodos de Alarico I. Entre el botín capturado se encontraba la joven y bella princesa Gala Placidia, llamada a ser una de las figuras más descollantes de aquella época tan decadente.
Nacida en torno al 390, era hija deTeodosio el Grande, emperador que logró unir por última vez las dos mitades fracturadas del Imperio romano. La pequeña Gala recibió, como era preceptivo, la mejor educación posible y muy pronto destacó por su hermosura y rebeldía.
Mientras esto sucedía, sus hermanos Arcadio y Honorio se ponían al frente de Oriente y Occidente a la muerte de su progenitor.
Tras su secuestro por los bárbaros la situación para la joven de apenas veinte años parecía abocada a un terrible final. Sin embargo, lejos de la negociación con Roma para su liberación inmediata, surgió el amor entre ella y el nuevo rey visigodo Ataúlfo. Desde luego, aquel idilio era una severa afrenta al Imperio, máxime cuando Constancio, el mejor
Las noticias se propagaron raudas y en Roma el emperador Honorio montaba en cólera por lo que se entendió un grave insulto hacia el Imperio. A este enojo imperial se sumaba un celoso Constancio que no veía el momento para cobrarse una ansiada venganza en carne goda. Honorio decidió no mantener más lo que él consideraba una farsa, prometiendo la mano de su hermana a su general y consejero predilecto a cambio de la expulsión del pueblo visigodo que moraba en tierras galas.
El
Los visigodos fueron hostigados con una rabia sin fin. El ejército romano fue asaltando ciudad tras ciudad. Ataúlfo y los suyos no pudieron soportar la presión y tuvieron que aceptar la retirada como única salida posible. Quemaron Burdeos y atravesaron los pasos pirenaicos para entrar en Hispania, arrebatando Barcino (Barcelona) a los vándalos. Al final del 414 Constancio había vencido, pero no tenía a Gala Placidia; ésta se encontraba embarazada de su primer hijo, que nacería en 415 y al que pusieron por nombre Teodosio, en recuerdo de su augusto abuelo; una oportunidad única para fundir dos conceptos distintos de entender la existencia.
Por desgracia, esa esperanza se difuminó con la prematura muerte del pequeño. Sus padres, consternados por el dolor, depositaron el cuerpo de la criatura en un ataúd de plata que posteriormente fue enterrado en la catedral de Barcino.
En agosto de ese mismo año Ataúlfo fue asesinado, víctima de una conspiración; su sucesor Sigerico odiaba —como otros magnates visigodos— a Gala Pla-cidia, a la que culpaban de la guerra con Roma. Durante días, el despiadado monarca infligió a la romana toda suerte de humillantes vejaciones: una de ellas fue la de hacerla caminar descalza junto a otras esclavas a lo largo de veinticuatro kilómetros, mientras él y sus gregarios se mofaban ante la escena. Finalmente, Walia, hermano de Ataúlfo, ejecutó a Sigerico y se hizo con el trono visigodo. Una de las primeras medidas que adoptó fue negociar con Roma el rescate de Gala Pla-cidia.Tras consumarse el pago de seiscientos mil modios de trigo, nuestra protagonista pudo regresar a Roma para asumir un matrimonio no deseado con el general Constancio. Fruto de esa unión nacería Valentinia-no III, futuro emperador de Occidente. La muerte de Honorio y la minoría de edad de su hijo permitieron a Gala Placidia ser regente del Imperio durante algunos años, en los que destacó por su equilibrio, inteligencia y ambición, aunque también fue testigo en primera línea del derrumbe total de Occidente, puesto que en ese tiempo las grietas por las que entraban a raudales los contingentes bárbaros acabaron por minar los muros de la antaño invencible Roma. No obstante, la historia de esta mujer es sin duda una de las más fascinantes del mundo antiguo. Cuando falleció en 450 contaba sesenta años; en ese espacio de tiempo había sido hija, hermana y madre de emperadores, regente del Imperio, además de reina de los bárbaros visigodos; todo un currículum.
El recuerdo de Gala Placidia permanece vivo gracias al magnífico y luminoso mausoleo que mandó construir en Rávena para albergar los restos familiares. En él descansan Honorio, Constancio, Valentinia-no y ella misma; sólo falta Ataúlfo, su único y verdadero amor. Nombres que representan el crepúsculo de una época y los albores de otra bien distinta.