MARCO POLO
EL EXPLORADOR DE LAS MARAVILLAS
Marco Polo es uno de los viajeros más celebres de la historia, aunque también uno de los más controvertidos y cuestionados. Su obra testimonial llamada
Nació en 1254, probablemente en Korcula (Croacia), si bien su familia estaba censada enVenecia. Poco sabemos sobre su infancia y adolescencia: su madre falleció a edad temprana y el padre partió, en compañía de un hermano, en un gran viaje que le mantuvo ausente de la república serenísima durante quince años. En 1269 Marco conoció a su progenitor Niccoló y a su tío Matteo. De ellos recibió las enseñanzas que le permitieron apasionarse por Oriente. Tres años más tarde, la tríada Polo parte rumbo hacia el Imperio más grande de la Edad Media. Les espera Kublai, nieto y heredero del poderoso Gengis Khan. Durante cuatro años caminan por senderos cuajados de bandidos, atraviesan interminables desiertos y escalan montañas consideradas las más altas y escarpadas del planeta. Al fin contactan con los mensajeros del Khan y éste les recibe con grandes honores, interesándose por ese Occidente del que provienen. La curiosidad del gobernante por los venecianos se convierte en estima, principalmente hacia la figura del joven e inteligente Marco, que en esos años de viaje ha sido capaz de aprender varios idiomas. Los Polo son acogidos bajo la tutela de Kublai y aceptan misiones de asesoramiento y protocolo.
Marco viaja como embajador del Khan por los territorios del Imperio mongol. En ellos descubre un enigmático mundo que queda impreso en su retina y memoria. La miríada de sensaciones empiezan a esculpirle como un curioso antropólogo. Sus innumerables traslados le llevan a visitar los paisajes de China, Vietnam, Shián, Birmania, India, Tíbet, Persia... Por todo lo que ve siente una atracción desmedida, pregunta, anota, se interesa y analiza lo que va descubriendo. Se sorprende ante el uso del papel moneda, aún desconocido en
Europa. Degusta por primera vez la pasta alimenticia y aprende los secretos de la pólvora.
Fueron veinticuatro fructíferos años los que pasó lejos de Venecia. Durante los mismos viajó por medio mundo y sirvió al hombre más poderoso de la Tierra. Después, ya cuarentón, sólo le quedaba volver a su ciudad para contarlo y recibir la gloria de sus paisanos.
Desde su regreso a Venecia, los Polo trabajaron y vivieron como notables comerciantes. Quiso el destino y la guerra con Génova que Marco fuera hecho prisionero y encarcelado en 1298. En la reclusión se encontró con Rustichello, escritor de relatos artúri-cos y amigo de juventud. Las pesadas jornadas carcelarias originaron una locuaz verborrea en el veneciano. Pronto, los reclusos empezaron a escuchar relatos apasionantes sobre el pasado de aquel ilustre viajero. En una de esas exhibiciones oratorias Rustichello concibió la feliz idea de plasmar en papel todo lo que su amigo estaba contando. Así surgió la primera gran obra de viajes y aventuras.
El veneciano ejerció de etnólogo al recoger leyendas populares de la zona como la del anciano de las montañas: un gobernante oriental del siglo XI creador de una secta de asesinos a los que drogaba con hachís para que cumplieran mejor los propósitos vengativos hacia sus enemigos. Poco a poco, la potente imaginación de Marco y la paciencia de Rustichello fueron completando el trabajo literario. Finalmente, Genova y Venecia firmaron la paz y los dos amigos pudieron salir de la cárcel con el libro terminado bajo el brazo. Su publicación impactó de forma desigual a los incrédulos lectores que tuvieron un ejemplar en las manos.Ya por entonces, había acuñado fama de exagerado, hasta tal punto que sus vecinos le aplicaban el apelativo de
Es verdad que muy pocos creyeron las narraciones de Marco Polo, y durante el resto de su vida soportó estoicamente la mofa de sus coetáneos; incluso su esposa e hijas se sonrojaban ante los comentarios burlescos que se lanzaban sobre la figura de su esposo y padre, pero él nunca se retractó; es más, cuando se encontraba postrado en el lecho esperando el fin de su vida, a punto de cumplir los setenta años, algunos de sus escasos amigos le animaron a confesar la mentira de sus viajes. Él, mirándoles, dijo de forma vehemente: «No conté ni la mitad de lo que vi.» Éstas fueron sus últimas palabras.