Capítulo 13
Decisiones

—¿Academia de Piratas? —repitió Connor—. ¿Quieres que desertemos y vayamos a la Academia de Piratas?

—No se trata de desertar —dijo Grace—. Sería todo legal. Y solo sería durante una semana. El capitán Wrathe nos daría permiso...

Connor estaba mirando incrédulamente a su hermana por encima de la tetera de lirio de mar, ahora vacía. Cheng Li había bajado al bar y Grace había ido en busca de su hermano para traerlo al reservado.

—Pero ¿una Academia de Piratas, Gracie? Tú me conoces y sabes que las escuelas y yo... simplemente no somos una buena combinación.

Grace sonrió.

—Lo sé, Connor. Pero no estamos hablando del instituto de Crescent Moon Bay. Hablamos de una Academia de Piratas. Olvídate de los aburridos exámenes y de las listas de lecturas obligatorias. Estamos hablando de clases de combate, navegación y SME...

—¿Qué es SME?

Grace sonrió.

—¡Supervivencia Marina Extrema! —anunció con orgullo.

Connor se echó a reír.

—¡Caramba! Cheng Li te ha vendido muy bien la idea. —Hizo una pausa—. Solo que hay un inconveniente: supón que yo creyera que es una buena idea, y no estoy diciendo que lo crea, pero supón que lo hiciera... ¿cómo diablos iba a darnos permiso el capitán Wrathe, sabiendo que ha sido Cheng Li quien nos ha invitado y que cuidará de nosotros mientras estemos allí?

Grace asintió.

—Ya he pensado en eso —dijo—. No podemos fingir que Cheng Li no tiene nada que ver. El capitán Wrathe no es estúpido. Pero quitaremos importancia a su grado de implicación. Diremos simplemente que nos gustaría tener la oportunidad de ver cómo es la Academia de Piratas, para aportar al Diablo unas cuantas estrategias nuevas. Quizá incluso a uno o dos nuevos tripulantes.

—No sé si se lo tragará. —Connor hizo un movimiento ron la cabeza en señal de negación.

—Tú lo conoces mejor que yo —admitió Grace—, pero, en principio, solo le estamos pidiendo que nos deje pasar una semana fuera del barco...

—¿En principio? ¿Qué quieres decir con «en principio»?

Grace respiró hondo.

—Connor, hace tiempo que quiero hablar contigo. —Vio que su hermano adoptaba una expresión precavida, aunque perseveró en su idea y apretó los dientes—. Es sobre tu juramento.

—¿Qué pasa con él?

—Me habría gustado... Bueno, me habría gustado que no hubieras jurado servir a Molucco con tanta rapidez.

—Me salvó la vida, Grace.

—Y ahora la está poniendo en peligro.

—¿Qué quieres decir?

No había sido intención de Grace exponerlo con tanta contundencia. Pero ya estaba dicho, así que más le valdría ser franca.

—Cheng Li me ha dicho que solo es cuestión de tiempo que cualquier otro capitán se vuelva contra Molucco...

—Drakoulis es un loco, Grace, un maníaco, un psicópata. Tuvimos mala suerte...

—Jez corrió peor suerte —dijo ella. Vio que su hermano se deshacía—. Lo siento, Connor, pero estoy preocupada por ti. Estoy preocupada por nosotros. Creo que corremos un grave peligro quedándonos en el Diablo.

Su hermano le sonrió.

—Escucha, hermanita, tú y yo nos hacemos más fuertes ante el peligro.

Grace no pudo devolverle la sonrisa.

—Por favor, Connor. Tienes que tomarme en serio. No tengo nada personal contra Molucco Wrathe. Le estoy agradecida: te ha dado un hogar y ahora también me lo ha ofrecido a mí. Pero Cheng Li dice que solo es cuestión de tiempo que cualquier otro capitán ataque el Diablo. Contigo en la línea de ataque, me preocupa, me preocupa mucho, que te maten.

Connor le cogió la mano.

—Comprendo cómo te sientes —dijo—. Y, por si te interesa, también yo he estado pensando en lo mismo desde la muerte de Jez. Molucco no es mala persona, pero su forma de actuar le acarrea problemas. Nunca le diría esto a nadie que no fueras tú, pero creo que Jez murió sin motivo.

Grace le estrechó la mano con fuerza. No esperaba oírle decir aquello. Tras su separación, y todo lo que les había sucedido luego, a veces resultaba demasiado fácil olvidarse del profundo vínculo que los unía. Era agradable saber que no se había disuelto.

—Entonces, ¿se lo vas a pedir a Molucco? —se arriesgó a preguntarle.

—¿Que nos dé un permiso de una semana para visitar la Academia de Piratas?

Grace asintió.

—Se lo pediré. Pero no soy muy optimista con respecto a su reacción.

—Gracias, Connor. Aparte de todo, será genial poder estar fuera aunque solo sea por un tiempo. Podremos tener una conversación como es debido sobre el futuro, sobre dónde queremos ir y qué queremos hacer.

—Gracie, pediré al capitán que nos conceda un permiso de una semana, pero, cuando termine, tengo que regresar al Diablo.

—Y yo tengo que regresar contigo. —Grace no pudo contenerse.

Connor frunció el entrecejo.

—¿Qué significa eso?

—Tú has hecho el juramento —aclaró ella—. Yo no.

—Aún no —dijo él—. Pero lo harás, ¿no? ¿No es estar juntos lo único que importa?

Grace le soltó la mano.

—No estaremos juntos si te matan en un ataque, Connor. Y me conoces suficientemente bien para saber que no voy a quedarme esperando a que eso ocurra.

—¿Qué harás entonces? ¿Adónde irás? —Connor la miró a los ojos.

Grace no se lo podía decir, pero no fue lo bastante rápida como para disimular sus pensamientos.

—Oh, no, Grace. ¡No! ¿No estarás pensando en regresar al barco de los vampiratas?

Grace suspiró.

—Allí hay personas que me necesitan.

—Personas no —la corrigió su hermano, negando con la cabeza—. Vampiros, monstruos, demonios.

—Tienes derecho a opinar lo que quieras —dijo ella en voz baja.

Connor se mostraba enfadado.

—Tú me das un sermón sobre no correr peligros y, desde el principio, estás pensando en volver a bordo de un barco donde se pasan el día durmiendo y la noche alimentándose de sangre.

—No sabes de qué estás hablando —dijo Grace.

También ella se estaba enfadando. Connor apenas sabía nada del barco vampirata. Ojalá comprendiera el sufrimiento de Lorcan, cuánto la necesitaba.

—Grace, no puedo creerte. Ni siquiera puedo creer que estemos teniendo esta conversación.

—Mira —dijo ella endureciendo la voz—, no quiero pelearme contigo, Connor. Eres la persona que más me importa en el mundo, lo sabes. Y tienes razón: deberíamos permanecer juntos. Pero hay cosas de las que no hemos hablado, cosas de las que no hemos tenido ocasión de hablar con todo lo que ha sucedido a nuestro alrededor. Si pudieras persuadir a Molucco para que nos dejara pasar una semana fuera del barco tendríamos esa oportunidad.

Connor movió la cabeza en señal de resignación. De una forma u otra, Grace siempre conseguía llevarlo a su terreno.

—Está bien —dijo—. Está bien. Iré a pedírselo. Pero no esperes milagros.

Descorrió la cortina que separaba el reservado del balcón. Al asomarse vio a Molucco sentado con Ma Kettle y dando a Scrimshaw algo para picar.

—¡Capitán Wrathe! —gritó—. ¡Capitán Wrathe! ¿Puedo hablar un momento con usted?

—Naturalmente, muchacho. ¡Baja!

En el reservado contiguo, Sidorio y Stukeley oyen el grito de Connor.

Stukeley se incorpora de golpe.

—Ese es Connor —dice— y Molucco —Instintivamente, se precipita a descorrer la cortina que los oculta del bar situado abajo.

Sidorio lo agarra por la muñeca.

—Ya te lo he dicho. No.

—Vale, vale. Me está usted haciendo daño.

—Está bien, lo siento —farfulla Sidorio, cogiéndolo con menos fuerza y devolviéndole la mano a la mesa— Deja en paz esa cortina.

—Pero eso no es divertido —dice Stukeley— Nada divertido.

—¿No? —Sidorio vuelve a estudiar a su alférez.

—Bueno, no puedo beber nada —responde él, tamborileando con los dedos sobre su jarra. Sigue llena de cerveza en sus tres cuartas partes, y la parte que le falta la ha escupido a la mesa—. Parece que tenga que vomitarlo todo —continúa diciendo.

—Las cosas están cambiando dentro de ti —dice Sidorio—. Ten paciencia.

Stukeley frunce el entrecejo y vuelve a alzar la jarra.

—¡No! —exclama Sidorio enfurecido.

Desafiándolo, Stukeley toma otro trago de cerveza. Sidorio mueve la cabeza con frustración cuando su alférez empieza a atragantarse de nuevo. Se inclina y le da una palmada en la espalda.

—¡Ay! ¡Deje de atacarme!

—Deja tú de intentar bebértela. No puedes tomarla.

—Pero ¿por qué?

Sidorio suspira con hastío.

—Ten paciencia.

—¡«Ten paciencia»! ¡«Ten paciencia»! «No mires a nadie». «No hables con nadie». «Deja en paz la cerveza». Capitán, cada vez se parece usted más a mi madre.

Sidorio mueve la cabeza con gesto de disgusto. Tal vez sea hora de deshacerse de ese cretino. Pero no. Es muy pronto. Ha transcurrido tanto tiempo desde que él realizó su metamorfosis que no puede predecir qué va a suceder a continuación. Si es capaz de armarse de paciencia, de planteárselo como un experimento, seguro que las cosas serán más fáciles con el próximo que traiga de regreso a este mundo. Y con el próximo. Y con el siguiente después de ese. El ejército de Sidorio. La tripulación de Sidorio. Son palabras reconfortantes. Justo lo que necesita para animarse.

—Olvídate de la cerveza. Nos vamos.

Sidorio se pone en pie resueltamente.

—¿Por qué? ¿Adónde vamos? ¿Qué otras emociones me tiene usted reservadas?

Sidorio se ríe.

—¿Emociones? ¡Ya te daré yo emociones! Sé lo que necesitas.

Sale bruscamente del reservado. Stukeley coge su abrigo y sigue a su nuevo señor.

—¿De qué está usted hablando? ¿Adónde vamos? ¿Qué es lo que necesito? —le pregunta siguiéndolo.

Sidorio ha llegado a la escalera. Se detiene un momento y se vuelve para dirigirse al pesado de su alférez.

—Sangre, Stukeley. Lo que necesitas es sangre.

—Bueno —dijo Connor tras reunirse con Grace—. Ya está todo decidido. — ¿Ha dicho que sí?

—Sí —bramó Molucco Wrathe, apareciendo junto a Connor—. El capitán ha dicho que sí. Grace se ruborizó avergonzada.

—Lo siento, capitán Wrathe. No le había visto. Pero gracias... por dejarnos ir. Es una noticia magnífica.

El capitán Wrathe agitó la mano para quitar importancia al asunto.

—Hemos pasado unos días bastante difíciles a bordo del barco —dijo—. Estoy seguro de que a los dos os sentará bien un descanso.

Grace no podía creer que se estuviera tomando las cosas de una forma tan relajada.

—Bueno, debo confesar —dijo Cheng Li tras regresar del bar— que da gusto verle pensar de una forma tan abierta.

—Señorita Li —dijo el capitán Wrathe—. Qué disgusto tan inesperado.

—¡Ja, ja, ja! —se rió Cheng Li sarcásticamente—. Es bueno saber que el rumbo que han tomado últimamente los acontecimientos no le ha privado de su mordaz sentido del humor.

Molucco la miró a los ojos.

—El hombre que no sabe reír, señorita Li, es un pobre hombre —dijo.

Cate se colocó a un lado del capitán Wrathe y Ma Kettle, en el otro. Los piratas comenzaron a volverse hacia ellos o a levantarse para acercarse más. Todo el mundo sabía que aquel era el primer encuentro entre el capitán y su antigua segunda de a bordo después de que Drakoulis hubiera acusado a Cheng Li de ser una espía.

Sin dejarse intimidar, Cheng Li no hizo caso de la multitud y se dirigió directamente al capitán y a Cate.

—Lo sentí muchísimo cuando supe lo de Jez Stukeley —dijo—. Era un buen pirata. —Clavó en Cate sus oscuros ojos—. Felicidades, por cierto, por tu nuevo cargo. Espero que las responsabilidades adicionales que conlleva no te estén pesando demasiado.

Las dos mujeres se miraron, la antigua segunda de a bordo y su sucesora. Grace había observado que Cate se sentía cada vez más a gusto en su nuevo cargo, mostrando más confianza y autoridad con cada día que pasaba. Pero ahora, delante de su predecesora, parecía un poco insegura.

Molucco la rodeó con el brazo.

—Cate es una segunda de a bordo excelente —dijo— Por fin tengo alguien a mi lado en quien puedo confiar.

Cheng Li sonrió.

—Siempre pudo confiar en mí, capitán.

—Sí —dijo Molucco riéndose—. Siempre pude confiar en que usted pusiera alguna traba a mis planes, interpusiera algún obstáculo en mi camino, cuestionara mis motivos y mi autoridad. En esos casos, es usted digna de confianza en un ciento diez por ciento.

—Oh, capitán —dijo Cheng Li sonriendo—. Su buen humor ha vuelto a ganarme la partida. Pero ahora tengo que dejarle. Debo prepararlo todo antes de que Grace y Connor vengan a la Academia. Es decir... siempre que usted esté seguro de que me los puede confiar.

¿Qué estaba diciendo Cheng Li? Grace se alarmó ¡Aquello era peor que enseñarle a un toro un capote rojo! Pero Molucco permaneció inusitadamente sereno.

—No confío más en usted de lo que puedo olería —dijo— pero confío plenamente en Connor y en Grace. Tienen trinas de visitar la Academia y yo no veo ningún motivo para declinar su petición.

—En la Academia tenemos ideas muy distintas sobre la piratería —observó Cheng Li—. ¿No le preocupa chic podamos corromper sus tiernas mentes?

Una vez más, Grace sintió que el pánico se apoderaba de ella, pero Molucco se limitó a reír.

—Los metales innobles como usted, señorita Li se corrompen más fácilmente que el oro puro de que están hechos los gemelos. —Soltó a Cate y abrió los brazos, rodeando a Grace con uno y a Connor con el otro—. Id a divertiros, amigos míos. Sois jóvenes. Os merecéis eso y más. En la Academia hay buenas personas. Tened la mente abierta a lo que os enseñen. —Les apretó el hombro a los dos—. Y luego regresad al Diablo, que nosotros os convertiremos en auténticos piratas.

El capitán Wrathe cogió a Ma Kettle de la mano con intención de marcharse. Entonces se detuvo y se dio media vuelta.

—Son miembros de mi tripulación, señorita Li, pero no son mis esclavos. En mi barco yo fomento la libertad de opinión y expresión. ¿Pueden decir lo mismo usted, su adorado director Kuo, y los demás? —La fulminó con la mirada y enlazó de nuevo su brazo con el de Ma.

—Bueno —dijo Cheng Li—, ya veremos, ¿no? Oh, capitán Wrathe, casi me olvido. La capitana Quivers me pidió que le diera recuerdos.

—Lisabeth Quivers —dijo él, iluminándosele de golpe el rostro—. ¡He ahí un nombre del que no he oído hablar desde hace una luna llena o dos! —Se dirigió a los gemelos—: ¡Lisabeth Quivers! En sus tiempos no hubo mejor capitana que ella.

Ma Kettle se rió a carcajadas.

—Ni mejor capitana ni mayor rompecorazones. Con sus ojos y su cabellera pelirroja. ¡Oh, Afortunado, vaya si os mantuvo a raya a tus hermanos y a ti! ¿A que era un caso único? ¡Qué bien nos lo pasábamos en aquellos tiempos!

—Sí —dijo Molucco con un deje de tristeza en la voz—. Sí, fueron buenos tiempos aquellos. —Se dirigió a Cheng Li—: Por favor, dele recuerdos de mi parte a la capitana Quivers.

—¡Recuerdos! —exclamó Ma Kettle—. ¡Bah! Dígale que la queremos. Y que se pase por aquí una noche para que podamos beber juntos. —Enlazó su brazo con el de Molucco y se lo llevó al bar.

Los piratas comenzaron a dispersarse, tras darse cuenta de que el espectáculo de pirotecnia había concluido. Cate cogió a Connor y se fue en busca de Bart. Grace se volvió hacia Cheng Li.

—¿Por qué lo has provocado de esa forma? —le preguntó.

—Mira y aprende —respondió ella guiñándole un ojo—. Ha dicho que podíais venir, ¿no? ¿Y quién iba a imaginar que eso pudiera ocurrir? —Le sonrió—. Iré a buscaros a Connor y a ti a las nueve en punto mañana por la mañana. Llevad una maleta pequeña y estad listos en cubierta.

Pese a la severidad del tono de Cheng Li, Grace no pudo evitar sonreír.

—Lo estamos haciendo realmente, ¿no?

Cheng Li asintió.

—Sí, Grace. Mañana a esta misma hora, tú y Connor os habréis librado del Diablo y estaréis a punto de pasar vuestra primera noche en la Academia de Piratas.