Capítulo 26
La semilla
—¡Grace!
—¡Connor! ¡Otra vez no!
—No. No soy Connor.
—¡Cheng Li!
Grace saltó de la cama y abrió la puerta. Cheng Li estaba en el umbral, con ropa de combate y una espada de más. Le sonrió y entró en la habitación.
—Pensaba que hoy íbamos a practicar un poco con la espada, Grace —dijo—, pero no se te ha visto el pelo en todo el día. Caramba, si ni tan siquiera te has vestido. ¡Es casi hora de cenar, Grace! ¿Algo va mal?
—Sí —dijo ella, incapaz de contener su emoción—. Sí, muy mal.
Inmediatamente, Cheng Li dejó la espada en la cama y la abrazó. Era un gesto impropio de ella, pero era exactamente lo que Grace necesitaba.
—¿Qué pasa? —preguntó Cheng Li, sin dejar de abrazarla—. Dímelo. Sabes que lo compartimos todo.
Grace le contó el triste relato de su tercer —y último— viaje al barco de los vampiratas. Una vez más, Cheng Li escuchó atentamente hasta que Grace dijo la última palabra.
—No sé qué puedo hacer —se lamentó ella—. Todo ha cambiado.
Cheng Li negó con la cabeza.
—No ha cambiado nada.
Grace no podía dar crédito a sus oídos.
—¡Sí que lo ha hecho! El capitán me ha dicho que no quiere que vuelva. Debo mantenerme alejada.
—De acuerdo —dijo Cheng Li—. Pero tú tienes amigos a bordo de ese barco. Tienes, en tus propias palabras, «un asunto pendiente». Lo que piense el capitán no importa. Lo que importa es cómo puedes recobrar tú la tranquilidad.
Grace negó con la cabeza.
—No puedo ir en contra de los deseos del capitán. No puedo.
—¿Qué hay de Lorcan? —preguntó Cheng Li—. Te necesita. El capitán se ha dado por vencido con él. ¡Tú no!
—Pero si ni siquiera el capitán puede salvarlo, ¿cómo voy a poder hacerlo yo?
—Bueno, eso no lo sabremos, Grace, hasta que regreses al barco.
Grace la miró a sus ojos oscuros. El corazón se le desbocaba. ¿Era realmente capaz de hacer aquello?
—Mira —dijo Cheng Li—. Darcy Pecios fue a buscarte para pedirte ayuda, ¿no?
Grace asintió.
—Y Lorcan te regaló su anillo de la Amistad y te envió visiones donde aparecía él...
—Sí. —Grace asintió—. ¡Sí que lo hizo!
—Visiones que podrían ser perfectamente súplicas de ayuda —continuó Cheng Li—. Grace, tienes un asunto pendiente con ese barco. Creo que el capitán está obsesionado con los vampiratas rebeldes, en Sidorio y los demás. No piensa con claridad. Desde luego, no está pensando en el pobre Lorcan. Como tú bien dices, si no se está alimentando de sangre, ¿quién sabe cuánto tiempo le queda? Para cuando el capitán se percate de su grave situación, podría ser ya demasiado tarde.
Como de costumbre, Cheng Li le había arrojado un salvavidas.
—Está bien —dijo Grace, recobrada ya su determinación—. Está bien. Hagámoslo. Pero ¿cómo regreso al barco?
—Vuelve a explicármelo, Grace, ¿cómo crees que encontraste el barco vampirata?
Grace suspiró. Lo habían repasado ya tantas veces...
—Estaba en el agua, luchando por salvar mi vida en vano. Igual que Connor. Tú lo encontraste. Y del mismo modo, Lorcan debió de encontrarme a mí.
—Yo encontré a Connor de día —dijo Cheng Li—. El sol se estaba poniendo, pero aún era de día. Jamás lo habría visto en la oscuridad.
—Así que Lorcan también debió de encontrarme de día.
—Pero eso no es posible, ¿verdad? Por todo lo que sabemos, Lorcan no podría haber salido afuera con luz.
—No, tienes razón. Pero había niebla...
—Sí, la niebla en la que estabas envuelta cuando llegaste al barco...
—La misma niebla que nos envolvió a Connor y a mí cuando nos reencontramos en la cubierta.
—Es como si los mismos vampiratas generasen esa niebla —dijo Cheng Li, pensativa—. ¿Es eso posible?
—Sí —dijo Grace incorporándose con entusiasmo—. Ahora recuerdo algo. Recuerdo que la primera vez que estuve en el barco el capitán dijo algo a Lorcan sobre llevarme dentro antes de que se levantara la niebla.
—No es una prueba concluyente —observó Cheng Li—, pero aquí no estamos tratando con hechos objetivos. Creo que los vampiratas, bueno, el capitán al menos, pueden generar niebla como protección para los que normalmente no pueden salir a la luz del día. Pero no pueden controlar cuánto dura. Espera...
—¿Qué? —preguntó Grace entusiasmada.
Cheng Li se quedó inmóvil, con los ojos cerrados.
—Está cerca, Grace. Estamos muy cerca de algo, pero lo tenemos justo fuera de nuestro alcance. —Volvió a abrir los ojos—. ¿Crees que es posible que tú encontraras el barco en vez de que te rescatara él a ti? ¿Que quizá estés destinada a salvarlo?
—Pero me encontró él. Yo me estaba ahogando en el mar. De eso no cabe duda.
—No, no es así —dijo Cheng Li enderezándose bruscamente—. Todo depende de cómo formules la historia, ¿no? Abre tu mente, Grace.
Grace nunca había visto a Cheng Li tan exaltada.
—Vuelve a transportarte a Crescent Moon Bay, al momento anterior a la tormenta. Vuelve a transportarte a lo alto del faro.
Al oír las palabras de Cheng Li, Grace cerró los ojos y volvió a imaginarse en la sala de la linterna, contemplando la bahía que se extendía a sus pies.
—¿Y ahora qué? —preguntó.
—Transpórtate al pasado —dijo Cheng Li—. Vuestro padre ha muerto. El faro ha pasado a ser propiedad del banco. Os estáis quedando sin recursos en ese pueblo horrible. Y entonces...
—¿Y entonces...?
—Tú acudes al océano y le envías una señal en mitad de la noche para que venga a rescataros.
—¿Qué clase de señal?
—Eso no lo sabemos. Pero una señal que, no sé por qué motivo, tú conocías y los vampiratas reconocieron.
Grace sofocó un grito.
—¿Qué? —preguntó Cheng Li—. ¿Qué es?
—Creo que vamos por buen camino —dijo entusiasmada—. Acabo de recordar algo que el capitán me dijo. Fue la noche que lo conocí.
—¿Qué dijo?
—Le pregunté qué quería de mí. Y él dijo... El dijo...
Volvió a oír el susurro...
«¿Qué quiero de ti? Grace, ¿no eras tú la que me buscabas a mí?»
—Pensé que solamente estaba hablando de aquella noche, Cheng Li. Pensé que se refería a que era yo quien había ido a buscarlo a su camarote. Pero ¿y si se refería a algo más? ¿Y si se refería a que era yo quien precisamente había ido a buscar el barco?
Cheng Li asintió, tan entusiasmada por aquel descubrimiento como lo estaba Grace.
—Has estado haciendo la pregunta equivocada, Grace. Un error muy fácil de cometer. La pregunta no es cómo puedes regresar al barco, sino qué quieres de él. ¿Qué es lo que te conecta con los vampiratas en primer lugar?
—Pero eso no puedo averiguarlo hasta que regrese. Y no parece que estemos más cerca de descubrir cómo hacerlo que hace unas horas.
—Sí que lo estamos —dijo Cheng Li sonriendo satisfecha.
Se bajó de la cama, cruzó la habitación y abrió las puertas del balcón. La brisa se coló a través de ellas, trayendo consigo la fragancia del jazmín.
—Solo es una idea —añadió sonriéndole—, pero ¿por qué no esperas a que haya otra tormenta? Quizá en las mismas condiciones, la historia vuelva a repetirse.