3 Imagina al héroe
Todos tenemos un referente. Alguien a quien admiramos profundamente. El caso es que hay personas, reales o no, que son un perfecto modelo por su conducta, su éxito, su paz interior... Bien, imagínate ahora a tu héroe, a ese referente. Los niños aprenden imitando, nosotros también podemos aprender así, de forma sencilla y amena.
En algunas escuelas de budismo se hace un trabajo específico de interiorización visualizando una deidad sobre tu cabeza. Para no profundizar, ya que es una práctica muy bien explicada en libros especializados sobre el tema, diré simplemente que, según mi experiencia, el objetivo de esta práctica es adquirir las cualidades benéficas de la deidad en particular, sea la que sea que se nos ha impuesto o hemos elegido para la práctica.
Así pues, aquí tenemos una manera de realizar el trabajo que estoy proponiendo, pero si prefieres trabajar al margen de las religiones, te propongo el juego de «Imaginar al héroe».
Puedes visualizarte en situaciones que te hayan sucedido y de las que no estés especialmente satisfecho por tu comportamiento. Recuerda y visualiza qué hubiera hecho tu «héroe» en esa situación. Ahora pasa a verte a ti mismo, con tu aspecto y tu personalidad, con tu tono de voz ¡pero actuando con los principios de tu «héroe»!
Ahora pasa a imaginar-visualizar una situación futura en la que quieras estar a la altura, quedar bien, no meter la pata... como prefieras. Ahora imagina que es tu «héroe» el que vive esa situación, imagina cada movimiento y cada palabra, su calma, su seguridad, su mirada. Bien, ahora sencillamente vuelve a visualizar la situación pero con tu imagen, siendo tú. Actualiza tu forma de comportarte emulando a tu «héroe».
Poco a poco, al visualizar y tratar de emular, adquirimos de una forma fluida las cualidades que más admiramos del «héroe» en particular que hayamos elegido. Podemos jugar tantas veces como queramos a este juego; si somos personas equilibradas, extraeremos grandes beneficios jugando.
Esta práctica puede ayudarnos a vernos actuando de una forma más firme y acorde con nuestros verdaderos deseos, con nuestro ideal de lo que queremos ser. Además, tiene la inestimable ventaja de ser un juego en el que no corremos ningún riesgo, de manera que podemos ponernos en situación, tal vez por primera vez en la vida, sin temor a la reacción de otros.
Aviso: esta práctica podría cambiarte para siempre; podrías llegar a ser una persona con total libertad para actuar de forma decidida y consecuente con tu verdadera y maravillosa naturaleza.
El universo es abundante y está dispuesto a hacer tus sueños realidad, pero para eso hay que soñar. Luego hay que pedir conscientemente, queriendo, más que deseando. Después hay que crear un plan de acción que nos permita alcanzar aquello que hemos proyectado y, al iniciarse la actividad, empezarán a ocurrir las «causalidades». El mensaje del universo puede ser sutil, pero muchas veces está a la vista. Solo hay que estar atento, despierto y consciente. Haz una prueba, durante tres días fíjate en los coches rojos, a ver cuántos ves.
Casi todos hemos estado enamorados. ¿Os acordáis que siempre veíamos el nombre de la persona amada por todas partes? Todo nos recordaba a esa persona. Un olor, una canción que de repente suena y nos «secuestra» las emociones y el pensamiento, haciéndonos evocar la figura amada... el sonido de su risa, el olor de su cabello, la profundidad de su mirada y esa sonrisa en la que quisieras quedarte a vivir. Un suceso desencadena toda una serie de recuerdos que nos hacen evocar sentimientos y sensaciones que nos conducen a un cierto estado de ánimo. Ello nos lleva a cambiar nuestro humor y a ser más amables... y así toda una reacción en cadena que bien podría desembocar en una llamada telefónica, un ramo de hermosas flores o una visita romántica inesperada.
Bien, a eso es a lo que me refiero: cuando el cerebro está preparado para recibir una información, la recibe. Solo necesitamos ser conscientes, estar atentos. El hecho de fijarnos objetivos, de visualizar, de verbalizar lo que realmente deseamos, creará un estado de sincronicidad. «El universo ya sabe qué queremos, y nosotros también.»
Debemos centrarnos en lo que realmente queremos y darnos permiso para obtenerlo. ¿Cuántas veces el miedo a conseguir algo nos ha frenado en nuestro ascenso al éxito? Más de las que imaginamos. Tememos el cambio, y el cambio es IMPRESCINDIBLE.
En el budismo se nos enseña que el ego es una percepción falsa. Se nos dice que es una entidad condicionada y que carece de existencia intrínseca.
Interpreto que se trata de una maravillosa enseñanza, ya que nos permite pensar que podemos estar constantemente mejorando nuestros enfoques, nuestras actitudes y aptitudes, que nos da la posibilidad de evolucionar y ser quien realmente queremos ser, sin un límite real, un límite que nos impida avanzar y cambiar.
Ciertamente, si el ego fuese algo con existencia real, medible, pesable, entonces no podría mutar.
Hay una cita budista que dice: «Si las partículas de polvo realmente existieran, no podrían aglomerarse para formar un mundo. Si el mundo realmente existiera, no podría ser reducido a polvo».
En el budismo también se nos dice que somos como una cebolla, pues tras despojarla de todas sus capas se queda en nada. Una cebolla es una sucesión de capas. Por lo tanto, la cebolla existe mientras sus partes están unidas, mientras las capas permanecen juntas. Pero esto es así solo porque nos empeñamos en etiquetar y clasificar cada uno de sus elementos.
Una cebolla es más que la suma de sus partes, tiene una esencia que ¡te hace llorar!
Podemos mejorar nuestro ego, nuestra personalidad. Podemos y debemos continuar entrenándonos con toda nuestra energía y con una atención consciente para alcanzar nuestro estado deseado.