FÁBULA XXXI
La Ardilla y el Caballo
(Algunos emplean en obras frívolas tanto afán otros en las importantes.)
Mirando estaba una Ardilla
a un generoso Alazán,
que dócil a espuela y rienda,
se adestraba en galopar.
Viéndole hacer movimientos5
tan veloces y a compás,
de aquesta suerte le dijo
con muy poca cortedad:
«Señor mío,
de ese brío,10
ligereza
y destreza
no me espanto,
que otro tanto
suelo hacer, y acaso más.15
Yo soy viva,
soy activa,
me meneo,
me paseo,
yo trabajo,20
subo y bajo,
no me estoy quieta jamás.»
El paso detiene entonces
el buen Potro, y muy formal,
en los términos siguientes25
respuesta a la Ardilla da:
«Tantas idas
y venidas,
tantas vueltas
y revueltas30
(quiero, amiga,
que me diga),
¿son de alguna utilidad?
yo me afano;
mas no en vano.35
Sé mi oficio,
y en servicio
de mi dueño
tengo empeño
de lucir mi habilidad.»40
Conque algunos escritores
ardillas también serán
si en obras frívolas gastan
todo el calor natural.