FÁBULA LII

El Cazador y el Hurón

(A los que se aprovechan de las noticias de otros, y tienen la ingratitud de no citarlos.)

Cargado de conejos,

y muerto de calor,

una tarde de lejos

a su casa volvía un Cazador.

Encontró en el camino,5

muy cerca del lugar,

a un amigo y vecino,

y su fortuna le empezó a contar.

«Me afané todo el día

(le dijo); pero ¡qué!10

si mejor cacería

no la he logrado, ni la lograré.

«Desde por la mañana

es cierto que sufrí

una buena solana;15

mas mira qué gazapos traigo aquí.

«Te digo y te repito,

fuera de vanidad,

que en todo este distrito

no hay cazador de más habilidad.»20

Con el oído atento

escuchaba un Hurón

este razonamiento,

desde el corcho en que tiene su mansión.

Y el puntiagudo hocico25

sacando por la red,

dijo a su amo: «Suplico

dos palabritas, con perdón de usted.

«Vaya, ¿cuál de nosotros

fue el que más trabajó?30

¿esos gazapos y otros

quién se los ha cazado sino yo?

«¡Patrón!, ¿tan poco valgo,

que me tratan así?

me parece que en algo35

bien se pudiera hacer mención de mí.»

Cualquiera pensaría

que este aviso moral

seguramente haría

al Cazador gran fuerza; pues no hay tal.40

Se quedó tan sereno

como ingrato escritor

que del auxilio ajeno

se aprovecha, y no cita al bienhechor.