FÁBULA XLV

Los cuatro Lisiados

(Las obras que un particular puede desempeñar por sí solo, no merecen se emplee en ellas el trabajo de muchos hombres.)

Un mudo a nativitate,

y más sordo que una tapia,

vino a tratar con un ciego

cosas de poca importancia.

Hablaba el ciego por señas,5

que para el mudo eran claras;

mas hízole otras el mudo,

y él a obscuras se quedaba.

En este apuro, trajeron,

para que los ayudara,10

a un camarada de entrambos,

que era manco por desgracia.

Éste las señas del mudo

trasladaba con palabras,

y por aquel medio el ciego15

del negocio se enteraba.

Por último resultó,

de conferencia tan rara,

que era preciso escribir

sobre el asunto una carta.20

«Compañeros, saltó el manco,

mi auxilio a tanto no alcanza;

pero a escribirla vendrá

el dómine, si le llaman.»

—«¿Qué ha de venir (dijo el ciego),25

si es cojo, que apenas anda?

vamos, será menester

ir a buscarle a su casa.»

Así lo hicieron; y al fin

el cojo escribe la carta;30

díctanla el ciego y el manco,

y el mudo parte a llevarla.

Para el consabido asunto

con dos personas sobraba;

mas, como eran ellas tales,35

cuatro fueron necesarias.

Y a no ser porque ha tan poco

que en un lugar de la Alcarria

acaeció esta aventura,

testigos más de cien almas,40

bien pudiera sospecharse

que estaba adrede inventada

por alguno que con ella

quiso pintar lo que pasa

cuando, juntándose muchos45

en pandilla literaria,

tienen que trabajar todos

para una gran patarata.