no sabe qué es eso del sueño profundo
no sabe qué es eso del sueño profundo
El señor Pomares (dueño del videoclub Vanessa) va diciendo por ahí (va diciendo al que lo quiera escuchar) que no le va a quedar más remedio que cerrar: dice que está harto de los clientes que le devuelven las películas con una semana de retraso y encima se niegan a pagar la multa: el señor Pomares (acodado a la barra del bar de la Pepi) se encoge de hombros: dice: además, ¿quién puede competir con el Canal Plus, con la proliferación de cadenas, con el maldito Blockbuster?: continúa hablando: la gente se contenta con programas descerebrados, con telenovelas de mierda, con superproducciones americanas: ya nadie necesita un buen videoclub: los grandes clásicos se están perdiendo en el olvido: ya solamente me alquilan películas pornográficas: el señor Pomares levanta la vista y mira a su alrededor: nadie lo está escuchando. Cuatro de la madrugada: Max Luminaria (igual que las alimañas) duerme con un ojo abierto: no sabe (nunca lo conoció) qué es eso del sueño profundo: ya de pequeño lo despertaba cualquier ruido (por débil que fuese): abre los ojos: la claridad de la luna llena entra por la ventana (abierta) de su habitación: ¿por qué se ha despertado?: calla: escucha: al otro lado de la pared, en la habitación de la pequeña Sara, hay algo/alguien que se mueve: se oyen pasos, susurros, el llanto suave de una niña: (después) una puerta que se abre, una respiración agitada, pasos que bajan las escaleras (el crujido de las escaleras): Max Luminaria (que estaba tumbado) se sienta en el borde de la cama: sigue escuchando: (más lejos) un ruido de llaves, un cerrojo descorriéndose, la puerta (hay que engrasarla) de la calle: piensa: ese hijo de puta se está escapando con la niña: ni siquiera se viste: (descalzo: pantalón de pijama: el pecho al aire) sale de la habitación, baja las escaleras y sale al jardín por la puerta de la cocina: así les corta el paso antes de que lleguen a la cancela de la puerta: dice Max: ¿te estás llevando a mi niña?: Marcelo responde: ¿de verdad creíste que iba a dejar que la mataras?: la niña (al oír eso) rompe a llorar. Úrsula Ibáñez (a las diez de la mañana) despierta a Isidoro Villatobas para entregarse en cuerpo y alma a las tres siguientes tareas: follar, desayunar en la cafetería del hotel y salir a correr por el paseo marítimo: después alquilarán unas hamacas en la playa y dos horas y media de moto acuática: comerán en algún restaurante que tenga vistas al mar: van por turnos a llamar por teléfono: Isidoro Villatobas le dice a Susana Coelho que la quiere mucho, que el congreso de banqueros es muy aburrido y que tiene ganas de volver a casa: (por su parte) Úrsula Ibáñez le dice a su madre (hija mía, eres la zorrita de un hombre casado) que le da igual que esté casado, que no conoce a su mujer y que (para ella) es como si no existiera. Oliverio Clemente (en su fuero interno) da gracias a los clientes del bar de la Pepi, da gracias a la psicóloga, da gracias a todos y cada uno de los días que pasaron desde la muerte de su hijo, da gracias a todos los insomnios, a todos los ataques de llanto, a todos los ataques de ansiedad, a todos los ataques de pánico, porque (entre todos) le han hecho comprender, le han hecho abrir por fin los ojos y vislumbrar el camino: Oliverio Clemente está en el puente de Toledo: no sabe si tirarse al Manzanares o tirarse a la M-30: todo tiene sus pros y sus contras (¿cómo puede estar seguro de que se matará si se tira al río?: ¿cómo puede estar seguro de que no matará a ningún conductor si se tira a la M-30?). Marcelo Saravia (a cambio de que deje en paz a Sara) le promete/le jura que de su boca jamás saldrá su nombre, que olvidará todo lo que ha visto y todo lo que sabe, que desaparecerá para siempre y que no tendrá que preocuparse de él: pero se da cuenta de que eso a Max Luminaria le da exactamente igual: él (Max Luminaria: el Asesino de la Moneda: el depredador) tan solo quiere su presa: está empezando a amanecer: Max Luminaria les dice que (sin embargo) ninguno de los dos llegará a ver la luz del nuevo día: Marcelo Saravia (entonces) le dice a Sara: hija mía, salta la valla del jardín y corre, sobre todo no dejes de correr y no mires atrás: la niña obedece: Max Luminaria y Marcelo Saravia (solos en el jardín) se miran rectamente a los ojos: Max (por primera vez en su vida) piensa que a lo mejor se ha precipitado: ese hombre (Marcelo Saravia) es tan asesino como él y, además, tiene la fuerza añadida del padre que defiende la vida de su hija. Eran las tres de la mañana cuando Oliverio Clemente salió de su ensimismamiento (llevaba más de cinco horas mirando, alternativamente, el río Manzanares y la carretera de la M-30): en las aguas del río flotaba la luna y (de vez en cuando: cada vez más de vez en cuando) dos luces rapidísimas atravesaban la oscuridad del asfalto: Oliverio Clemente se acercó todavía más al borde del puente y se dejó caer (no sabía hacia qué lado iría su cuerpo: tantas horas pensándolo y al final no llegó a ninguna solución): cayó a la carretera: (en ese momento no pasaban coches) se mató en plena oscuridad. Isidoro Villatobas (en el autobús) cerró los ojos a los cinco minutos de montarse y no los volvió a abrir hasta llegar a Madrid: llegaron a la estación de autobuses a las siete de la tarde: Susana Coelho había ido a recogerlo: la amante (Úrsula Ibáñez) la miraba desde el autobús: si esa mujer me conociera (se decía a sí misma), pensaría que soy una zorra: luego se vio reflejada en el cristal y sonrió: pensó: uy, ¿será posible que haya adelgazado un poco? Marcelo Saravia fue el primero en atacar: saltó encima de Max Luminaria y lo tiró al suelo: Max se protegía la cara con los brazos: no quería que uno de esos puñetazos lo dejara sin conocimiento. A veces (en Carabanchel) cantan los pájaros: son pájaros roncos, pájaros a los que se les ha debido de practicar alguna traqueotomía, pero son pájaros que (a pesar de todo) no quieren dejar de cantar.