su inmenso odio se repartió entre todos los alumnos
su inmenso odio se repartió entre todos los alumnos
Venancio (el portero del I. B. Sebastián Oller) tenía un perro (un chucho: listo, cariñoso, independiente): le hacía compañía en la garita (en invierno le calentaba los pies): daba una vuelta por los alrededores del instituto (los vecinos ya lo conocían: lo llamaban por su nombre y le rascaban detrás de las orejas) y después volvía a la garita, con su amo: un día olió a una perra en celo y salió disparado a la calle: la montó: después de montarla se quedaron enganchados: se colocaron culo con culo e intentaron separarse: no podían: los alumnos salían a la calle y les hacían un círculo y gritaban: al final llegó un alumno (de los cursos pequeños) y los separó con un cuchillo: el perro chilló (con una desesperación casi insoportable de oír) y se escapó: Venancio (la directora le prohibió que abandonara su puesto de trabajo hasta que no terminara su jornada laboral) tardó cinco horas en encontrarlo: el perro había ido al río: ya era demasiado tarde: se había desangrado: Venancio veía a aquel niño por el colegio y tenía que hacer grandes esfuerzos para reprimir sus instintos: después empezó a confundir a ese niño con otros niños que veía por los pasillos: al final su inmenso odio se repartió entre todos los alumnos del instituto. Yo no fui, de Quino: Todos los muertos tienen la misma piel, de Boris Vian: Peleando a la contra, de Charles Bukowski: Historias para leer con sangre fría, de Alfred Hitchcock. Susana Coelho había jurado que jamás volvería a la consulta del doctor Ibrahím (Ginecología: séptima planta del Hospital Central de Carabanchel), pero aquella mañana se despertó con un pinchazo en la barriga y dos lágrimas de sangre resbalándole por los muslos y pensó que… quién sabe lo que pensó, que abortaba, que se le moría el niño… y se fue corriendo (corriendo no) al hospital: el doctor Ibrahím la atendió de urgencia: la desnudó y la tocó: baboseó encima de ella y le dijo mil veces lo guapa que era y qué cuerpo tan bonito tenía: la exploró con sus dedos sucios y la olió (Susana Coelho, tumbada, con los ojos cerrados, con las piernas abiertas, sentía por ahí abajo la punta de la nariz [fría] del doctor Ibrahím): dijo: ha sido una hemorragia sin importancia: de todas formas, intente estar tumbada el mayor tiempo posible: le dio un azote en el culo: hala, vístase y a casita: Susana Coelho se vistió, pero no se fue a su casa: salió por la puerta del hospital y fue directamente al banco: nada más entrar se acercó a un mostrador y pidió hablar con el señor Isidoro Villatobas: la pasaron a su despacho: se sentó: dijo: el otro día fui una estúpida, me moría de ganas de ir al teatro con usted, ¿cómo lo arreglamos?: el señor Isidoro Villatobas tardó en reaccionar: le propongo entonces que vayamos al cine: Susana Coelho sonrió: ¿y después del cine me invitará a cenar?: por supuesto: ¿a qué hora me paso?: termino a las seis: Susana Coelho (se levantó de la silla) sonrió por segunda vez: caminó hacia la puerta: allí se despidió: le hizo un gesto de adiós con los dedos de la mano.