Capítulo 26

 

Al día siguiente, Anabel estaba sentada en el salón de casa de Bea esperando que llegara Rebeca. Necesitaba contarles lo ocurrido con los oscuros la noche anterior.

—¿Podrías contarme antes lo que pasó entre Diego y tú? —preguntó Bea.

Conocía perfectamente a su prima y si no soltaba prenda, la acosaría insistentemente.

—Se lo conté todo y lo aceptó bastante mejor de lo que pensaba.

—Ya sabía yo… Y te quedaste a pasar la noche con él.

—¡Bea!

—¿También le dijiste que os tenéis que casar?

—Sí, aunque le dije que no tenía que ser inmediatamente.

—¿Y aceptó?

—Sí.

—¡Genial!

El timbre sonó y Bea voló a abrir la puerta, estaba deseando contarle las nuevas noticias a su prima. Esta entró como un torbellino de fuego.

—¡Vamos Ana! ¡Desembucha! —espetó Rebeca ansiosa.

—Os contaré lo más importante.

—¿Te acostaste con Diego? —se interesó la pelirroja.

—Eso no es lo más importante.

—Luego nos das los detalles.

—Está bien pesadas. Bueno, pues estuvimos en el centro comercial toda la tarde, fuimos al cine y cenamos allí. Ya era de madrugada cuando bajamos al parking para regresar a casa, entonces dos tipos nos cortaron el paso, los reconocí, participaron en el secuestro de Hugo.

—¡Joder! —soltó Rebeca.

—Esos tíos no se dan por vencidos —comentó Bea.

—Me alarmé bastante —continuó Anabel—, y como iba un poco achispada no me concentraba para lanzar el hechizo. Así que nos atacaron, especialmente a Diego. Como pude conseguí recitar mi hechizo y quitárselo de encima. Después Diego me ayudó a puñetazo limpio.

—¿Y cómo acabó todo?

—Al final salieron huyendo.

—Debemos contárselo a los brujos del Consejo —sugirió Bea.

—Estoy de acuerdo.

—Me alegro que estés de acuerdo Rebeca porque iremos tú y yo.

—¡No fastidies, Bea! Es a Ana a quién han atacado.

—Lo sé pero Ana tiene bastante faena con Diego, pronto tendrán que casarse.

—Está bien —aceptó a regañadientes.

—Bueno Anabel —continuó Bea—, ¿nos vas a contar lo que hicisteis Diego y tú toda la noche?

—¡Te has acostado con él! Vamos, confiesa —la increpó su otra prima.

—Sí, me acosté con él —admitió al fin para que la dejaran tranquila.

—¡Felicidades Ana!

—La boda está a la vuelta de la esquina —sonrió Rebeca.

—No corráis tanto, Diego y yo esperaremos un poco.

 

****

 

Los brujos enviados por el Consejo se habían instalado en un apartamento alquilado. Estaba completamente amueblado, constaba de tres habitaciones, dos cuartos de baño, salón y cocina. No necesitaban nada más, solo pensaban quedarse hasta que la fecha para reforzar el hechizo pasase.

—Presiento que algo ha sucedido —comentó David.

—Sí, yo también lo sentí —contestó Ian.

—¿Hacemos algo?

—No, ellas vendrán hasta nosotros.

—Tienes razón, de hecho están al caer.

Se sentaron en el sofá y encendieron la televisión con total tranquilidad. Al cabo de una hora sonó el telefonillo.

—Ya están aquí —sonrió Ian.

—Yo abriré —dijo Lidia.

Bea y Rebeca subieron las escaleras hasta el segundo piso donde se habían instalado los brujos. Lidia las esperaba en la puerta para invitarlas a pasar.

—Adelante.

Ambas entraron una detrás de la otra y siguieron a Lidia hasta el salón donde las esperaban Ian y David.

Rebeca miró a Ian de arriba abajo y apartó la mirada rápidamente, su aire de prepotencia y superioridad la ponían de mal humor.

—Sentaos por favor —les dijo el mayor de los brujos.

Ellas así lo hicieron y pasaron directamente a contarles lo ocurrido a su prima Ana y a su consorte. Ian se quedó pensativo unos instantes y miró a sus compañeros.

—Tendremos que dejar el apartamento.

—Será lo mejor. Nos repartiremos —comentó David.

—Y deberíamos reportarnos cada cierto tiempo.

—Buena idea Lidia, así nos aseguraremos de que todo está bien —la felicitó Ian.

—¿Hola? Estamos aquí. —Rebeca levantó la mano en forma de burla—. ¿Vais a hacernos partícipes de los planes o vais a vuestro rollo?

Ian le lanzó una mirada que bien podría haberla asesinado. Apretó los dientes para contenerse y al final habló:

—Estábamos poniéndonos de acuerdo antes de dirigirnos a vosotras.

Rebeca abrió la boca para replicar pero Bea le pellizcó el brazo.

—¡Au!

—De acuerdo, ¿qué habéis decidido?

—Cada uno de nosotros irá a vivir con una de vosotras y nos mantendremos en contacto todo el tiempo. —Ian tomó aire para seguir hablando—. Lidia irá con Bea, David con Rebeca y yo con Anabel, que ahora mismo es la más vulnerable.

—¿Acaso te crees muy poderoso? —La bruja pelirroja no pudo evitar la pregunta para molestarlo.

—Pues sí, de todos los aquí presentes yo soy el más poderoso.

Lo dijo con tal convicción que Rebeca quedó tan impactada que no pudo revirarle.

 

En cuanto salieron del piso, Bea tomó el teléfono y puso al tanto a Anabel de lo que habían decidido. Le había dado a Ian la dirección de su prima para que se instalase allí en cuanto recogiera sus cosas.

Ese mismo día Ian se presentó en casa de Ana, esta le enseñó la casa y cuál sería su habitación, al rato llegó su padre de trabajar y no se extrañó de ver a un desconocido allí, desde que conociera a su mujer estaba acostumbrado a las sorpresas y cosas inexplicables.

—Buenas tardes —saludó Rubén.

—Hola —respondió Ian acercándose al hombre y tendiéndole la mano.

—Papá este es Ian, uno de los brujos del Consejo que vino a ayudarnos.

—Me alegro de que estéis por aquí, las chicas necesitarán toda la ayuda del mundo.

—Haremos todo lo que esté en nuestra mano.

—Papá, Ian se quedará aquí hasta que llegue el día del hechizo.

—¿Ya le has enseñado la casa?

—Sí.

Ian se quedó maravillado con la relación padre e hija. En ningún momento cuestionó la decisión de su hija y confió plenamente en ella. No pudo evitar sentir cierta envidia, su padre era tan distinto…

—Trataré de no ser ninguna molestia y colaborar en la casa con lo que pueda.

—No te preocupes, Ian. Estamos encantados de tenerte aquí —le dijo Anabel.

—Gracias.

Pasaron la tarde charlando y a la hora de la cena, Ian se ofreció a cocinar pero el padre de ella no se lo permitió, al menos el primer día sería un invitado.

En ese momento llamaron a la puerta.

—Debe de ser Diego. —Ana dejó los platos en la mesa para abrir la puerta cuando su padre la interrumpió.

—Yo iré, tú termina de poner la mesa.

Con un movimiento afirmativo de cabeza, Ana dejó ir a su padre y continuó preparando los platos con un Ian mirando.

—Me siento inútil sin hacer nada.

—Una cosa debes aprender de esta casa —comentó muy seria.

—¿Qué?

—Que no se discute con papá.

Ambos se echaron a reír y así fue como Diego los encontró al entrar en la cocina. No le hizo ni pizca de gracia ese tío. ¿Quién era y qué hacía allí?

—Hola Diego, llegas justo a tiempo para la cena. —Ana sonrió al mirarle.

—¿No nos vas a presentar?

—Claro, este es Ian, uno de los brujos del Consejo.

Ian se acercó a él inmediatamente para tenderle la mano como acostumbraba a hacer con todo aquel que le presentaban.

Con mirada asesina, Diego cedió y le correspondió al apretón de manos.

—Lo tendremos de invitado algún tiempo en esta casa —aclaró Rubén.

—No entiendo. —Miró confundido a Anabel para pedir explicaciones.

—Después de lo que nos pasó en el parking se decidió que ninguna de nosotras se quedará sola, así que David está con Rebeca, Lidia con Bea y Ian aquí.

Diego tomó la mano de Ana y la sacó de la cocina casi a rastras.

—¿No conoces a ese tío y se va a quedar aquí?

—Tanto a mis primas como a mí nos da muy buenas vibraciones.

—¿Solo por eso te vas a fiar?

—Recuerda que somos brujas.

—Gracias por el recordatorio, pero no me parece buena idea que viva contigo.

—¿Estás celoso? —preguntó riendo.

—No me hace gracia.

—No tienes que estarlo, ya te dije que las brujas cuando encuentran a su consorte solo pueden estar con él. Además, yo nunca te engañaría.

—Aun así no me hace gracia.

—Celoso estás encantador. —Le dio un beso en los labios y regresó a la cocina feliz porque cada día que pasaba sabía que Diego la quería más.

 

Después de la cena, todos fueron al salón, Diego seguía mostrándose reticente con Ian cosa que aprovechó Rubén para hablar sin parar. Sobre las once de la noche decidió despedirse para ir a dormir y Anabel lo agradeció sobremanera. Cuando su padre comenzaba una historia era muy difícil hacerlo parar.

Una vez se marchó, los tres se quedaron unos segundos en silencio mirándose los unos a los otros. Ana tuvo una idea.

—Ian, si se descubre que una bruja ha cometido un delito, ¿se la castiga?

—Según el delito que sea nos encargamos nosotros o las autoridades.

—Una bruja que ha provocado con magia la muerte de alguien, ¿cómo actuáis en un caso así? —La mirada asesina de Diego fue para Ana en esta ocasión pues supo al instante qué trataba de hacer.

—Eso es un delito muy grave, la llevamos ante el Consejo y se la juzga bajo nuestras leyes.

—¿Quieres decir que no iría a la cárcel? —se interesó Diego.

—No se la puede denunciar ante la policía porque los hechizos no dejan huellas a la vista de un humano normal. Nosotros tenemos otros métodos y otras cárceles.

—¿De veras?

—Por supuesto.

A Diego le parecieron coherentes sus respuestas. Se dio cuenta de que llevaba mucho tiempo equivocado respecto a los brujos y brujas. Qué tonto había sido.

Anabel procedió a contarle todo lo sucedido al hermano de su consorte, este solo la interrumpía para dar algún detalle más al relato. Ian permaneció callado y atento en todo momento.

—Llamaré al Consejo y daré parte de inmediato —prometió Ian una vez Ana terminó de contarle.

—¿Crees que la encontrarán?

—Con los pocos datos que me habéis dado puede que tarden un poco, pero lo harán.

—Gracias, muchas gracias, Ian.

—Eh, sí, gracias. —A Diego le costaba aceptar que ese brujo fuera un buen tipo, no obstante, le aliviaba saber que la persona que le hizo daño a su hermano pagaría tarde o temprano.