Transacción mortal
Un hombre como él cualquier día tendría un disgusto. En el interior de su pequeña tienda solía llevar a cabo todo tipo de extrañas operaciones económicas. A la puerta de su establecimiento figuraba esta leyenda: «Traspasos y Transacciones Comerciales, Industrias Límite. Hipotecas, Créditos Industriales». El nombre que le había puesto a su negocio, presuntamente dedicado a la industria, encajaba a la perfección con el tipo de vida que llevaba. Él, con certeza, vivía al límite, continuamente jugando con el peligro. Julio, que así se llama el protagonista de esta historia, tenía 48 años, era de regular estatura y solía vestir trajes conjuntados con corrección y cierta elegancia. Se definía a sí mismo como «un hombre de acción». Le gustaba arriesgarse. A consecuencia de su forma de hacer negocios había tenido bruscos cambios de fortuna. Casi de la nada había subido a la opulencia, y desde esa cumbre, había descendido hasta literalmente quedarse sin nada. Pero siempre conseguía remontar. No obstante, en esos cambios bruscos de fortuna había ido perdiendo todos los posibles diques de contención. Cada vez era más osado, se arriesgaba más. Eso le traía muchos problemas. Por ejemplo, aquella discusión que duraba ya varios minutos en el interior de su tienda. La persona que había ido a visitarle se sentía engañada. Exigía una reparación inmediata. Se encontraba alterada, fuera de sí, y hacía muchos movimientos con las manos. Julio estaba acostumbrado. No era, desde luego, la primera vez que tenía que escuchar un desahogo como aquel. Pero, de todas formas, empezaba a pasar de castaño oscuro, en algún momento habría que cortarlo, no porque le conmoviera el estado alterado de la persona que le exigía que le prestara atención, con gesto crispado y violencia verbal, sino porque simplemente aquello estaba volviéndose demasiado monótono, le sonaba a repetido y empezaba a aburrirle. Julio casi se hallaba dispuesto a decirle que no siguiera insistiendo porque todo era en vano. No obtendría nada de él. Aunque tal vez era pronto todavía. Lo adecuado sería que le dejara desinflarse otro poco. Hasta que aquel «ser gesticulante», que no encontraba modo de dar salida a su indignación ni a su sofoco, se fuera percatando de que habría de irse exactamente como había venido, sin sacar de Julio nada más que alguna vaga promesa.
No obstante, aquella discusión no era como otras. La visita tenía una determinación que no se parecía a las actitudes con las que Julio solía encontrarse. En aquella persona había un empecinamiento anormal que quizá le obligaría a utilizar sus mejores armas, es decir, que debería sacar su comportamiento más agresivo, dándole a entender que nadie le ganaba en amenazas ni en bravuconadas. Llegado a este punto, Julio, que no en vano era dueño de unas bodegas, otra vez con el nombre industrial «Límite», que para él era un lema vital, decidió contrarrestar con ciertas dosis de audacia la iniciativa de la otra persona que acababa de cumplir un cuarto de hora imparable de chorreo de exigencias. Julio se puso de pie, le cortó a mitad de un párrafo insultante y le advirtió con determinación de que no tendría otra oportunidad que hacerle caso, aceptar sus palabras y marcharse a su casa. Julio se sabía implacable cuando quería y tenía experiencia en situaciones enojosas, pero aquella estaba decididamente fuera de lo normal. Se dio cuenta en el último minuto, cuando su falta de tacto había exaltado las posiciones. Trató por última vez de poner punto final, rodeando la mesa y dirigiéndose con todo el poderío de su peso y su impecable aspecto hacia la persona que le increpaba, y que no se asustó al verle venir. Ni siquiera cambió su actitud claramente desafiante. Julio, por primera vez fuera de sí, le echó las manos al cuello apretando con furia. Fue entonces cuando apareció la pistola en manos de la otra persona. Julio intentó hacerse con ella sin conseguirlo, casi estuvo a punto de arrebatársela pero, de pronto, sonaron dos disparos. Julio se desplomó prácticamente muerto, con medio cuerpo debajo de la mesa del despacho. Un individuo de vida desordenada que se dedicaba a oscuros negocios había muerto a tiros, pero ¿quién lo había matado? ¿Por qué lo habían matado?