Pistas
• La víctima, Miguel, era un hombre recio y fuerte al que daba miedo enfrentarse. Cuando supo que querían echarle por no pagar el alquiler, había hecho esta manifestación en la taberna: «Esa gente me quiere echar de la masía, pero antes de irme yo a la calle, me cargaré lo menos a tres».
• El arma del crimen fue encontrada en un canal cercano al lugar de los hechos. Se trataba de una escopeta de caza de dos cañones, recortada hasta convertirla en un pistolón que se asemeja al de los antiguos bandoleros.
• A Bartolomé, cuando se preparaba algún conejo u otro animal de corral, le daba verdadero pánico tanto el sacrificio como ver la sangre.
• Los proyectiles empleados para dar muerte a Miguel eran esas bolas de plomo que penden de las orillas de redes utilizadas por pescadores en los ríos.
• El cadáver fue descubierto por Emilia, una joven que volvía a su casa y que descubrió el cuerpo de un hombre tendido en tierra, bañado en abundante sangre, sin que pudiera reconocerle por los destrozos que presentaba en la cabeza.
• Los investigadores averiguaron que quienquiera que fuese el autor de los disparos se apostó al borde del camino en espera de su víctima. Es decir, no se trataba de un crimen improvisado sino de la ejecución de un plan trazado de antemano.
• Aparte de Bartolomé, el compañero de quien se consideraba amigo, Miguel no se llevaba bien con ninguna de las otras personas que compartían la misma residencia y que recordemos que eran Pedro, el propietario; Jorge, otro de los sospechosos, y la mujer de este último, Manuela.
• Consecuencia del aislamiento en la vivienda apartada, Bartolomé había acabado teniendo relaciones prematrimoniales con Joaquina, una nieta del propietario de la casa en la que se alojaba. Esa nieta tenía un hijo natural de 6 años.
• La víctima iba a ser objeto de un desahucio que fue interrumpido por su muerte.
• Desde el fallecimiento de su madre, Miguel se había hecho vago y pendenciero.