Nochebuena

En el campo había otras ceremonias que me llenaban de alegría y me hacían olvidar mis obsesiones eróticas. Una de ellas, con la llegada de la Navidad, era la Nochebuena. Toda la familia se reunía en la casa de mi abuelo. Se asaban lechones, se fabricaban turrones de Navidad, se abrían botellas de vino, se preparaban bateas llenas de dulce de naranja, se abrían papeles de brillantes colores con manzanas rojas dentro que para mí venían del fin del mundo, se cascaban nueces y avellanas, y todo el mundo se emborrachaba. Se reía y se bailaba. A veces, hasta se improvisaba una orquesta con un órgano de manigueta, un guayo y unos tambores; aquel campo se transformaba en un lugar mágico. Ese era uno de los momentos que yo más disfrutaba, trepado a un árbol mirando a la gente divertirse en los patios y caminar por la arboleda. En la casa, Vidal, uno de mis tíos, que era un verdadero inventor, fabricaba helados amarillos en un barril provisto de una manigueta. Para lograr aquel producto insólito, mi tío había traído un enorme pedazo de hielo desde la fábrica de Holguín; aquel pedazo de hielo, que después se convertía en una nieve amarilla y deliciosa, era el símbolo más glorioso de que allí se estaba celebrando la Navidad.

Yo me bajaba de los árboles cuando en varias mesas, unidas unas a otras, ya se iba a servir la comida. El lechón se presentaba sobre enormes yaguas que se depositaban en las mesas, junto con plátanos hervidos y grandes cantidades de lechuga. Mi abuela oficiaba en aquella ceremonia cortando la carne, ofreciendo las botellas de vino, cuidando de que a nadie le faltase nada. Como la comida se prolongaba por horas, se traían «quinqueses» y candiles; bajo aquellas luces la fiesta adquiría un fulgor de leyenda. Todos estaban contentos y aun cuando discutiesen, cosa que ocurría con frecuencia, todo terminaba de una manera amistosa.

En medio de aquello yo tomaba la bicicleta de Orlando, subía una loma que estaba al frente de la casa y bajaba a toda velocidad, frenando o destarrándome, junto al mismo estruendo.

Antes que anochezca
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