I. Condensado de complicidades
Cuenca de Burgos.– Cerca de la medianoche del 2 de agosto de 2006, en la estación de recolección de gas Cuitláhuac, la número tres de las 150 estaciones del Proyecto Integral Cuenca de Burgos, Rogelio Gutiérrez, empleado del Departamento de Operación de Pozos de Pemex Exploración y Producción (PEP), terminó de llenar la pipa color blanco Freightliner de la compañía Intertransports.
El autotanque número 2135 con placas de circulación 169-DS-9 era conducido por Lenin López, de 35 años de edad, oriundo de Huimanguillo, Tabasco, avecindado en Reynosa desde que ingresó a trabajar para Manuel Gómez García, el ex presidente nacional de la Cámara Nacional del Autotransporte de Carga (Canacar), que en enero de 2003, después de desempeñarse durante varios años como gerente del Grupo Gor, fundó su propia compañía.
—Ya están 30 mil litros. ¿Cuántos viajes te faltan?
—No sé todavía —respondió Lenin.
Las pipas contratadas por Pemex para llevar agua a las estaciones de recolección de gas ingresaban en el Activo de Producción Burgos Reynosa, con la autorización previa del jefe de turno, quien les recibía la carga y las despachaba hasta la salida. El viaje era relativamente tardado: 30 mil litros de volumen hacían que la pipa se desplazara lento entre las brechas; el regreso debía ser mucho más rápido, con el tanque completamente vacío. Era un trajinar cotidiano de día y de noche, porque en el área entraban pipas que abastecían de agua y salían otras contratadas para transportar el condensado, subproducto de la extracción de gas natural, para llevarlo al centro procesador de Pemex Gas.[1]
Las entradas y salidas de cargamentos son estrictamente supervisadas por el personal de la subsidiaria PEP mediante el control de facturas, bitácoras, pedimentos, sellos de seguridad. Se trata de un sistema de control robustecido por los agentes especiales, la policía interna que en toda la zona hace rondines y vigilancia permanente para atender cualquier eventualidad.
Como encargado de la operación de pozos, la función de Rogelio Gutiérrez consistía en recibir y registrar en bitácoras las descargas de los autotanques, y bombear el condensado de la estación de recolección a los ductos. Ese trabajo lo hacía desde 1996, año en que ingresó a laborar en Pemex asignado, precisamente, al Activo de Producción Burgos Reynosa, de manera que conocía el área y los procedimientos como la palma de su mano.
Aquella noche parecía que todo funcionaba según los procedimientos cotidianos, pero en realidad no era así. En la bolsa derecha de su pantalón, el empleado de Pemex traía una pistola Raven Arms modelo P25, número de serie 467829, pavón cromado con cachas de madera, cuatro cartuchos útiles en el cargador y uno en la recámara. Estaba armado en su horario de trabajo porque lo que aquella noche hacía Rogelio era abastecer uno de los cargamentos de condensado que ilegalmente se sacaban de Burgos para traficarse a Estados Unidos, donde los contrabandistas lo vendían a grandes y prestigiadas compañías petroleras como la BASF alemana y la Murphy, de origen estadounidense, las cuales empleaban el hidrocarburo para la formulación de gasolinas. Por lo menos desde 2006, en la Unión Americana muchos consumidores adquirieron gasolinas formuladas con materia prima robada a Pemex y traficada con la protección de los cárteles de la droga mexicanos.
Transportistas de México y Estados Unidos estaban implicados en el negocio. En el caso de los primeros, se trataba de algunos de los fleteros de Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, contratados por PEP para suministrar agua en la Cuenca de Burgos y trasegar hidrocarburos de los pozos a las estaciones de recolección en todos los activos de producción de la zona.
Esa noche, por ejemplo, Intertransports debía trasladar 30 mil litros de agua de la Estación Torrecillas número uno a la Estación Cuitláhuac número tres. En efecto, llevó el líquido, pero cuando debía salir con la pipa completamente vacía, el conductor se instaló en el área de llenado, para que el trabajador de Pemex le surtiera condensado. Los sorprendió Ernesto Vega, empleado de otra empresa contratista llamada PTS.
—¿Qué están cargando? —preguntó curioso Ernesto.
—¡Ayúdanos y tú no viste nada! —respondió Rogelio.
Se conocían porque ambos laboraban en el turno nocturno en la Estación Cuitláhuac, y porque los dos vivían en el vecino municipio de Río Bravo. Rogelio sacó su cartera y le entregó mil pesos.
—No has visto nada —repitió.
Ernesto tomó el dinero y lo guardó en la bolsa de su casaca. Rogelio terminó de llenar la pipa y cerró las válvulas. Lenin subió a la unidad, la puso en marcha y con un ademán se despidió de Rogelio. En unos minutos estaba fuera del activo. Con su pesada carga la pipa trastabillaba entre brechas y caminos de terracería.