LA CUOTA SINDICAL
Cadereyta es clave de la implicación de integrantes del SNTPRM en la sustracción y el mercado negro de hidrocarburos. Allí los embarques robados salen por la puerta principal de la TAR, y las tomas “clandestinas” se instalan a unos metros de la refinería. Los choferes y porteros —que en la estructura de Pemex ocupan uno de los escalafones más bajos— son dueños de vehículos de lujo y fastuosas viviendas.
Un caso ilustrativo del modus operandi del desvío de ruta ocurrió el 15 de marzo de 2007: el conductor de la pipa PMX5338 sale de la Terminal de Santa Catarina con su último reparto de la jornada; son las 04:15 de la mañana. Después de que deposite los 20 mil litros de Pemex Magna en la gasolinera Petro Saga S.A. de C.V., deberá regresar a la TAR y entregar la unidad para concluir con el horario de trabajo que comenzó a las 10 de la noche.
Auxiliándose de la luz del tacómetro, José de León echa un vistazo al reloj que ciñe su muñeca izquierda; su turno acaba dentro de una hora con 45 minutos, en punto de las seis de la mañana; Petro Saga queda muy cerca y a esa hora el tráfico aún no congestiona la periferia de Monterrey. Quedan por lo menos dos horas antes de que el taciturno amanecer en la sultana del norte se trastoque con el ensordecedor concierto de cláxones de padres desesperados por dejar a los hijos en la escuela camino al trabajo, así que éste es el mejor momento para otras entregas, calcula.
La pesada pipa trastabilla cuando José da el volantazo para cambiar de rumbo. Enfila hacia la avenida Mineral del Monte, luego toma la carretera Monterrey-Saltillo, después entra al Boulevard Díaz Ordaz, ahora la avenida Fleteros hasta la Calzada Madero, posteriormente Bernardo Reyes hasta el cruce con la avenida Fidel Velázquez, en la colonia Constituyentes del 57. Se detiene en el número 1505 en la gasolinera Servicio Arco Vial, S.A.
En ese sitio, el encargado le da entrada hasta la zona de descarga; abre la cerradura del depósito y lo deja al descubierto. Mientras, con el juego de llaves del camión, José rompe los sellos de la caja de válvula (número 199685) y el del domo (199686), abre el mecanismo y acciona la manguera para que la gasolina magna llene el depósito ajeno, 456 litros ordeñados en minutos.
José gira la válvula, echa un vistazo al nivel y cierra el domo. Con un ademán se despide del encargado, sube a la pipa y retoma el camino. Cuando llega a Petro Saga baja y hace como que va a retirar los sellos de la caja de válvula. El quisquilloso encargado le detiene la mano.
—¡Están rotos los sellos!
—No, no es cierto; apenas los estoy quitando.
—Vienen rotos, no te voy a recibir.
—No te pongas así. Recíbeme, que tengo que regresar, ya va a acabar mi turno, es la última entrega.
—No, están rotos; a ver, déjame ver... —el encargado revisa el nivel de certificación.
—¡No’mbre, si viene muy abajo! No, no te recibo.
Infructuosamente José intenta convencerlo. Intercambia malas palabras. Se encoge de hombros, cierra de nuevo la pipa y enfila de regreso a la TAR. A las 5:25 está de vuelta, le comenta a su superior que en Petro Saga no le admitieron la carga por el nivel bajo. El jefe le autoriza que se forme en la fila de llenado donde se le completará el faltante.
Aquel día José hizo lo que hace la mayoría de los choferes de Pemex: cuando salen de las terminales a repartir los refinados que previamente adquirieron las franquicias, se desvían de ruta y entregan primero en una gasolinera distinta, y con esa misma primera factura regresan a la terminal para rellenar el faltante.
Este tipo de ordeña generalmente está relacionado con integrantes del SNTPRM, de acuerdo con los expedientes integrados en el Órgano Interno de Control (OIC) de Pemex Refinación y en la SFP, a los que la autora tuvo acceso.
Las descargas “fuera de ruta” se hacen en gasolineras con las que ellos previamente han pactado el suministro, el costo y la frecuencia de entrega. Desde las estaciones pequeñas hasta las de conocidas cadenas de franquicias hacen este tipo de negocios.
Con los choferes repartidores de Pemex los clientes del mercado negro tienen menos riesgos que con proveedores privados, porque a pesar de ser una entrega clandestina, la mercancía sale de la terminal con una factura original (aunque esté a nombre de otro cliente); el producto se los entrega un conductor uniformado y a bordo de una pipa oficial. Y sobre todo que aún en caso de flagrancia el asunto no irá más allá de una sanción administrativa. Prácticamente no hay riesgo para el comprador.
En el desvío de ruta el portero checador de las TAR y el repartidor trabajan de la mano, pues el primero le autoriza su reingreso a la TAR para rellenar lo ordeñado.
Aunque se trata de un escalafón bajo, el empleo de chofer repartidor y cobrador de autotanque es uno de los más cotizados, pues además de las numerosas prestaciones que les otorga la paraestatal —este puesto sólo lo ocupan sindicalizados— se habla de que reciben 400 pesos por cada descarga clandestina.
El desvío de ruta para descargas no autorizadas es el delito más frecuente integrado por la contraloría interna de Pemex Refinación y en los reportes que elabora el área de inteligencia de la empresa estatal. Ocurre en las 77 TAR, pero aun cuando detengan infraganti a uno de esos conductores, los contralores y especiales doblan las manos ante el sindicato.
Por ejemplo, en mayo de 2006 la Gerencia Regional de Pemex Refinación le suspendió el suministro a la franquicia ES4520, ubicada en Monterrey, por supuestas irregularidades. Según documentación de Pemex, dicha franquicia es propiedad de Emely Eileen Issa Tafich y su esposo Eduardo Saide Canavati, en un capital accionario de 90 por ciento y 10 por ciento, respectivamente. Issa Tafich es hija de Salomón Issa Murra, un acaudalado empresario de la Comarca Lagunera, propietario de las gasolineras del Grupo Simsa.
Para seguir operando, se pactó el suministro mediante adquisiciones que hacía otra gasolinera, aunque se descargaba en dicha franquicia. La contraloría interna en Pemex Refinación abrió una investigación en contra de los choferes Mauro Flores Reyes, Fernando Galván Ávalos, Javier Delgado y Rubén Alejandre, adscritos a la TAR Santa Catarina, por el desvío de combustible. El organismo contralor argumentó el despido, pero el SNTPRM sólo emitió una sanción.
A pesar de no haber cifras exactas del volumen de refinados que se sustraen por esta vía para comercializarlos en el mercado negro, en mayo de 2011 el diputado federal Arturo Zamora Jiménez y Pedro González, presidente de la Asociación Mexicana de Empresarios Gasolineros, calcularon que la merma de gasolina que sale de las pipas de Pemex es en ocasiones de hasta 10 mil litros por cada uno de los vehículos. Y, según sus estimaciones, en promedio unos 20 mil millones anuales de litros de gasolina se venden en el mercado negro; un amplio volumen se concentra en puestos clandestinos. El caso de Mérida es uno de los más representativos: 120 estaciones de servicio formales por 350 estaciones piratas.
Para quitarse a la contraloría de encima los empleados sindicalizados de Pemex que participan en este negocio ilícito tienen a sus ajustadores en cada centro de trabajo. Si el organismo contralor identifica a un sindicalizado en este tipo de hurtos, el ajustador se encargará de comunicarle quién es intocable ante un eventual despido, y si es que acaso se le impondrá sólo una sanción de carácter administrativo.
Ello ocurrió con José de León, quien resultó ser sobrino de Jesús Mendoza de León, líder de la Sección 40 del SNTPRM, y uno de los dirigentes cercanos a Carlos Romero Deschamps, el secretario general del sindicato. Mendoza también tiene en Pemex una plaza de chofer repartidor y cobrador de las TAR.
Romero Deschamps, conocido por sus gustos y aficiones de jeque —automóviles de colección, yates de lujo, veleros y pesca deportiva—, sabe que los choferes representan una pieza clave; él mismo proviene de ese gremio. De tal suerte que desde 1993, cuando tomó el mando del sindicato, poco más de cien de sus secretarios y funcionarios sindicales han tenido en la paraestatal el puesto de chofer repartidor de TAR.
Los dirigentes locales y los ajustadores enquistados en las oficinas administrativas tienen consigna de proteger a quien toma la cuota sindical de los hidrocarburos. Aun si la contraloría se empeña en investigar a uno de los suyos, se le garantiza no sólo su empleo, sino la defensa del líder y de abogados, aunque difícilmente es necesario, los contralores saben de antemano que perderán la batalla.
Pero ¡ay de aquel chofer que ordeñe por su cuenta!, hasta el sindicato azuza la investigación, ¡que se castigue a quien trasgredió las reglas!, que las deslealtades se pagan caro.
Investigación interna contra José de León, sobrino del líder sindical Jesús Mendoza de León.
“Desvío de ruta”: la irregularidad más recurrente que cometen los choferes de las pipas.
Ejemplo de esto es la osadía del chofer José Meléndez Brito: “Pero si todos roban, ¿por qué nosotros no?”, justificó ingenuamente en el interrogatorio ante la contraloría, derivado del expediente R.39/2005 que se abrió en su contra cuando fue detenido en flagrancia ordeñando combustible.
En julio de 2004, Meléndez salió de la TAR de Cuernavaca para entregar un embarque de gasolina a la estación de servicio 6454, en la colonia Jacarandas. A sólo cien metros de la terminal hizo un alto en el camino, rompió un sello de seguridad, metió una manguera y comenzó a sustraer gasolina. Llevaba ordeñados seis litros cuando lo sorprendieron.
Los abogados de Pemex lo denunciaron penalmente por hurto de hidrocarburos, y fue sentenciado a cuatro años y seis meses de prisión bajo el cargo de robo equiparado (causa penal 98/104). La contraloría lo inhabilitó por 10 años. El valor de la gasolina que Meléndez había ordeñado ascendía a 36.90 pesos. Con casos como éste las autoridades cubren la cuota oficial de combate a la ordeña de combustible.
La ordeña que auspicia el sindicato tiene entre las gasolineras, la industria y los comercios mucha demanda; por ello las pipas que operan sus choferes se tornaron insuficientes para abastecerlos. En las TAR comenzaron a dar entrada a ciertos autotanques privados, abastecidos con la colaboración de los ingenieros de operación, ayudantes de patio, supervisores de llenado, garroteros y porteros checadores que cerraban los ojos ante un mercado negro que poco a poco devora el legal.
En noviembre de 2008 Pemex anunció que con la instalación de sistemas de posicionamiento global (GPS) en cada una de sus pipas combatiría este tipo de ordeña, y también con la automatización de los procesos de entrega a los distribuidores y estaciones de servicio, desde las terminales de almacenamiento. Además de los sellos con los que sale cada cargamento desde la terminal y que deben ser retirados por el franquiciatario en el momento en que recibe el combustible.
Ninguno de estos sistemas funciona, o todos funcionarían si no fuera tal el nivel de colusión, porque el GPS detecta que la pipa está fuera de ruta, se hacen descargas indebidas, los sellos los quitan y ponen cuando quieren. En las terminales la cantidad de producto que sale no es igual a la que se reporta en la venta diaria.
En 2008, por ejemplo, en la TAR de Delicias un chofer iba ya por su tercera pipa ordeñada del día. Cuando se formó por cuarta ocasión con una misma factura, llegaron Felipe Salas y Carlos Garay, jefe de turno y superintendente de la terminal, en ese orden.
—Si me corren voy a decir todo lo que sé del negocio del gasóleo —se defendió el conductor.
En consecuencia, su “falta” le mereció sólo un “apercibimiento” sindical.
Este tipo de ordeña tiene otras implicaciones negativas para Pemex: la “contaminación” frecuente de hidrocarburos. Si un chofer transportó por la mañana gasolina y a mediodía saca un cargamento de diesel o turbosina el tanque queda “contaminado” por la mezcla. O si sustrae una parte de la gasolina y no quiere que se perciba la ordeña, le mezcla cualquier sustancia: agua, metanol, nafta, principalmente; no importa si eso no sólo contamina los tanques, sino que pueda afectar a los consumidores finales. Como obras de alquimia se justifican los hurtos.
El 24 de octubre de 2009, de la TAR Salina Cruz salió el autotanque PR2863 de la fletera Operadora de Líneas de Transporte S.A. de C.V., con dos toneles cargados con 62 mil 443 litros de gasolina premium. Su encomienda era transportarlos a la TAD que abastece a la capital de Oaxaca, ubicada en el poblado de Santa María del Tule.
Entre los 244 kilómetros de distancia, un porcentaje de la gasolina premium se convirtió en metanol. El chofer, Víctor Manuel González, argumentó que así se lo habían llenado en la TAR de origen; las pruebas determinaron su falsedad (acta de hechos TADO-TC-0240/09).
Otro caso así se detectó el 27 de agosto de 2010, con un cargamento de 61 mil 77 litros de gasolina que un chofer llevó de la TAR de Ciudad Madero a la TAR de Ciudad Mante. Al cabo de 154 kilómetros recorridos, 6.45 por ciento de la carga se volvió metanol.