RESIDENCIA
ROSE TERRACE
ANTIGUA AUTOPISTA MONTGOMERY,
BIRMINGHAM (ALABAMA)
15 DE AGOSTO DE 1986
Geneene, la enfermera negra que alardeaba de ser una mujer de hierro, aunque no lo era, dijo que estaba cansada. Tenía doble turno aquel día, y entró al dormitorio de Mrs. Otis y Mrs. Threadgoode, a sentarse un poco y fumar un cigarrillo. Mrs. Otis estaba en su clase de artes y oficios, al fondo del pasillo. Así que Mrs. Threadgoode se alegró de tener compañía.
—¿Te has fijado en esa mujer con la que charlo los domingos?
—¿Qué mujer? —dijo Geneene.
—Evelyn.
—¿Quién?
—Esa rellenita de pelo entrecano. Evelyn… Evelyn Couch. La nuera de Mrs. Couch.
—Ah, sí.
—Me comentó el otro día que, desde que un individuo la insultó en el supermercado, odia a todo el mundo. Y yo le dije: «Mira, encanto, el odio no es bueno; no hace más que amargarte más. La gente no puede evitar ser como es; y una hiena será siempre una hiena. ¿No crees que si pudiesen cambiar cambiarían? No lo dudes. Pero la gente es muy débil».
»Dice Evelyn que incluso está empezando a odiar a su marido. Que se pasa todo el día sentado sin hacer nada, viendo partidos de rugby o hablando por teléfono; y que siente el irreprimible deseo de atizarle en la cabeza con un bate de béisbol, sin razón ninguna. Pobrecita Evelyn; cree ser la única persona en el mundo que tiene malos pensamientos. Yo le dije que lo que le pasa es algo que resulta natural que suceda en un matrimonio cuando los dos llevan viviendo muchos años juntos.
»Recuerdo que cuando Cleo se puso su primera dentadura postiza estaba orgullosísimo. Pero le castañeteaba de un modo espantoso cada vez que daba un bocado… Me ponía los nervios tan de punta que, a veces, tenía que levantarme de la mesa para no decir un disparate… Pero yo le quería más que a nada en el mundo. Siempre se pasa por una época en la que el otro empieza a sacarte de quicio. Y luego… un buen día, no sé si porque sus dientes dejaron de castañetear o porque yo me acostumbré, aquello dejó de afectarme. Son cosas que ocurren en las mejores familias.
»Idgie y Ruth, por ejemplo. Nunca habrás visto dos personas más consagradas la una a la otra, pero incluso ellas pasaron por épocas en las que tuvieron problemas de convivencia. Ruth se vino a vivir con nosotros en una ocasión. Nunca supe la razón, ni la pregunté, porque no era asunto de mi incumbencia, pero creo que fue porque Ruth no quería que Idgie siguiese yendo al Club de Pesca Wagon Wheel, donde Eva Bates vivía. Creía que Eva incitaba a Idgie a beber más de lo conveniente para su salud. Y era cierto.
»Pero, como le dije a Evelyn, todo el mundo tiene sus pequeñas rarezas.
»Pobrecita Evelyn. Me preocupa. ¡Esa menopausia se ha cebado en ella! No sólo dice que tiene ganas de darle un garrotazo a Ed en la cabeza sino que, últimamente, fantasea con la idea de salir por la noche a la calle vestida de negro y ametrallar a todo mal bicho. ¿Te imaginas?
»Y yo le dije: “Ves demasiada televisión, encanto. ¡Así que haz el favor de quitarte esas ideas de la cabeza inmediatamente! Además, no somos quién para juzgar a nadie. Lo dice en la Biblia, bien clarito, que el Día del Juicio Final, Jesús descenderá de nuevo a la Tierra, con una corte celestial, para juzgar a los vivos y a los muertos”.
»Evelyn me preguntó a qué vivos se refería, y ¿sabes qué te digo?, pues que no le supe contestar».