CAPÍTULO 28
A Shane le daba vueltas la cabeza. Estaba esperando que su prima dejase a un lado ese inusual gesto serio y acabase gritándole con cara de payasa: ¡Inocente, inocente!
El grito no llegó.
Carly seguía con el mismo rostro serio.
Y ella empezaba a perder la paciencia.
—Lobos.
Su prima asintió.
—Sé cómo suena esto, tenías que haberme visto a mí la primera vez que Julian intentó explicármelo… —hizo una mueca—, aunque mi caso fue un poquito más extremo. Primero la conversión y luego la explicación. Sí, fue un infierno de momento.
Parpadeó, varias veces, sintió como sus labios se curvaban hacia arriba sin poder evitarlo y su mente decía: «síiiiiiiiii, claaaaaaaaro».
—Carly —intentó mantener un tono de voz razonable, aunque lo que realmente deseaba era zarandear a su prima—. Cariño, lo que estás diciendo no tiene lógica alguna. Es… irreal, en el mejor de los casos y una soberana estupidez en el peor.
Seres humanos con naturaleza animal, hombres y mujeres capaces de mutar a placer, emparejamientos interraciales, una misteriosa y fantasiosa raza que coexistía con el ciudadano de a pie sin que nadie supiese de ellos. Demonios, ambas adoraban la película La Marca del Lobo, pero aquello era llevar su interés por el mundo sobrenatural y los lupinos demasiado lejos.
—Luke Evans puede ser un snob integral, pero, ¿un lobo?
«Eres un cerdo».
«Soy un lobo —corrigió al instante. Entonces descendió sobre ella, le acarició la nariz con la propia y le hociqueó el cuello—. Me gusta cómo hueles. Hules a mí».
Su voz se filtró en su mente como si acabase de decirle de nuevo aquellas palabras. Se estremeció, entonces sacudió la cabeza con energía.
Céntrate, Pears.
—Vamos, dime qué has averiguado realmente y deja toda esta tontería —pidió. Estaba claro que sabía algo y no quería decírselo para no hacerle daño—. ¿Qué ocurre con él? ¿Es por su dinero? ¿No lo ha ganado de forma limpia? ¿Es… traficante?
Su prima puso los ojos en blanco.
—Nena, en ese campo sé tanto como tú —aseguró con un resoplido—. Y está bien, no me creas. Ya te darás de bruces con la realidad cuando tu compañero te la presente delante. Eso es lo que debería haber hecho y antes de emparejarse contigo, no al revés.
Bufó.
—No somos pareja —insistió por enésima vez—. Joder, solo fue un polvo.
—¿Un polvo? Unos cuantos, diría yo.
Resopló.
—Carly, solo fue sexo —insistió. ¿Por qué tenía la sensación de que estaba intentando convencerse a ella misma?—. No hay ninguna relación, ningún emparejamiento… fue… algo esporádico.
Lo había sido, ¿verdad? Había sido simplemente una noche de sexo y lujuria que ambos habían disfrutado. Todo lo demás, no era más que una estúpida excusa para justificar lo ocurrido.
—No me voy a casar con él ni mucho menos.
La mujer alzó las manos en gesto de rendición.
—Lo que tú digas —se dio por vencida—, no pienso decir una palabra más al respecto. Después de todo, esto es culpa suya no mía, a él le corresponde abrirte los ojos…
—Carly, solo fue sexo.
Los ojos de su prima se clavaron en los suyos.
—Si fuese solo sexo no estarías comiéndote la cabeza por lo que te dijo, te estarías recreando en lo bien que lo pasaste y pasarías a otra cosa.
Suspiró.
—No me hagas esto.
—¿Hacerte qué? ¿Decirte la verdad? —chasqueó la lengua y sacudió la cabeza—. Está más que claro que te has colado por él y no te culpo. De hecho, dadas las actuales circunstancias —señaló el apósito—, es lo mejor que podía pasarte, que estés enamorada de él.
—¡No estoy enamorada de él! —se quejó—. Por dios, si me saca de quicio.
—Y eso te gusta.
Parpadeó y abrió la boca pero no sabía qué decir. ¿Qué demonios estaba haciendo?
—Está bien, Shane, así es cómo funcionan las cosas con los lobos —suspiró—, te noquean y no sabes ni qué tranvía te ha pasado por encima.
—Deja ya esa chorrada de los lobos.
Ella levantó de nuevo las manos y pidió un tiempo muerto.
—Está claro que esta conversación no va a llevarnos a ningún lado, así que, mejor cambiemos de tema —declaró—. Entonces, ¿vas a ir a casa el fin de semana?
Cerró los ojos y respiró profundamente aceptando el cambio de tema.
—No lo sé —murmuró. Después de la última conversación que tuvo con sus padres, no le apetecía precisamente asomar la nariz.
—Tía Sonia me llamó ayer, estaba empeñada en sonsacarme todo lo que pudiese averiguar sobre tu novio —enmarcó la última palabra con un gesto de comillas—. Esa mujer puede ser como un perro de presa cuando se lo propone. Es aterradora.
—Juro que el destino se ha confabulado contra mí —resopló—. No hay forma de que ella pudiese enterarse de la existencia de esa fotografía cuando no ve ni el periódico.
Se encogió de hombros.
—¿Qué opina tu padre al respecto?
Pellizcó la olvidada masa de las galletas y se la llevó a la boca.
—Me dijo que lo invitase a la barbacoa —hizo una mueca—. ¿Te lo imaginas? Luke Evans en una barbacoa… con ese perenne traje y corbata. Sí, puedo ver lo bien que encajaría allí.
Ella bufó.
—Imagino que no siempre andará de traje, digo yo.
No, ella lo había visto vistiendo ropa deportiva y también sin nada encima. El hombre era impresionante llevase algo puesto o nada.
—¿Y tú? ¿Al final sales de viaje?
Asintió y pellizcó también la masa.
—El tirano de mi jefe me ha dado el día libre…
—Si te ha dado el día libre, no lo consideraría tan tirano.
—Me lo dio para que pudiese tener todo listo para irnos mañana —puso los ojos en blanco—. Cuatro días en Canoe Bay con Julian Kelsey, si eso no son vacaciones en el infierno, no sé lo que son.
—No puede ser tan malo…
Ella la miró de reojo.
—Es un lobo, es irritante y él sabe que yo sé ambas cosas —se encogió de hombros—. Sí, son vacaciones en el infierno.
Prefirió pasar por alto el tema de los lobos, la historia que le había contado sobre cómo llegó a dar con ese… mundo… era sin duda uno de los mejores argumentos para una novela de romance paranormal que había escuchado nunca. Rescatada y repudiada en el mismo momento.
Sacudió la cabeza.
—Intenta disfrutar al menos del lugar, dicen que es bastante bonito.
Volvió a pellizcar la masa y llevársela a la boca.
—Será fantástico si se produce un alud de nieve y él queda soterrado.
Se rio, no pudo evitarlo, Carly parecía realmente irritada con el solo pensamiento de ir a ese fin de semana de negocios.
—¿Y tú? —le preguntó entonces—. ¿Ya sabes qué vas a responder?
Frunció el ceño.
—Quizá me invente alguna cosa para no ir… me vendría bien un fin de semana libre —murmuró, pensando en la actuación de esa noche—. Voy… a dejar el Tulteca.
Aquello hizo que su prima dejase de comer la masa de las galletas, se quedó con la mano a medio camino y la boca abierta.
—¿El Tulteca o de bailar?
Hizo una mueca.
—Todo —aceptó. Estos últimos días había tenido el empujón que necesitaba para decidirse a ello—. Ya lo he hablado con Rocco, quiso darme vacaciones, que me tomase un tiempo para pensar pero… creo… Es hora de que deje atrás todo esto. Esta noche será mi despedida.
Asintió llevándose el pedacito que había quedado en suspenso a la boca.
—En ese caso iré a verte —asintió con absoluta resolución—. Pero no fue eso por lo que te preguntaba…
Ladeó la cabeza sin comprender.
—Su pregunta, Shane —repitió—. ¿Te casarás con él? ¿Te mudarás al menos?
Puso los ojos en blanco, no podía hacer otra cosa.
—Claro, justo después de que el Lobo Feroz me presente al Conejo de Pascua y este acepte ser el padrino de bodas o me ayude con la mudanza.
Ella chasqueó la lengua y posó una mano sobre su hombro.
—Ay, hermanita, que dura va a resultarte la caída —le aseguró dándole pequeñas palmaditas—. Te vas a dar un porrazo de la leche.
Sacudió la cabeza y apartó la masa impidiendo que siguiese comiéndosela.
—Deja de comer la masa y ayúdame a preparar las galletas, Caperucita.
Los labios de la mujer se curvaron en una perezosa sonrisa.
—Solo si después me dejas comerlas —ronroneó.
Sacudió la cabeza y le devolvió la sonrisa.
—Ponte a trabajar —cortó la masa en dos trozos—, y ya veremos qué pasa.