Capítulo 16
La carta
Aquella misma mañana, tras la agitada marcha del andrógino caballero, Marie de Hautpoul ordenó que le trajeran el juego de escribanía que solía guardar en el despacho de su habitación. Estaba tan emocionada que no pudo evitar cierta alegría indescriptible al ver cumplido su sueño y el de sus hermanos de Fraternidad: la regeneración del ser humano.
Al cabo de unos minutos regresó el criado con el encargo de su ama. Una vez a solas, la marquesa cogió entre sus dedos la pluma de ganso, que previamente había sumido en el tintero, y comenzó a escribir con letra clara y disciplinada una misiva:
Es mi obligación poner en vuestro conocimiento la inesperada visita de un viejo amigo, el cual ha consternado mi espíritu con sus palabras. Estoy en condición de afirmar que nos encontramos ante uno de los seres primordiales de los que tanto hablan los libros de alquimia, y que hemos intentado localizar durante todos estos años. Dios está de nuestra parte, bien lo sabéis, y ha obrado su milagro en este siglo de decadencia permitiéndonos ser testigos del proceso. Necesito que vengáis a verme lo antes posible, porque aún hay algo de lo que hemos de hablar. El Maestro ha vuelto, y creo que ha puesto en marcha el ritual entregándole las dos primeras páginas del ROSARIUM PHILOSOPHORUM al caballero que he mencionado con anterioridad.
Nuestro sueño está a punto de realizarse, por lo que deberíamos reunirnos en asamblea prioritaria.
Marie de Hautpoul