Capítulo 29

ASÍ NO

 

Y de repente tú, otra vez tú. Ayer mismo. Sin que nada presagiara nada mientras te escribía de David.

Tú, otra vez, urgente. Como un grito. De repente tú, interrumpiéndolo todo, encendiendo todas las alarmas. Llamadas. Idas y venidas, largos silencios y la ambulancia a la puerta. La incertidumbre cada vez menos incierta. Noche en urgencias. Suboclusión intestinal. Posible neumonía.

Tú, otra vez, Cris, haciendo trizas la monotonía dulce del invierno.

Tú, sin previo aviso acumulando más y más informes, datos, analíticas, soledades, radiografías, silencios, antibióticos cada vez más fuertes, amaneceres cada vez más tristes.

Ya, Cris, ya.

Y el oxígeno otra vez y tus brazos tan heridos.

Dónde están tus venas, hijo, por qué todo resulta siempre tan difícil, tan duro, tan doloroso.

Ya, Cris, ya. No podemos más, ya no más.

¿He escrito «no podemos»? ¿Qué inmoralidad es esta de escribir que ya no puedo más cuando eres tú la víctima inocente y yo solo el testigo? Ni pediste nacer ni opinaste en aquel día atroz que volvimos a decidir tu destino entre nosotros. ¿Cómo me atrevo siquiera a teclear ya-no-puedo-más?

Ay, si tu dolor fuera el nuestro. Ay, si nuestro dolor fuera el mío, solo el mío a cambio de

Pero es que ya no puedo más, Cris. Sencillamente. Es que ya no se trata de salvarte hoy, de salir como podamos de este nuevo episodio, de este maremágnum de

¿Y luego qué? ¿Qué te queda aún por pasar hasta que la vida te abandone?

así, no

así no