CAPITULO 2
Pasaron los años, y conforme Caitlyn fue creciendo las diferencias entres su madre y ella aumentaron, cada vez era más caprichosa, consentida y presuntuosa. Es verdad que pronto se dio cuenta que contra las imposiciones de su madre y el sentido del decoro de su hermana no iba a poder, pero también se dio cuenta de que su padre, su tía y sobre todo su hermano le solapaban todos los caprichos y las travesuras, incluso sus nana la Sra. Olsen, quien siempre trataba se corregir su mal carácter.
Lizzy estaba por cumplir 17 años, y Caitlyn se moría por asistir a la presentación de su hermana, pero su madre se lo impidió.
—Caitlyn por dios, tu aun no puedes asistir a un baile, tienes 14 años
—Pronto cumpliré 15 años, madre
—Aun así, espera un poco 2 años se pasan volando, y cuando llegue el turno de tu presentación será maravilloso — trato de convencerla
—Pero madre yo no quiere esperar… — no pudo continua su madre la interrumpió
—He dicho que no y es NO! Y sé que en esta ocasión tu padre estará de acuerdo conmigo así que ahórrate el ir a tratar de convencerle
Su madre la conocía bastante bien, pero se las ingeniaría de alguna u otra manera para estar en ese baile…pensó
—Si madre… — con la cabeza agachada se fue a su cuarto.
Ser presentada ante la sociedad de Londres, era una idea que a Elizabeth no le agradaba en lo absoluto, en ocasiones sentía envidia de Kate que siendo más pequeña tenía carácter, en una ocasión se lo confesó a su madre, quien le dijo que la actitud de ella era la correcta, que las damas de sociedad debían ser obedientes con sus padres y con sus maridos, saber cuándo cerrar la boca y siempre estar elegantes, ser educadas y ante todo muy decorosas.
Días antes de la partida a Londres, llego a la finca un hermoso corcel pura sangre de raza española, de capa y crines negras, con paso elegante, Caitlyn le vio y quedo enamorada del animal, su padre que estaba a su lado se regocijo de ver la sonrisa de su hija.
—¿Te gusta? — pregunto como queriendo hacer platica
—Es hermosos padre — la chica estaba realmente embelesada, el animal era brioso pero muy bonito y tenia vida — ¿cómo se llama?
—Altanero, ¿te gusta? — pregunto nuevamente con una gran sonrisa
—Claro que sí, me ha enca… — no terminaba la frase cuando su padre la interrumpió
—Pues es tuyo… y espero la reacción
—¿De verdad? — no se lo podía creer, el caballo era verdaderamente hermoso, cuando montaba solía hacerlo sobre Paloma, una yegua blanca también era bonita, pero este animal realmente la superaba, incluso al de Andy, así que claro que estaba maravillada con el regalo — Gracias — grito y se abrazo a su padre.
Caitlyn era así, muy temperamental, estaba feliz y abrazaba a todo el mundo la sonrisa nunca se le iba del rostro y cuando estaba molesta no se le podía ni hablar porque era seguro que terminaría discutiendo.
El regalo de Joseph provoco que nuevamente madre e hija discutieran, Kate se encontraba en su habitación, el cuarto era completamente blanco, el color estaba en todo, en las paredes, las cortinas, el dosel y el juego de cama, incluso los muebles; ese tono liberaba la sensación de desespero de Caitlyn, le gustaba vestirse incluso de blanco porque se sentía libre y olvidaba las opresiones de su madre por que se comportara como su hermana, la habitación hubiera parecido fría pero leves toques de color la hacían acogedora y sumamente elegante, como los mullidos cojines, los lazos con que se hallaban atadas las cortinas y el dosel de la cama, incluso la alfombra eran de un tono purpura que la hacía sentirse independiente y que a la vez daba un toque femenino y divertido. Estaba recostada cuando entro Elizabeth.
—¿Estas contenta, verdad? — y en su voz denotaba el mal humor
—Si madre mucho, gracias por preguntar — le sonrió, se sentó en la cama y se sintió feliz porque por primera vez desde hace mucho tiempo su madre reparaba en ella
—¿Sabes que le ha comprado tu padre a Lizzy? —continuo con el mimo tono de mal humor
—¿No, Madre que le ha comprado? — seguía feliz por la charla que está teniendo con ella
—Nada — le espeto secamente — de seguro al estar ocupado comprando ese animal nunca se acordó que tenía más de una hija que pronto cumpliría años.
—Pero eso no ha sido mi culpa! — comenzaba a sentirse ahogada — Yo no que tengo nada que ver con eso madre? — la voz de Kate sonó alterada, estaba perdiendo la paciencia.
—Siempre tienes que ver, sueles encantar a todo el mundo con tu buen humor, con tu simpatía, se olvidan de que Lizzy existe mientras tú estás presente— grito, la Sra. Staverley siempre había reprochado a su esposo que no disimulara la preferencia que tenia por Kate, sabía que quería a Lizzy pues también era su hija, pero que la preferida de los tres, era Caitlyn, así que ese era otro de los motivos que generaban discusión en la familia.
Y tras el continuo acecho de su madre, Kate estallo, la discusión empezó en serio y de pronto aun cuando la casa era grande los gritos comenzaron a escucharse por todo el hogar y fuera de este también. Kate se sintió ahogada estaba cansada de discutir, tenía ganas de llorar pero desde hacía mucho había prometido que nunca más, así que hizo lo único que pudo para poder deshacerse del nudo que la estaba sofocando, salió de la habitación dando un portazo y bajo corriendo las amplias escaleras, cruzo la estancia sin fijarse que se cruzaba con su padre que se dirigía a la habitación, ya eran legendarias las discusiones entre madre e hija nunca habían tenido una relación cordial, la Sra. Staverley le echaba en cara que no siguiera los buenos modales de Lizzy, que no la acompañara en las lecturas, en el bordado y mil cosas más que le parecían absurdas, corriendo se dirigió rumbo a las cuadras echa una fiera, cuando llego pidió que le ensillaran a Altanero.
Acababa de montar al brioso caballo cuando su madre llego, pero ya no pudo detenerla.
—Caitlyn, Caitlyn Staverley!! Gritaba su madre al ver salir de las cuadras, al maravilloso corcel, tan impetuoso como su hija, que en ese momento volaba… montada en el animal, Kate con casi 15 años ya era todo un dolor de cabeza decía su madre, que nunca le había tenido mucha paciencia y menos esperaba domesticarla.
En mala hora le compraste esa bestia! — la Sra. Staverley, estaba muy enojada con su esposo que en ese momento acababa de llegar a su lado, el Sr. Staverley que era un hombre alto con un semblante tranquilo, de cabello rubio y de ojos tiernos en los que podías leerle las emociones, estaba molesto con su esposa pero aun así no le dijo nada. A diferencia, Elizabeth Staverley tenía una apariencia física al parece delicada, pero que con una sola mirada imponía, adema de su voz autoritaria y que en este momento parecía estar poseída por los corajes que la hacía pasar Caitlyn.
—Déjala mujer, ya se le pasara, además no es la primera vez que lo hace y siempre terminan reconciliándose.
—Le has consentido demasiado Joseph, todos le han consentido demasiado — se quejaba — te juro que no se que mas hacer— dijo casi llorando…
— No la hemos consentido tanto — aseguro en un tono amable — yo solo he procurado que sea feliz, a diferencia tuya y de mi querida Lizzy, Caitlyn tiene un espíritu libre — dijo — en eso se parece a tu hermana añadió — al decir eso tomo a su mujer por un brazo y la condujo rumbo a la casa— será mejor que te recuestes un rato para que se te pase el malestar…
—Pero es que a ti parece hacerte gracia todo esto! — exploto
—No mujer — dijo tranquilamente — solo que de haberles hecho demasiado caso a ustedes con sus discusiones ya me habría muerto de tantos corajes — continúo riendo
—De verdad que hay días que no te entiendo Joseph —dijo y en su tono se notaba la contrariedad de sus emociones — parece que nada de lo que hace tu hija te inmuta — le espeto.
El Sr. Staverley era de un carácter mucho más afable y suave que su esposa, posees el don de la paciencia, solía bromearle su cuñada.
Caitlyn solía hacer eso cada vez que se peleaba con su madre y por lo general siempre discutían cuando la Sra. Staverley, montaba a Altanero y salía como alma que lleva el diablo. Galopaba y sentía que nada mas importaba, solo esos minutos de libertad lograban que su ímpetu se serenara y la hacían inmensamente feliz.
Cuando se escapaba siempre se iba a casa de su tía, la distinguida viuda la Sra. Victoria Kent, que al igual que Caitlyn tenía su carácter.
Llegar a casa de su tía era un largo recorrido casi medio día si viajabas en carruaje, pero como Caitlyn no le daba tregua al animal, al contrario la azuzaba a ir más y más rápido, el trayecto lo sentía muy cortó. El camino era bellísimo, había una parte que parecía que no había nada más que solo verdes praderas y a lo lejos altas montañas, para después tornarse un poco mas agreste ya que las laderas eran más empinadas, pero eso a Caitlyn no le preocupaba se sabía el camino con los ojos cerrados, debía cruzar un rio que por lo general casi siempre llevaba poca corriente, también había un puente para cruzar, pero debía que rodear una ladera y perder más tiempo, así que ella se aventuraba a cruzarlo directamente.
Nada más al verla, Victoria supo que algo iba mal y salió a su encuentro
—¿Ahora porque te has peleado con mi hermana? — dijo un tanto enojada y otro tanto encantada de tenerla con ella, de sus sobrinas Caitlyn siempre había sido su favorita, Lizzy era demasiado bien portada y además muy tímida, bueno eso era lo que ella pensaba… y Andrew bueno era un muchacho al que ya no le gustaba perder el tiempo en compañía de las señoras, él prefería buscar diversiones propias de un jovencito.
—Hola Victoria— saludo mientras desmontaba a Altanero, con una sonrisa que ya no demostraba la furia de hacia unas horas, pero como su tía la conocía muy bien, sabía que algo le había sucedido para presentarse en su casa sin avisarle antes.
— Que bueno verte, hija — sus labios se curvaron en una gran sonrisa y le tendió los brazos a Caitlyn para que esta se acurrucara en ellos.
Abrazadas entraron a la casa y mientras tanto Kate le contaba que como siempre peleado con su madre y que le había dicho que no la llevarían a la presentación de Lizzy, Caitlyn sabía que su tía la apoyaba en todo, cuando sus berrinches y pataletas no servían para imponer su voluntad con sus padres, siempre recurría al As que tenia bajo la manga, su tía Victoria, desde muy pequeñita se había dado cuenta que con ello lograba cumplir todos y cada uno de sus caprichos y así los había hecho, y ahora estaba segura que conseguiría asistir a la presentación de su hermana.
Para el día siguiente ya había regresado a casa, los padre de la chica no le echaron de menos pues nada mas desmontar y verle la cara, la Sra. Seymour, el ama de llaves de Victoria y que también había hecho de nana de Kate por lo que la conocía muy bien, le había dicho a uno de los criados que fuera y avisara que la Señorita Kate estaba en buen recaudo y se quedaría a dormir en casa de la señora.
Tal como había dicho el Sr. Staverley, una vez que la chica regreso al hogar, nada más verla que se dirigía al jardín, su madre salió a su encuentro, a ninguna le hacía gracia estar peleadas pero las dos tenían su carácter, Lizzy se les unió al abrazo y por varios días continuo la tranquilidad en la finca.