CAPITULO 12
Los días transcurrían, algunos lentos y otros con más prisa, la vida de la ciudad le estaba pareciendo un poco aburrida a Kate quien siempre tenía mil y una cosa que hacer en la finca, entre pasear con Altanero, al que extrañaba horrores, acompañar a su padre a revisar los cultivos, ir a casa de su tía Victoria o nada mas ir a pasar una bonita tarde en la rivera del rio, extrañaba su casa, haya ella podía salir sola sin tener una niñera que la anduviese cuidando todo el tiempo, eso si no había fiestas glamurosas ni tampoco esa exquisita tienda de Chocolate que tanto le encantaba… definitivamente estaba aburridísima, así que salió de su habitación y se dirigió a los establos, decidida a salir de paseo al Greenwich Park
— Buenas tardes, Adrian — le sonrió al mozo de cuadras
— Buenas tardes, Señorita, ¿le puedo ayudar en algo?
— De hecho… sí, quiero que me ensilles a Caramelo
— Pe.. Pero señorita — titubeo — ese animal es un muy brioso para que los monte usted, además…
— Nada, nada — lo miro fijamente e hizo gestos con las manos — te he dicho que me ensilles a Caramelo
— Su mamá ya lo sabe — era obvio que el muchacho le tenía más miedo a su madre que a su padre y eso la hizo sonreír, y así sonriendo de lo más linda le mintió
— Claro Adrian, acaso me crees capaz de meterte en algún problema — su mirada era de los más inocente pensó el muchacho así que se puso manos a la obra y se preparo para ensillarle el animal que ella le había solicitado, una vez que estuvo listo la ayudo a subir. Contento por haber ayudado a su ama, y viendo como se alejaba, volvió a sus labores en el establo…
Caitlyn paseaba de lo más feliz por el camino principal del Greenwich Park, pero sentía deseos de azuzar al caballo y correr de verdad, como solía hacerlo por el campo, se estaba pensando seriamente en esa posibilidad, total a esa hora no había mucha gente que la pudiera ver y luego ir con el chisme a su madre, ya se estaba imaginando la perorata que le soltaría si se llegara a enterar de lo que estaba haciendo en ese momento, sonrió involuntariamente al imaginarse la escena, sumida como estaba en sus pensamientos no se percato que alguien la observaba y se dirigió al lago que se encontraba en el centro del parque.
A una buena distancia, el hombre la miraba intensamente, lo primero que había captado su atención, había sido la belleza del animal, era un caballo de verdad hermoso de color marrón, de patas fuertes, cuerpo musculoso bien definido y con unos ojos vivaces, pero lo que más le sorprendió fue ver a esa bella amazona que lo montaba de una manera que se le antojo indecente y que le dio rienda suelta a su calenturienta Greenwich Park imaginación al imaginársela así pero no precisamente sobre el magnífico ejemplar.
Ya era tarde, pero aun faltaban casi un par de horas para que oscureciera y Kate al percatarse que no había muchos visitantes había cambiado la postura hacia un buen rato y ahora montaba a Caramelo a horcajadas, la correcta montura femenina le parecía de lo mas incomoda y poco segura para galopar sobre aquel animal, ajena a la minuciosa evaluación por parte de aquellos ojos negros que no podían apartar su mirada de ella, se bajo del caballo y lo amarro al tronco de un árbol para acercarse a la orilla del lago, se sentó en el pasto e intento a relajarse y olvidarse de todo.
Poco a poco se había ido deslizando sobre el césped, miraba el cielo, el suave movimiento de las nubes, la brisa suave que la acariciaba, — hummmn suspiro, como extrañaba el campo — cerro los ojos, y sin darse cuenta se quedado profundamente dormida. Cuando se despertó ya había oscurecido no sabía cuánto tiempo había transcurrido por que el Greenwich Park se encontraba absolutamente solitario, el viento frio fue el causante de que Kate se despertara, lo agradeció pero casi de inmediato lanzo una maldición al recordar que no llevaba consigo la capa que la protegería de esa gélida briza que la envolvía, estaba helada y comenzaba a ponérsele la piel de gallina, todo indicaba que llovería, tal la tormenta era la causante de que oscureciera así de pronto.
Comenzó a caminar rumbo al Caramelo, no podía ver más allá de un paso por la espesa neblina que la rodeaba, se sentía ansiosa y algo inquieta, se giro, sentía que la observaban pero no podía ver más allá del paso que daba, apresuró el paso y diviso un farol que iluminaba el enorme cuerpo del animal, finalmente llego hasta Caramelo, este la olfateo y ese simple gesto la hizo tranquilizarse un poco, le pareció escuchar un ruido y se rio de sí misma al darse cuenta de que probablemente, más bien pensó, de que seguramente eran los latidos de su corazón — que tonta — se dijo — aquí no hay nadie más que nosotros bonito y paso la mano por el lomo del animal para tranquilizarlo.
Estaba desamarrando el nudo con que ato al caballo cuando de pronto sintió que una mano firme se deslizaba sobre su hombro, tembló, no supo si por el contacto de esa mano o porque estaba ya tiritando de frio. Nerviosa poco a poco se dio la vuelta y se sorprendió al ver que no estaba sola, de pronto el viento soplo tan fuerte, un relámpago ilumino el cielo y desato la tormenta, la llama del farol se apago, dejándola sola y a oscuras con aquel hombre que la miraba intensamente.