ÆTAT. 34

1743: ÆTAT. 34.] Sus escritos para la Gentleman’s Magazine son el «Prefacio»,† los «Debates parlamentarios»,† unas «Consideraciones sobre la disputa entre Crousaz y Warburton[c38] a propósito del Ensayo sobre el hombre, de Pope»,† en las que si bien defiende la postura de Crousaz muestra asimismo una admirable agudeza y temple metafísicos y una exquisita destreza en la polémica; «Ad Lauram parituram Epigramma»;*[77] una «Traducción al latín de los versos de Pope en su gruta»;* por último, como era capaz de emplear su pluma con idéntico y espléndido resultado en cuestiones de poca monta y en asuntos de mayor envergadura, considero que es asimismo autor de un anuncio a favor de Osborne, sobre el Gran Catálogo de la Biblioteca Harleiana.

Sin embargo, muy cicatero sería con mi ilustre amigo y también con mis lectores si no introdujera aquí, con más respeto que de costumbre, una oda de exquisita belleza, que no se ha insertado en ninguna de las colecciones de poemas de Johnson, escrita por él a muy temprana edad, como me informa el señor Héctor, e inserta en la Gentleman’s Magazine de este año.

AMISTAD, UNA ODA*

Amistad, del cielo extraordinario regalo,

del espíritu noble deleite y orgullo,

a los hombres y los ángeles sólo dado,

denegado empero al inferior mundo.

Así como amor, padre de mil deseos desatinados

es entre los benditos desconocido,

el alma del salvaje y el corazón humano

atormenta por igual con fuego enardecido;

con fulgor brillante, pero destructivo,

por igual sus rayos sobrevuela,

su tenue hálito sólo alienta esclarecido

entre los favoritos que el cielo prefiera.

Tan dulce fluir de alegrías inocentes

sobre bobos y villanos jamás rezuma;

en vano por ti suspira el tirano inclemente

y abraza como amigo a quien le adula.

Faro de valerosos y de justos,

¡guíanos por el camino oscuro de la vida!

Que los tormentos de la desconfianza adustos

hagan sólo presa en el pecho del egoísta.

No dejarás de resplandecer ardiente

cuando las almas emigren al clima de la felicidad;

cuanto aquí elevó nuestra virtud ferviente

en lo más alto reforzará nuestra prosperidad.

Johnson dispuso así de una muy buena oportunidad para mostrar su bondad a su compañero de estudios, el señor James, del cual en cierta ocasión ya dijo que «no hay otro que invierta más ahínco ni más inteligencia en su profesión». James publicó este año su Diccionario médico en tres volúmenes en folio. Tal como entendí de él, Johnson había escrito o le había ayudado a escribir las propuestas de esta obra; siempre aficionado a los estudios de medicina, en los que James fue su maestro, aportó algunas de las entradas. No cabe duda de que es suya la dedicatoria al doctor Mead,† concebida con gran deferencia y veracidad, con el fin de garantizarse el patrocinio de ese hombre tan eminente[78].

Circula la especie, desconozco con qué grado de autenticidad, de que Johnson consideraba al doctor Birch un escritor plúmbeo, tedioso, y de que de él dijo que «Tom Birch es vivaz cual abeja en la conversación, pero tan pronto empuña la pluma es como si hubiera recibido la descarga de un pez torpedo, pues se le embotan todas las facultades que posee». De justicia es reconocer que la literatura de este país ha contraído una deuda importante con las actividades y la diligencia de Birch. Hemos visto antes que Johnson le honró con un epigrama en griego, y su correspondencia con él, sostenida durante muchos años, demuestra que no le tenía en mala opinión.

Al doctor Birch

Jueves, 29 de septiembre de 1743

Señor,

espero me sepa excusar por importunarle en una ocasión en que no sé a quién más recurrir. Me encuentro sin saber por dónde ir en las vidas y los retratos del Conde de Stanhope, los dos Cragg y el ministro Sunderland; por eso le ruego me informe dónde puedo procurarme información, y que haga llegar cualquier panfleto, etc., relacionado con ellos al señor Cave, a fin de que por espacio de unos cuantos días los pueda examinar despacio, señor, su más humilde servidor,

SAM. JOHNSON

Las circunstancias en que se encontraba por entonces eran muy embarazosas, aunque tan cálido, tan generoso era el afecto que profesaba a su madre, que se subrogó a una deuda contraída por ella, no muy cuantiosa, aunque para él fuese considerable. Ello se deduce de la siguiente carta que escribió al señor Levett, de Lichfield, cuyo original tengo ahora delante[79].

Al señor Levett, de Lichfield

1 de diciembre de 1743

En el establecimiento del señor Osborn, librero, Gray’s Inn

Señor,

lamento profundamente que hayamos abusado tanto de su paciencia en lo tocante a esta cuestión, en la que un gran embrollo en mis asuntos me impidió pensar con la atención que debía, y más aún por no ser inmediatamente capaz de remitirle las doce libras que están pendientes de pago, pero que le podré pagar en el plazo de dos meses. Contemplo esta situación, y contemplo el futuro interés de esa hipoteca, como si fuera una deuda personalmente contraída por mí, y le ruego que tenga la bondad de indicarme el modo de saldarla, sin decir nada a mi querida madre. Si fuera menester proceder al pago en menos tiempo, creo que estaría en condiciones de hacerlo, pero para mayor seguridad me tomo dos meses, y le suplico una respuesta que me confirme si puede concederme esta prórroga. Me considero muy agradecido por su paciencia, y consideraré una gran felicidad el poder serle de alguna utilidad. Dispongo de grandes oportunidades para dar publicidad a cualquier cosa que usted estime oportuno publicar. Le daré una nota por la cantidad pendiente, pagadera en la fecha estipulada, a quien quiera usted designar aquí. Soy, señor, su más obediente y humilde servidor,

SAM. JOHNSON