XVI
Las tardes se alargaban en aquel Junio bastante canicular, dado que el verano todavía se hacía esperar. El horizonte se confundía con el azul intenso del océano. Hasta los tilos se sumaban al jolgorio luminoso, impregnando con su aroma desmedido, aquel espacio henchido de hormigueantes partículas…
Allí entre pataches, veleros y oxidadas gabarras, la Isabelle, con sus velas plegadas, dejaba acunarse orgullosa por las suaves ondas del puerto.
En torno a ella bullía cierto hormiguero de estibadores poniendo a buen recaudo la mercancía.
Con su insustituible cachimba, el capitán Eizaguirre, en actitud como despreocupada, paseaba como fiscalizando la maniobra.
Fausto, más que por el afecto —que también—, por la necesidad de charlar con un compatriota, se dirigió a él.
—Por todos los ciclones del Caribe, ¿qué vientos me traen a este grumete bisoño? —masculló sin liberarse de la pipa el viejo zorro marino—.
—¿Y cómo me iba a perder las sabias consejas del gran Capitán Eizaguirre?
—No me andes de zalamero perillán.
Ambos se dieron la mano mientras el capitán estampaba recias palmadas en el hombro del muchacho…
—¡Cuenta, cuenta! Veamos cómo lleva la derrota el joven timonel…
—Pues no sé si hay mucho que contar…Bueno…quizás alguna bagatela…
Suelta lastre muchacho, que a uno que ya está de vuelta, no se le engaña tan fácilmente….
Nunca creyó Fausto, que su necesidad de largar cabo, fuera tan perentoria. Casi sin respirar volcó su alma…El tipo de arpía que les había resultado aquella hermana de René…, que René no debía ser mala persona, pero que la bruja le tenía como atenazado por el cuello, lo cruelmente que había tratado a su mujer y a la niña, con lo dulce y paciente que es Iñazi y que el propio capitán ya lo sabía y como tuvieron que huir de aquella cueva, después de que en un descuido la bruja le hubiera sustraído a su mujer, la pequeña bolsita de cuero que a modo de colgante portaba sobre su pecho y que era donde guardaba la mitad de la plata, porque, para evitar malas sorpresas se habían distribuido el pequeño caudal entre ambos… Cómo, cuando su mujer le insinuó que en un descuido, quizás cuando dormía con la niña en brazos, ella, la mala hembra, arteramente le había robado su bolsa y que la vieja le había amenazado con llamar a la policía, porque a ver quienes eran, de donde venían y porque huían…
—Calma, calma marinero… respira, sosiégate… ¿O sea que el René nos ha salido un truhán?
—¿René…? Pobre René… Justamente una semana después de todo este follón, se presentó en casa, así como cabizbajo, preguntando por Iñazi. Se ve que no se atrevió a enfrentarse conmigo… Lo cierto es que le entregó la bolsita de cuero. De la docena de monedas faltaba una. Al parecer, no pudo evitar que su hermana la usara. No debe usted sentir rabia contra este hombre. Demasiado honesto y valiente ha sido sabiendo cómo se las trae la hermana, si así se le puede llamar a semejante basilisco… Lo cierto es que desde entonces, quise topar con él, pues así…como para agradecer su gesto. Pero se ha esfumado… Nadie del muelle, ni patrón, ni estibadores, saben algo de él…
—Yo daré con él, que aquí todo se sabe… Nadie hace quedar mal al capitán Eizaguirre…
—¿Pero Usted qué iba a saber…?
—Tranquilo, no me lo voy a comer, no se trata de eso… Quizás esté por ahí a la deriva. Tú olvídate, que esto es asunto tan sólo mío… Y por cierto, ¿cómo te las arreglas? Si necesitas algo, dinero por ejemplo no te vares… Aún no sabes quién es Eizaguirre, sobre para ciertas personas…
Fausto, en amplio trazos expuso con los pormenores que él juzgó más oportunos, las contingencias de su corto tránsito por el Havre.
Eizaguirre ¿cómo no?, conocía a Jerôme Moleon. No dudó en mostrar cierta satisfacción por la elección de Fausto. Lo que le fastidió, es haber sido tan besugo, por no haberlo tenido en cuenta antes. Otra cosa era el trabajo del muchacho…
—¡Por cien mil ciclones que ese trabajo no es para ti! Eso explica que parezcas un escualo. Tú vales mucho más…
—No me quejo…
—¡Historias…! Aún estaremos un par de días esperando que esté listo el flete… Pásate esta misma mañana por el muelle… No tendrás ninguna dificultad en encontrarme. Aquí o si no, que será lo más probable, en El Corsaire. Te invitaré a unos vasos de ron, que aunque no sea del otro mundo, puede pasar…
—No tiene que molestarse…
—Haz lo que te digo…por todos los ciclones del Caribe…