XXXIV
Ella nunca fue de las que se dejaba manipular por las circunstancias de la vida, vinieran dadas como vinieran. No era de las que permitía que los acontecimientos, cabalgaran sobre ella contra su voluntad. En absoluto.
A ella no le servía saber que su marido vegetaba por algún recóndito entuerto… No señor. Y se extrañaba de que Fausto se contentara con enviarle alguna señal de su existencia. Debía saber que para ella, eso constituía no sólo un dato insuficientísimo, sino fundamentalmente preocupante. Y por supuesto, que jamás estaría dispuesta a conformarse con una simple noticia de sus andanzas…
Tan pronto contactara con Ernesto, algo que por entonces no demoraba demasiados días, le entregaría la carta.
No era muy extensa. Tampoco era preciso. Pocas eran las cosas que debía comunicar. En principio y sobre todo, estaba su extrañeza, en el fondo un enfado mal disimulado, por haber tenido a todos en vilo. Nunca sabría hasta donde se puede sufrir cuando se vive con aquella intensa zozobra…
En su escrito, le hacía sabedor de su doble paternidad y le conminaba a que con la máxima brevedad, diera explicaciones convincentes, tanto de su mutismo, como de las razones incomprensibles que motivaron tal incomunicación… Este era en síntesis el meollo de la misiva de Iñazi…
Cuando le confirmó a Ernesto que por fin, se trataba de noticias de su marido, aunque escasas o incluso imprecisas las, éste trató de fingir una cierta complacencia. El hecho no pasó desapercibido para la muchacha. A pesar de todo, haciendo gala de una cierta confianza en él, le rogo con gesto acongojado, que gestionara el buen destino de la respuesta que encarecidamente depositaba en sus manos.
En un intento de mover la conmiseración del hombre, describió la situación de su marido como si se encontrara en algún trance entre la vida y la muerte… Ignoraba bajo que penurias y penalidades sobrevivía, pero conociéndole como le conocía, tenía la seguridad de que necesitaba una ayuda perentoria etc…etc…
No tenía otra persona en quien confiar… Y estaba segura de que él encontraría el camino para, probablemente a través, como no, de su amigo Eizaguirre, contactar con su marido…
A pesar de la turbidez del escrito, traté de orientar el reflector cenital que va insertado en el maletero de los aviones. Sin grandes dificultades, pude finalmente hacerme con el texto.
La carta de Iñazi, era de un contenido tan diáfano como conciso:
Kaixo maitia:
Egun batean, zer gertatu den argituko didazu, nik ez baitut inungo azalpenarik aurkitzen. Ez dakit gutun hau zure eskuetara ailegatuko den ere… Guziz keskatuta naukazu… zaila da zure portaera ulertzea… Inoiz ez zarela horrelakoa izan, hórrela portatu...… Hainbeste denbora, zutaz ezer jakin gabe…!
Sarritan oso gaizki zaudela edo zerbait txarra gertatu zaizula iruditzen zait… egiten naizen galderarekin, zorabiatu egiten naiz…
Zerbait txarra egin baduzu… ze konfidantza duzun nigan ezer ez kontatzeko…?
Hiru neska-mutilak badituzu…
Behar zaituzte…
Beti, beraien aitaz galdetzen eta zuk oraindik ez dituzu ezagutzen…
Biotze apur bat geratzen bazaizu, etorri edo zure arazoak azaldu gutziwenez.
Ahalik eta lasterren bidali zehatz mehatz zure helbidea, hainbeste eragozpenik Gabe hgarremanetan jartzeko.
Maite zaitut…!
Inazi
(Qué tal cariño: Algún día tendrás que explicar que ha pasado, pues yo no encuentro ninguna explicación…No sé si esta carta llegará a tus manos. Me tienes muy preocupada, no acierto a entender tu comportamiento, porque nunca has sido así…¡Tanto tiempo sin saber nada de ti…! Muchas veces pienso o que estás muy mal o que algo raro te pasa… Tantas preguntas me hago que enloquezco….
Caso de que hayas hecho algo malo, ¿ que poco confianza tienes en mí para decírmelo?
Tienes tres hijos…Te necesitan… Siempre está preguntando por su aita y tú sin conocerlos….
Si algo de corazón te queda…, ven o di que te pasa… Por lo menos, lo antes que puedas manda con todo detalle tu dirección para ponernos en contacto sin tantas dificultades… Te quiere, Iñazi)
Supuse, por, el cuidado con el que se había conservado el documento, que de alguna forma, tal misiva hubo de ser guardada como un talismán. Sin duda, para Fausto debió ser un alto en el camino. Un acicate que le hiciera replantearse tanto su conducta como su vida.
Probablemente, era el empuje que ardientemente necesitaba, para confiar tanto o más que en su mujer, en sí mismo. Porque sin duda, el impacto de los sucesos del Havre, con la terrible secuela…de aquella maldita cicatriz que tanto, quizás más que su faz, desfiguró su alma……
Pero quizás, aunque nunca se sabrá, fue el episodio con Zosime lo que probablemente le transformó hasta la entretela. Allí quedó en entredicho tanto su sentido de la dignidad, como su autoestima.
Un año habría transcurrido desde que abandonó El Havre, en circunstancias tan adversas…
Desembarcar en Baiona, aunque fuera durante unas breves horas, pudo suponer si no la resolución de su vida, si al menos una orientación correcta. Y sin duda, como veremos, el camino de la esperanza…
Por supuesto, aunque su ardiente deseo hubiera sido visitar a Pierre y a Louise, ni por su momento cedió a tal tentación. Ya había complicado la vida a demasiada gente. Porque Fausto percibía, que de alguna forma, contagiaba cuanto tocaba. Era como si les trasmitiera sus cuitas y problemas…
Así pues, trataría de conectar con Ander, cosa que, como así fue, habría de resultar relativamente simple. Evidentemente, siempre que el muchacho siguiera estibando. Eso, al parecer, era algo que en las particulares circunstancias del morrosko, parecía bastante probable.