125
Desde el umbral te invade un intenso olor a sangre y sudor. A tu derecha yace una mujer, en postura obscena, que acaba de ser mutilada. La sangre todavía sale a borbotones de un muñón sanguinolento; la pantorrilla seccionada está junto a la puerta, como si fuese un pedazo de muñeca roto. Un espantoso olor a sangre mezclado con sudor te produce arcadas y estás a punto de vomitar ahí mismo.
Te has quedado tan paralizado por el horrible espectáculo, que no lo has visto venir. La afilada hoja de una espada te secciona el cuello y en tus últimos segundos de vida, tu campo de visión se tambalea y sólo consigues contemplar el atónito rostro de Taifos que te acaba de descargar el mortífero tajo.
—Pero ¿qué c…?
Todo se ha vuelto negro. Ya no escuchas nada más. Has muerto.
FIN