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Todo a tu alrededor parece haberse quedado inmóvil, como si estuvieras en un cuadro. Todo, salvo el corueco, que ha saltado sobre ti con una velocidad sorprendente, teniendo en cuenta que estás en Protahitéi. Apenas has tenido tiempo para desenvainar tu espada que su enorme cuerpo te cubría casi por completo. A duras penas has conseguido hacerte a un lado. Te dispones a contraatacar pero ya se ha dado la vuelta otra vez y te encara con su diabólica y dorada mirada.
Intentas situarte a su costado pero lo tienes nuevamente encima. Te lanza un zarpazo que intentas detener con tu espada, pero te la arranca de cuajo y el arma sale volando a lo lejos.
Te lanzas hacia delante con una acrobática voltereta para intentar recuperarla, pero algo te impacta en pleno pecho. Es su demoledor brazo, que tiene la consistencia de un bloque de granito. Sales volando por los aires sin respiración hasta que chocas contra el tronco de un ancho árbol y te derrumbas sobre la hierba. Te quedas sin aliento en el suelo, intentando no perder la conciencia… sospechas que como mínimo te ha roto varias costillas. Tienes sangre en la boca. No puedes levantarte. No sientes las piernas. Y no puedes evitar el mazazo que se te viene encima y te aplasta definitivamente. Todo sucede tan rápido que ni siquiera te da tiempo a agonizar.
FIN