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Examinas la herida de Zarenyo. La manga de su jubón está desgarrada y la sangre sale a borbotones por la rotura de la tela. Tu compañero aprieta los dientes cuando cortas la manga y compruebas la gravedad del daño. Está muy pálido. Entiendes el motivo cuando examinas su brazo destrozado por el impacto del afilado pedrusco: tiene el húmero partido.
Al rato llegan los instructores exaltados, blandiendo sus armas y vociferando para saber si hay algún herido. Al ver el lamentable estado de Zarenyo, el maestro Turpa, máximo responsable de estas maniobras, solicita que se lo lleven de inmediato a la tienda del médico y que si es necesario, lo trasladen mañana mismo a primera hora a Koras para que reciba mayores cuidados. Afortunadamente, es el único herido en todo el campamento y gracias a tu rápida intervención la herida no tendrá mayores consecuencias: sólo tiene el brazo roto.