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Ya recuperado, te dispones a emprender la marcha para salir de Corocín. Vas detrás del mago por senderos invisibles que no serías capaz de atisbar. A pesar de su edad, el mago avanza con grandes pasos y te obliga a corretear para mantener su zancada. Al rato te das cuenta que estás totalmente perdido y de no ser por Linar, no sabrías qué dirección tomar. Aún te estás preguntando a qué distancia podéis estar cuando Linar se detiene de pronto y te muestra un grupo de robles centenarios que se erigen frente a vosotros, bloqueando el paso.
—Aquí nos despedimos —te dice Linar en voz baja—. Vuelvo a mis dominios y espero que tengas toda la suerte que te mereces, muchacho.
El trayecto se te ha hecho muy corto y te sorprende que pueda haber un atajo para semejante distancia. Observas al mago alejarse entre los árboles y te da la sensación de que a su paso se van cerrando los accesos… hasta que desaparece de tu vista en la frondosa arboleda.
Cuando te acercas a los árboles descubres un estrecho pasadizo entre troncos que te lleva hasta los lindes exteriores del misterioso bosque de Corocín. Desde allí puedes escrutar el paisaje y rememorar el camino que has recorrido previamente: el camino donde empieza el desfiladero, que desemboca en los huertos de los campesinos, la pequeña loma con la alameda en la que os detuvisteis antes de que descubrieras a la chiquilla…