ALONSO DE MONTENEGRO
Madrid, 1635
Ahora solo estoy seguro de los valores de la humanidad, de la valentía, el honor y la compasión con los vencidos. Robar a los civiles solo por necesidad.
Mantener la palabra dada, cueste lo que cueste. Mirar hacia delante, aunque estés tan aterrado que te cagues en los calzones. Amotinarse solo después de la batalla, nunca antes.
No pensar, solo aliviar el dolor y defender a tus camaradas. Quedarse a su lado. No abandonarlos. No juzgarles.
La camaradería siempre estaba presente, así como la ira, el dolor y algún retazo de humor brusco.
La amistad y la lealtad mutuas eran los últimos rescoldos de cordura en medio de tanta sangre y tantos muertos.
Mi evangelio.