Usa un cuchillo. Los asesinatos a cuchillo son personales. Casi siempre son personales. Puñaladas múltiples en pecho, vientre, garganta: algunas superficiales, rozando las costillas; otras profundas, lo suficiente como para dejar hematomas ovalados en el punto donde acaba la hoja y empieza el mango. Sugieren una rabia descontrolada, la furia del odio o de la venganza. Cosas que confunden, que embarran y emborronan las conclusiones de forenses, psicólogos criminalistas y dibujantes de retratos robot. Todo tiene que parecer lo que no es.
¿Sabías que solo se resuelven menos de la mitad de todos los casos de violación? ¿Y eso, a pesar de que en la gran mayoría de los casos el agresor es alguien conocido por la víctima? ¿Que menos del diez por ciento acaban en el laboratorio de la Policía Científica? Solo en el seis por ciento de los casos se hacen extracciones y pruebas de ADN. Si el total de pruebas de ADN en la región ronda las doscientas cincuenta mil al año, ¿te das cuenta de que solo quince mil víctimas conseguirán que se haga justicia?
Hay gente que sabe todas esas cosas. Las puedes encontrar en internet. No hace falta ser un genio. En la todopoderosa red se puede encontrar un centenar de modos diferentes de tapar un delito. Con la lejía de uso doméstico se pueden eliminar huellas, rastros de saliva, semen, ADN. Ponte guantes, por Dios, y no guantes de cuero con textura. Ponte guantes de látex, como un médico, como un cirujano, como un dentista. No son tan difíciles de encontrar. Casi no cuestan nada. No lleves los zapatos de siempre. Cómprate unas deportivas nuevas. Baratas. No vayas matando a gente con unas Nike de trescientos dólares, porque para todos los objetos físicos hay dos características básicas: de clase e individuales. Unas deportivas baratas tienen características de clase. Son un artículo producido en serie. Hay millones de ellas en circulación, y a todos los efectos son absolutamente idénticas a las demás. Cuanto más caras son las deportivas, más particular es la huella, y menos personas las tienen. Y antes de salir comprueba la pisada. La suela levanta cosas del suelo. Fibras de alfombra, restos de basura de la calle, de tu propio piso. Tal como he dicho, no hace falta ser un genio. Algunos objetos, los neumáticos de los coches, por ejemplo, tienen características de clase e individuales. La clase es la forma básica del neumático, las marcas, los surcos y el dibujo. Luego tienes diferentes elementos y ángulos de desgaste, dependiendo del tipo de vehículo y de terreno por el que ha circulado. Esos factores a veces pueden crear unas particularidades que se pueden relacionar con un único coche y, por tanto, con un solo conductor. Ahí está la individualidad. Ves a esos tipos de la tele —los CSI, ¿sabes?— y da la impresión de que todo está chupado. De eso nada. Solo tienes que ir con cuidado. Usar el sentido común. Pensarlo todo bien. No complicar las cosas. El truco está en analizarlo empezando por el final. ¿Entiendes lo que te digo? Observa el cuadro final, la escena tal como la encontrarán, y es más que probable que te acuerdes del cigarrillo que te has fumado al otro extremo de la calle, de la colilla que has tirado entre las plantas, del envoltorio del chicle, de ese papel de aluminio suave y brillante, una superficie ideal para dejar marcadas las huellas dactilares… ¿Vas pillándolo? ¿Ves por dónde voy?
Y si no quieres sangre, estrangúlalas. Ahógalas. No hay mejor arma que tus propias manos. Luego desaparece. Desaparece rápido, porque si no te encuentran a ti, no encontrarán el arma.
Podría dar un seminario. ¿Qué os parece, amigos y vecinos? Organizar un seminario en la George Washington University. «Introducción al asesinato». Sería genial.