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Viernes Santo, 20:55 horas
Los eruditos creen que hubo una tormenta en el monte Calvario el día de la muerte de Cristo, oscureciendo el cielo en todo el valle mientras Él permaneció clavado en la cruz.
Lauren Semanski ha cometido un error gravísimo. El año pasado, cuando trató de quitarse la vida, yo la examiné y me pregunté por qué una joven tan dispuesta como ella podía hacer semejante cosa. La vida es un don. La vida es una bendición. ¿Por qué intentó dilapidarlo?
¿Por qué todas ellas intentaron dilapidarlo?
Nicole no soportaba las pullas de sus compañeras a causa de su padre alcohólico.
Tessa, que había sobrevivido a la muerte lenta de su madre, se enfrentaba a la lenta ruina de su padre.
Bethany había sido objeto de escarnio a causa de su peso.
Kristi tenía problemas de anorexia.
Cuando las traté, supe que estaba defraudando al Señor. Ellas habían elegido un sendero y yo las aparté de él.
Nicole Tessa y Bethany y Kristi.
Y después estaba Lauren. Lauren, que había sobrevivido al accidente de sus padres, se fue al coche una noche y encendió el motor. Se había llevado su peluche, el pingüinito que su madre le había regalado por Navidad en el quinto aniversario de su vida.
Hoy ha resistido al midazolam. Probablemente ha vuelto a las anfetas. Cuando abrió la puerta, íbamos a unos cincuenta kilómetros por hora. Saltó. Así, sin más. Había demasiado tráfico para que yo pudiera volver a recogerla. No tuve más remedio que dejarla escapar. Es demasiado tarde para cambiar de planes.
Es la Hora Nona.
Y aunque Lauren era el último misterio, otra chica podría valerme, una pequeña con relucientes rizos y un halo de inocencia alrededor de la cabeza.
Se levanta una ventisca cuando me acerco, paro el motor. Vaticinan una tormenta generalizada. Hubo otra tormenta aquella noche, un tenebroso pedir cuentas al alma.
La luz dentro de la casa de Jessica…